El largo adi¨®s
H¨¦ctor Alterio sirve uno de sus m¨¢s grandes trabajos, a las ¨®rdenes de Jos¨¦ Carlos Plaza, en 'El padre', de Zeller. La obra muestra los estragos del alzh¨¦imer

El alzheimer es una de las m¨¢s atroces formas del infierno. Un amigo hoy perdido en la bruma le llamaba ¡°el largo adi¨®s¡±, como la novela de Chandler. ¡°Lo peor¡±, me cont¨® al principio, ¡°es la conciencia de lo que te est¨¢ pasando. Cuando oyes que alguien dice cosas extra?as e insensatas y caes en la cuenta de que eres t¨². Cuando de repente no sabes d¨®nde est¨¢s. Te aseguro que da un miedo terrible. Vives instalado en el miedo. Abr¨¢zame. La pr¨®xima vez que nos veamos no s¨¦ si te reconocer¨¦¡±.
El padre, de Florian Zeller, reci¨¦n estrenada en el Romea barcelon¨¦s, muestra el alzheimer desde el punto de vista de quien lo sufre. Esa es la clave de la funci¨®n; su novedad, sencilla y poderosa, teatral¨ªsima. Todo el proceso est¨¢ tan bien plasmado que el espectador puede sentir vicariamente la misma confusi¨®n que experimenta Andr¨¦s, el protagonista, ante escenas que se repiten, identidades que se duplican o se desintegran. Y, como ¨¦l, cuestionarse la verdad de lo que est¨¢ viendo.
En Par¨ªs la estren¨® Robert Hirsch; en Londres, Kenneth Cranham; en Broadway, Frank Langella. En Barcelona, H¨¦ctor Alterio. Grandes ¨¢rboles.
Alterio tiene 86 a?os y, como suele decirse, lleva la obra sobre sus hombros. Siempre emociona ver a un int¨¦rprete mayor en escena. Es un regalo y una gran ense?anza verle desplegar su arte y luchar cada noche contra el peso de los a?os. Verle en su ley, mandando en su reino. Junto con Largo viaje del dia hacia la noche, de O¡¯Neill, que dirigi¨® John Strasberg, dir¨ªa que El padre, a las ¨®rdenes de Jos¨¦ Carlos Plaza, es lo m¨¢s completo y lo m¨¢s intenso que ha hecho en nuestros escenarios.
Andr¨¦s, un hombre autoritario (¡°todo un car¨¢cter¡±, dice su hija), un jefe, un patriarca, comienza a perder pie. Algo comienza a ir espantosamente mal. Alguien muy cruel parece estar jugando con ¨¦l, tendi¨¦ndole continuas trampas. Todo muta a su alrededor, los rostros, los espacios. Como si estuviera preso en una obra de Ionesco o de Pinter. Nada est¨¢ fijo, salvo la circularidad de su demencia, las repeticiones, las obsesiones. ?Qui¨¦n le roba una y otra vez su reloj, su ancla? Hace falta un actor como Alterio para mostrarnos la ira y el encanto del personaje. Coquetea con Laura (Zaira Montes), la muchacha que viene a cuidarle, que le recuerda a una hija perdida, y medio minuto m¨¢s tarde puede lanzar como un zarpazo la frase m¨¢s brutal, m¨¢s inclemente. Andr¨¦s est¨¢ entrando en una nueva realidad todav¨ªa con fisuras, pero que acabar¨¢ siendo su realidad. Por primera vez, Andr¨¦s depende de los otros. Y les hace la vida imposible. Vemos lo que Andr¨¦s ve, pero tambi¨¦n c¨®mo les cuesta a Ana (Ana Labordeta), su hija, y Pedro (Luis Rallo), su yerno, sobrellevar la situaci¨®n. Est¨¢ la tragedia del padre, pero Zeller retrata tambi¨¦n el drama de la hija, que aunque le quiere, necesita respirar, escapar de esa vida invivible. Hay un momento en el que cambia el punto de vista y Ana cuenta un sue?o transparente, inequ¨ªvoco.
El actor no busca la simpat¨ªa del espectador ni sentimentaliza al personaje. No le hace falta. Le basta la mirada para partirte el alma
Alterio no busca la simpat¨ªa del espectador ni sentimentaliza al personaje. No le hace falta. Le basta una mirada, un movimiento, un cambio de tono, o la manera de colocar sin ¨¦nfasis una frase (¡°Es como si estuviera perdiendo todas las hojas¡±) para partirte el alma. Siempre quise ver a Alterio haciendo El rey Lear, y en ciertos momentos aqu¨ª est¨¢ muy cerca.
