?Nos han roto el futuro¡­!

Estas figuras, estos ganaderos, estos empresarios¡­ Estos taurinos, en fin, nos han roto el futuro. Se han adelantado a los tiempos, han matado al toro de lidia, lo han degenerado hasta el punto de convertirlo en una piltrafa sin remedio y han adelantado, irremisiblemente, el final de la tauromaquia. Es una triste pena, pero es as¨ª. Y el que no quiera verlo, all¨¢ ¨¦l.

El segundo toro de El Pilar blande¨® de salida, esper¨® el presidente hasta que saliera del caballo, donde no le hicieron ni sangre, y lo devolvi¨® a los corrales. Correcta decisi¨®n.

Sali¨® el sobrero, mejor presentado, y acudi¨® con cierto br¨ªo al capote de Talavante; qui¨¦n sabe si fue en un lance o es que el animal ven¨ªa gripado de f¨¢brica, lo cierto es que qued¨® descoordinado y moribundo para su corta vida. Se derrumb¨® un par de veces, el p¨²blico protest¨® con energ¨ªa, al presidente se le puso la cara como un tomate, y entre ¨¦l, el veterinario y el asesor art¨ªsticos, en temerosa tertulia, decidieron dejar al animal en el ruedo en previsi¨®n de que hubiera que suspender la corrida m¨¢s tarde por falta de toros. Talavante tom¨® la muleta y tuvo a¨²n la osad¨ªa de intentar torearlo por la izquierda. ?Hombre, por dios, un respeto a la inteligencia! No hubo faena porque no era posible y la bronca se la llev¨® el presidente que, a la postre, es quien menos culpa ten¨ªa del desastre. ?Fuera, fuera!, le gritaron. ?Y qu¨¦ si cesan al us¨ªa, y permanecen quienes de verdad manejan el negocio?

La corrida toda fue una desverg¨¹enza. El primer toro de El Juli, por ejemplo, era un novillete engendrado en laboratorio: de bonitas hechuras, carita linda y andares elegantes. Pronto mostr¨® una bendita condici¨®n, pareja a su ausencia de fiereza, casta y codicia. No hubo faena o, al menos, no levant¨® el vuelo una labor aburrida, sosa y desangelada. El toro, es verdad, no permiti¨® nada, pero era un bendito por el que suspiran las figuras. Entre ambos, ciertamente, compusieron una imagen de pura tristeza. Pero, a pesar de todo, le concedieron una oreja, que solo explica el inter¨¦s del generoso p¨²blico por justificar como sea el alto precio de la entrada.

Un borrachuzo fue el cuarto, que se arrastr¨® por la arena sin rubor alguno, sin poder para portar su alma. Pero por all¨ª anduvo El Juli con manifiestas intenciones de dar muletazos al enfermo que exig¨ªa a gritos una uvi medicalizada antes que un torero con aires de falso h¨¦roe.

Encima, a la hora de matar, err¨® gravemente y cobr¨® un sartenazo (un pinchazo enhebrado en los costillares) que era para salir corriendo de la plaza y no volver en una temporada. En fin, que ah¨ª acab¨® la presente y penosa historia.

Quedaba corrida. Por ejemplo, los intentos bald¨ªos de Talavante ante el quinto, otro ejemplar penoso ante el que quiso emocionar y no pudo, porque no es posible el toreo sin toro. Y no lo hab¨ªa. ?l lo sab¨ªa, claro que s¨ª, pero le pod¨ªa, se supone, la responsabilidad; justamente, la que no tuvo cuando eligi¨® ganader¨ªa y corrida. ?O ocaso no saben los veedores, los apoderados y los toreros lo que hay en el campo? Claro que s¨ª; casi tan bien como los propios ganaderos, que ante la necesidad de vender cr¨ªan la caricatura de los taurinos exigen.

David Mora entr¨® en sustituci¨®n del lesionado Roca Rey. Se encontr¨® con el mejor toro de la tarde, el tercero, le cort¨® una oreja, pero no estuvo bien.

Le sobra empaque a este torero, pero le falt¨® coraz¨®n para estar a la altura de un torete que acud¨ªa con presteza al enga?o. Un redondo completo al inicio del ¨²ltimo tercio permiti¨® acariciar esperanzas que no se cumplieron. Derroch¨® maneras y buen trazo, pero los muletazos acelerados y despegados y las tandas cortan no portaron la emoci¨®n necesaria. Le a?adi¨® unas gotas de desconfianza y todo qued¨® desdibujado. Fue el toro, al final del trasteo, el que le ense?¨® c¨®mo es el toreo en una tanda en la que humill¨® y permiti¨® la ligaz¨®n hasta entonces perdida.

Ante el sexto, otro inv¨¢lido, expres¨® voluntad y decisi¨®n. Y se acab¨®. Pero lo peor no fue eso, sino la sensaci¨®n de desamparo ante un futuro que parece que ya no existe.