El laboratorio franquista de la integraci¨®n hisp¨¢nica
Cientos de latinoamericanos estudiaron en Espa?a auspiciados por el Gobierno durante la dictadura
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez public¨® por primera vez El coronel no tiene quien le escriba (1958) en una revista colombiana concebida en las entra?as del franquismo. Mito, la publicaci¨®n, naci¨® de los encuentros de un grupo de intelectuales latinoamericanos en Espa?a, tres de ellos becarios del r¨¦gimen de Franco y residentes del Colegio Mayor Nuestra Se?ora de Guadalupe, el laboratorio de la dictadura para integrar el mundo hisp¨¢nico. Entre 1947, a?o de su apertura, y 1981, la instituci¨®n aloj¨® a m¨¢s de 3.700 estudiantes descendientes de la ¡°vieja Espa?a¡±, ¡°que, en di¨¢spora sin igual, supieron crear 21 nuevas patrias¡±, seg¨²n los estatutos del colegio. La idea de su creaci¨®n, combinada con becas que llegaron a ser m¨¢s de 200 anuales a partir de 1959, era romper el aislamiento internacional al que hab¨ªa estado sometido el pa¨ªs desde el final de la II Guerra Mundial.
El novelista espa?ol Juan Goytisolo describe as¨ª en sus memorias el tipo de residentes del Guadalupe: ¡°Las caracter¨ªsticas pol¨ªticas de un Gobierno autoritario como el de Franco hab¨ªan atra¨ªdo l¨®gicamente a un pu?ado de intelectuales y universitarios simpatizantes de ellas; algunos, disfrutaban incluso de becas y se erig¨ªan en defensores del nebuloso ideal falangista¡±. Ernesto Cardenal, premio Reina Sof¨ªa de Poes¨ªa (2012) y exministro de Cultura de Nicaragua, fue uno de esos j¨®venes entusiastas del r¨¦gimen, quien, seg¨²n el mismo Goytisolo, ¡°profesaba devoci¨®n a la figura inmarchita de Jos¨¦ Antonio [Primo de Rivera]¡±.
Cardenal, ahora de 91 a?os, es apenas un ejemplo de las decenas de colegiales ilustres del Guadalupe, aunque confiesa en un intercambio de correos que no us¨® su beca para estudiar sino para vivir y viajar por Espa?a. Entre los guadalupanos se cuentan dos presidentes de Bolivia?(Luis Adolfo Siles Salinas y Carlos Mesa Gisbert) y un buen n¨²mero de ministros, diplom¨¢ticos, rectores universitarios, artistas y escritores de Hispanoam¨¦rica. Los pa¨ªses que m¨¢s aportaron alumnos hasta 1981, seg¨²n el conteo de la asociaci¨®n de exalumnos, fueron Argentina y Chile, con m¨¢s de 300, y Per¨², Ecuador, M¨¦xico y Bolivia, que superaron los 200. Las especialidades m¨¢s demandadas, con diferencia, fueron Medicina (768) y Derecho (713). En la actualidad, la instituci¨®n hospeda a 75 alumnos latinoamericanos, un 31% del total de estudiantes.
Antonio Ni?o, catedr¨¢tico de Historia de la Universidad Complutense y coautor de un libro sobre el colegio (La casa matriz del sue?o hisp¨¢nico, 2011), considera que el proyecto ¡°ha servido para mantener un estrecho lazo afectivo entre una parte significativa de las ¨¦lites sociales de esos pa¨ªses y Espa?a¡±. Dos de los miembros de la revista colombiana Mito, Eduardo Cote y Hernando Valencia, fueron amigos ¨ªntimos del poeta espa?ol Jos¨¦ Manuel Caballero Bonald, que conocieron durante su estancia en el Guadalupe y a quien ayudaron a conseguir una c¨¢tedra universitaria en Bogot¨¢, donde el poeta vivi¨® tres a?os.
El profesor Ni?o recuerda que las becas ¡°eran muy modestas¡±. El peruano Julio Ram¨®n Ribeyro, excolegial del Guadalupe y uno de los mayores cuentistas latinoamericanos, dio cuenta de esa situaci¨®n en uno de sus m¨¢s c¨¦lebres relatos, Solo para fumadores: ¡°Pero al llegar a Espa?a las cosas cambiaron. La beca que ten¨ªa era pobr¨ªsima y despu¨¦s de pagar el cuarto, la comida y el troleb¨²s no me quedaba casi una peseta¡ Fue el ¨²nico lugar del mundo donde fum¨¦ al fiado¡±.
El Colegio Mayor, ubicado hasta 1954 en el barrio de Arg¨¹elles, cuando se traslad¨® a la sede que a¨²n conserva en la Ciudad Universitaria, quer¨ªa dar a los estudiantes ¡°una formaci¨®n integral y al mismo tiempo mantener un control efectivo sobre su aprovechamiento y actividades¡±; formaci¨®n esta ¡°de hombres para los que rigen los grandes principios de nuestra civilizaci¨®n cristiana¡±, seg¨²n un documento citado en el estudio de Ni?o y compa?¨ªa.
Pero los testimonios de Goytisolo y Caballero Bonald en sendos libros de memorias apuntan a que esos prop¨®sitos fracasaron, al menos durante los primeros a?os, ¨¦poca en la que los escritores del Guadalupe estaban completamente entregados a la bebida. ¡°Los caf¨¦s y bares de Arg¨¹elles eran frecuentados asiduamente por mis nuevos amigos [del colegio] y, con una rapidez que me sorprendi¨® a m¨ª mismo, me inici¨¦ con ellos en los atractivos de la ociosidad, callejeo y alcohol¡±, recuerda Goytisolo. Y Caballero Bonald precisa: ¡°En ning¨²n caso se trataba de reuniones literarias, sino preferentemente de confabulaciones et¨ªlicas¡±.
Los tiros, en este como en otros casos, no fueron siempre en la direcci¨®n que el r¨¦gimen pretend¨ªa. Ernesto Cardenal abraz¨® d¨¦cadas m¨¢s tarde de su experiencia espa?ola la teolog¨ªa de la liberaci¨®n como sacerdote y apoy¨® la revoluci¨®n sandinista en su pa¨ªs. El mismo Caballero Bonald se convirti¨® en una especie de embajador molesto para el franquismo durante su estad¨ªa en Bogot¨¢ por sus ideas contrarias a la dictadura espa?ola. Y los miembros de Mito ¡ªuno de los cuales, Eduardo Cote, cantaba en su ni?ez el himno falangista Cara al sol todos los d¨ªas a primera hora en la escuela¡ª ayudaron a romper de forma definitiva la hegemon¨ªa hispanista en la literatura colombiana, cuya culminaci¨®n es la obra de Garc¨ªa M¨¢rquez, abrazados a una profesi¨®n de tolerancia que les permit¨ªa publicar al Marqu¨¦s de Sade sin inmutarse en sus principios conservadores.
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