Me parece muy ajustada la direcci¨®n de Jos¨¦ Carlos Plaza, salvo por algunos subrayados. Francisco Leal firma una escenograf¨ªa y una iluminaci¨®n impecables, pero no creo que haga falta una luz tan tenebrosa para la corta escena del mon¨®logo de Ana. A mi gusto se pasa un poco la m¨²sica, tan a lo Bernard Herrmann, de Mariano D¨ªaz: ya queda claro que es una historia angustiosa. El reparto, que completa Miguel Hermoso en un breve e inquietante rol, est¨¢ muy bien. Quiz¨¢s, aunque el personaje lo pida, convendr¨ªa frenar algo las zalamer¨ªas de Laura. Tambi¨¦n Zaira Montes tiene encanto sobrado, no requiere a?adidos.
No se me va de la cabeza la ¨²ltima escena de Andr¨¦s, con la enfermera que interpreta Mar¨ªa Gonz¨¢lez. La escena del anhelo de la madre, del retorno a la madre. Dudo que quede un ojo seco en toda la sala. Ah¨ª se condensa el gran arte de Alterio. Esa mirada desolada, conmovedora. No se puede fingir o ¡°imitar¡± una mirada as¨ª, ni ese golpe de llanto. Hacen falta muchos a?os, mucha humanidad, mucha experiencia para servir esa escena a la temperatura exacta. Me vuelve aquella ¨²ltima frase de los diarios de Gonz¨¢lez Ruano: ¡°El terror es blanco. La soledad es blanca¡±. Justo despu¨¦s del recuerdo resuena la frase de la enfermera, como una puerta al jard¨ªn: ¡°Salgamos. Este tiempo tan precioso no dura mucho¡±.

La semana pasada tambi¨¦n vi Othelo (termina mal), de un tal Shakespeare reinventado por Gabriel Cham¨¦, que ha vuelto a la Villarroel barcelonesa con cambios en el reparto. No hay que perd¨¦rsela: una perla. ?Qu¨¦ digo una perla! Un collar entero y con muchas vueltas. Energ¨ªa desbordante que no decae ni un momento a lo largo de hora y cuarenta. Un torrente de gags (verbales, f¨ªsicos y metaf¨ªsicos) a la velocidad del rayo. Una lecci¨®n magistral de algo que nunca pens¨¦ que pudiera lograrse: levantar una farsa dislocada y, poco a poco, ir virando hacia la tragedia. Y muy fiel al texto, pese a todos los desv¨ªos y dislocaciones. Mat¨ªas Bassi, que tiene la mirada y la tensi¨®n de Alfonso Lara, es Otelo. Gabriel Beck es un Yago con la ferocidad y la malicia de Urdapilleta en el lejano show televisivo de Gasalla. Elvira G¨®mez es una formidable payasa a la que todav¨ªa le falta un poco para dar el voltaje conmovedor de Desd¨¦mona, pero borda a Bianca y a Brabantio. Mart¨ªn G¨®mez me rob¨® el coraz¨®n: una Emilia con acento de la C¨®rdoba argentina que hace pensar en Alfredo Arias cruzado con Nini Marshall. Y Rodrigo y Casio: la escena en la que interpreta el duelo entre ambos no la liga ni Schr?dinger.
En Madrid he visto Incendios, de Wadji Mouawad, dirigido por Mario Gas, en la Abad¨ªa. Para decirlo en tres palabras y a la manera de Mina: Grande, grande, grande. Vuelen a verla. El pr¨®ximo s¨¢bado se lo cuento.
El padre, de Florian Zeller. Teatro Romea (Barcelona). Dirigida por Jos¨¦ Carlos Plaza. Int¨¦rpretes: H¨¦ctor Alterio, Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso, Zaira Montes, Mar¨ªa Gonz¨¢lez. Othelo( termina mal), sobre la obra de Shakespeare. La Villarroel (Barcelona). Versi¨®n y direcci¨®n de Gabriel Cham¨¦. Int¨¦rpretes: Mat¨ªas Bassi, Elvira G¨®mez, Gabriel Beck, Mart¨ªn L¨®pez. Ambas hasta el 16 de octubre.
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