Santidad ¡®in extremis¡¯

Cuando uno se sumerge en Sparrows, segundo largometraje del island¨¦s R¨²nar R¨²narsson y Concha de Oro en la pasada edici¨®n del festival de San Sebasti¨¢n, resulta inevitable preguntarse qu¨¦ le vio a esta pel¨ªcula, en buena parte rutinaria, el jurado formado por Paprika Steen, Nandita Daas, Daniel Monz¨®n, Hern¨¢n Musaluppi, Julie Salvador, Uberto Pasolini y Luciano Tovoli para distinguirla por encima de los trabajos mucho m¨¢s llamativos de, por ejemplo, Hosoda, Davies, Wheatley, Veiroj, Recha, Altuna, Gay, Villaronga, Lafosse o Hadzihalilovic. ?Un premio de consenso tras una deliberaci¨®n tensa e irresoluble? Posiblemente, aunque la pel¨ªcula de R¨²narsson, in extremis, en sus ¨²ltimos minutos, llegue a alcanzar una inesperada hondura que, no obstante, no logra redimir un conjunto que avanza, sin especial donaire, por territorios narrativos demasiado transitados.

En Sparrows, Ari, un joven cantante de coro, se ve en la contingencia de regresar a su remoto pueblo de infancia para vivir en compa?¨ªa de un padre tan hostil como el propio territorio. Una vez all¨ª, viejos amores plat¨®nicos habr¨¢n mudado en fruta prohibida y cada jornada ser¨¢ una peque?a variaci¨®n en la rutina de humillaciones que ir¨¢ subrayando el insalvable aislamiento del personaje. R¨²narsson retrata el viacrucis de Ari con una marcada predilecci¨®n por los extremos planes generales, oprimidos por una naturaleza indiferente y a menudo regidos por una g¨¦lida simetr¨ªa, que encontrar¨¢n su justo contrapunto en los sostenidos primeros planos que, por lo general, anticipan un tr¨¢nsito traum¨¢tico para el personaje: la despedida de la madre, mantenida fuera de campo, al principio de la pel¨ªcula, y esa decisi¨®n moral, casi una toma de postura por el sacrificio (o la santidad), que precede al desenlace y supone ese golpe de tim¨®n narrativo que salva a la muy discutible Sparrows de ser id¨¦ntica a tantas otras flores menores del circuito de festivales.