Un secreto en la servilleta
Gonz¨¢lez de Le¨®n contaba en mayo a EL PA?S c¨®mo naci¨® su amor por la arquitectura
¡°Acaba de pasar por ah¨ª una pareja de ardillas¡±, dijo Teodoro Gonz¨¢lez de Le¨®n en el jard¨ªn de su casa, un remanso de paz arquitect¨®nica en el coraz¨®n de su querida ¨Cpor m¨¢s que criticada por enorme, gris y desmesurada¨C Ciudad de M¨¦xico. Era mayo de 2016 y en unos d¨ªas cumplir¨ªa 90 a?os. Su mirada segu¨ªa atenta a cualquier detalle. Su cuerpo, ¨¢gil dentro de sus sobrias ropas negras de sens¨¦i de la arquitectura moderna. Su apetito intelectual inmune a la vejez, ansioso por salir de viaje al d¨ªa siguiente hacia Par¨ªs y San Petersburgo.
Antes de que comenzase su ¨²ltima entrevista con EL PA?S, quiso pasar primero a su estudio. En un equipo de m¨²sica excelente sonaba una pieza del compositor Arvo P?rt. ¡°Es estonio¡±, dijo, ¡°?no lo conoces? Es un tipazo, profundamente religioso, lo contrario que yo¡±.
¨C?No usa Spotify?
¨C?Qu¨¦?
¨CEs una base de internet donde hay todo tipo de m¨²sica.
¨CNo, yo uso el CD. Lo pongo, lo escucho entero, lo saco, lo vuelvo a poner. Es como un libro. Me lo tengo que leer con las manos, manejarlo, marcarlo.
Un humanista del siglo XX en plena forma en el XXI. Aquel d¨ªa, Gonz¨¢lez de Le¨®n ten¨ªa colocado en un atril el ¨²ltimo libro que hab¨ªa atrapado su curiosidad. ¡°Es una historia del mundo a trav¨¦s de cien objetos del British Museum¡±, explic¨® deleitado. ¡°El primero que aparece es la Momia de Hornedjitef¡±. Detr¨¢s de las formas rotundas, formidables bestias de hormig¨®n que concibi¨® en su carrera hab¨ªa un esp¨ªritu culto, de una sensibilidad refinada, cultivada en un inter¨¦s sincero y met¨®dico por el conjunto de las artes.
Despu¨¦s de ense?ar los cuadros tridimensionales en los que estaba trabajando, la conversaci¨®n se movi¨® a una salita. Luz y silencio. Un espacio blanco. El arquitecto en una butaca. Las piernas cruzadas. Las ideas perfectamente trenzadas. ¡°Todo lo que yo hago es pura geometr¨ªa¡±. Quer¨ªa dejar claro que no era un habitante del mundo de lo bello sino de lo matem¨¢tico, de las formas. Hablaba de vol¨²menes, c¨ªrculos, n¨²meros, relaciones, ¨®valos, reglas. ¡°El cubo es perfecto. La esfera es perfecta. El cono es perfecto¡±, dijo.
Elud¨ªa el nexo de su arquitectura con lo monumental. ¡°?Qu¨¦ es lo monumental?¡±, replic¨®, sin ganas de seguir por ah¨ª. ¡°No me gusta. No quisiera usar esa palabra¡±.
¨CPero sabe que se usa para definir su trabajo.
¨CLo s¨¦.
¨C?Le molesta?
¨CSe me hace gratuito. Percibe una parte y la deforma.
"Yo dir¨ªa que pienso en tres dimensiones. El espacio se mueve dentro de mi cabeza como en un ejercicio mudo"
Fascinado por el espacio desde ni?o, Gonz¨¢lez de Le¨®n recordaba que cuando era un mocoso ya era capaz de memorizar con extra?a precisi¨®n toda clase de lugares. Ah¨ª se encontraba la semilla de una mente arquitect¨®nica por naturaleza. ¡°Yo dir¨ªa que pienso en tres dimensiones. El espacio se mueve dentro de mi cabeza como en un ejercicio mudo¡±.
Disc¨ªpulo del Movimiento Moderno, le gustaba definirse como un adepto a la complejidad. ¡°La arquitectura tiene que ser un lugar para vivir pero tambi¨¦n un lugar de sorpresas, que cambie con la luz, con la noche, donde sucedan cosas. La buena arquitectura debe ser un escenario cambiante, no un elevador en el que subes y bajas, subes y bajas¡±.
El di¨¢logo de lo complejo con lo elemental estaba en la ra¨ªz de su pensamiento arquitect¨®nico. Un concepto que un buen d¨ªa le ense?¨® Le Corbusier cuando trabajaba en su taller en Francia. El genio se acerc¨® al muchacho mexicano con una servilleta donde hab¨ªa esbozado tres gestos de l¨¢piz. Se la entreg¨® y le orden¨® que convirtiese sus simples giros de mu?eca en un edificio: ¡°Aqu¨ª est¨¢ todo¡±, le dijo el soberano. ¡°P¨¢selo a limpio¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.