El D¨ªa D del expresionismo abstracto
Londres acoge la exposici¨®n m¨¢s ambiciosa realizada en Europa sobre un movimiento clave que certific¨® hace medio siglo que el rumbo del arte lo iba a marcar Estados Unidos
A principios de 1959 un maremoto procedente del otro lado del Atl¨¢ntico sacudi¨® el mundo del arte europeo. Cuesta imaginar lo que pudo suponer para un ensimismado disc¨ªpulo cualquiera de la Escuela de Par¨ªs, acostumbrado a reflexionar sobre la condici¨®n humana ante su caballete, contemplar aquellos lienzos inmensos, cargados de energ¨ªa y emoci¨®n, que se pasearon por el Viejo Continente con la exposici¨®n La nueva pintura americana. El impacto de la visi¨®n conjunta de las obras de Mark Rothko, Willem de Kooning, Clifford Still o Jackson Pollock, que hab¨ªa muerto estrellado en su coche tres a?os antes, firm¨® el acta de defunci¨®n de Par¨ªs como capital de las vanguardias y termin¨® de inclinar la balanza hacia Estados Unidos.
Cuesta creer que haya tenido que pasar m¨¢s de medio siglo para volver a ver en Europa una gran exposici¨®n dedicada al expresionismo abstracto como movimiento. Y al negar la mayor, David Anfam, comisario de la exposici¨®n inaugurada ayer en la Royal Academy londinense, aporta uno de los motivos. ¡°Yo no hablo de movimiento, sino de fen¨®meno¡±, explica el historiador y cr¨ªtico de arte. ¡°El expresionismo abstracto fue un rico y variado conjunto art¨ªstico que explot¨® durante y despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial en las dos costas de EE UU¡±. Poco m¨¢s. Ni manifiestos, ni relaciones estil¨ªsticas relevantes entre las figuras principales. La naturaleza amorfa del fen¨®meno, sumada al enorme tama?o y valor de mercado de algunas de sus obras maestras, hacen dif¨ªcil abordar una exposici¨®n del expresionismo abstracto en su conjunto.
El rechazo de Pollock, Rothko y compa?¨ªa a las palabras ¡°movimiento¡± o ¡°escuela¡± ya se destacaba en el cat¨¢logo de aquella exposici¨®n de 1959. ¡°Ninguno habla por los otros, igual que ninguno pinta por los otros. Su individualismo es inflexible¡±, escrib¨ªa el entonces director de colecciones del MoMA, Alfred H. Barr.
Medio siglo despu¨¦s, el objetivo de esta exposici¨®n producida por la Royal Academy con la colaboraci¨®n del Guggenheim Bilbao es, en palabras de Anfam, ¡°reevaluar¡± el expresionismo abstracto. Tirar de los hilos que tejieron ¡°un fen¨®meno poli¨¦drico, fluido y extremadamente complejo¡±.
Esos hilos cuelgan de dos polos a los que remite la propia etiqueta, acu?ada en 1946 por el cr¨ªtico Robert Coates: la intensidad emocional del expresionismo alem¨¢n y la est¨¦tica formal de la abstracci¨®n europea. Entre esos dos polos, artistas con biograf¨ªas y or¨ªgenes de lo m¨¢s variados compart¨ªan la experiencia com¨²n de haber vivido la era moderna de los extremos y las cat¨¢strofes: dos guerras mundiales, la Gran Depresi¨®n, la guerra civil espa?ola, la devastaci¨®n de la bomba at¨®mica, la gestaci¨®n de la guerra fr¨ªa y, por otro lado, la vibrante y euf¨®rica escena art¨ªstica a la que dio lugar la emergencia de Estados Unidos como potencia global.
Para situarse en el siglo XXI, la exposici¨®n diluye la frontera que tradicionalmente se ha colocado entre los pintores de ¡°los campos de color¡± (Rothko, Newman) y los de ¡°la acci¨®n o el gesto¡± (Pollock, Kooning). Dos categor¨ªas que los comisarios consideran ¡°simplistas¡±, y que ocultan otras preocupaciones que un¨ªan a los artistas, como ¡°la ruptura con el foco central de los cuadros, la voluntad de marcar la presencia humana incluso en la abstracci¨®n, o el desaf¨ªo a las convenciones sobre la escala, con piezas que van de la miniatura intima a la grandeza ¨¦pica¡±.
Las m¨¢s de 160 piezas de una treintena de artistas se reparten por salas tem¨¢ticas y monogr¨¢ficas de los grandes nombres. Si las primeras ofrecen v¨ªnculos y claves, la verdadera emoci¨®n reside en las segundas. Es dif¨ªcil explicar la sensaci¨®n de encontrarse entre las dos obras maestras de Pollock que delimitan su etapa de esplendor y que, por primera vez en la historia, se exponen frente a frente. A un lado, su monumental Mural, la pieza m¨¢s grande que pint¨® nunca, realizada en 1943 para la casa de Peggy Guggenheim en Manhattan. Al otro, Blue poles (1952), el cuadro m¨¢s ic¨®nico de su periodo tard¨ªo, que hasta ahora solo hab¨ªa abandonado una vez su hogar en la National Gallery de Australia.
De ah¨ª se pasa a la sala central, de las 12 que forman la muestra, dedicada a Mark Rothko. Rodean al espectador siete enormes piezas que muestran su deseo de encarnan, en los rect¨¢ngulos yuxtapuestos que pint¨® durante sus ¨²ltimos 20 a?os de vida, las grandes emociones humanas. Rothko las resumi¨® en tres: ¡°Tragedia, ¨¦xtasis y fatalidad¡±.
El expresionismo abstracto no fue el principio de nada sino el final de algo. La conclusi¨®n ¨¦pica a la tradici¨®n de la pintura rom¨¢ntica. En los sesenta se declar¨® obsoleta la pintura y el arte pop reemplaz¨® la naturaleza que inspir¨® a sus predecesores con el mundo del espect¨¢culo y la publicidad. Hoy, la vigencia del movimiento (o fen¨®meno) puede buscarse en la escala y ambici¨®n del arte contempor¨¢neo, pero la ausencia de la pintura entre las nuevas tendencias puede se?alar su fracaso. Lo que resulta dif¨ªcil es negar el poder que conservan estas obras maestras, reunidas en un solo espacio, medio siglo despu¨¦s.
Babelia
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