El infierno turco

Precedida por el ruido medi¨¢tico de su excelente acogida entre buena parte de los fan¨¢ticos del cine de terror en festivales especializados como Sitges y Austin, la pel¨ªcula turca Baskin, en su llegada a las salas, no va mucho m¨¢s all¨¢ de una curiosidad y de una tendencia: la singularidad de su procedencia, un pa¨ªs en principio alejado de los habituales del g¨¦nero; y la confirmaci¨®n de que un buen corto de terror puede ser una v¨ªa directa para debutar en el largometraje, con la misma historia, pero hinchada o alargada en lugar de desarrollada. Por lo dem¨¢s, sus cultos sat¨¢nicos, sus estallidos gore y su atm¨®sfera presuntamente turbia los hemos visto en infinidad de olvidables pel¨ªculas anteriores, incluso con mejor fuelle dram¨¢tico y narrativo.

Con la fundamental Hellraiser (Clive Barker, 1987) como modelo, Can Evrenol, su joven director, se apunta a la desesperante narrativa de que las situaciones no se concatenen, de que unas no afecten a las otras, como si hubiera ideas malsanas para ciertas secuencias independientes pero se fuera incapaz de dotar al conjunto de un verdadero crescendo argumental, de una idea central homog¨¦nea, y se enmascarara todo con un indigesto onirismo mental. Rodada a trav¨¦s de una casi constante steadycam, y con un formalismo convencional, Evrenol solo logra una cierta turbiedad con la presencia de un personaje de f¨ªsico inquietante, ya en su ¨²ltimo tercio, y con una banda sonora de sintetizadores y metr¨®nomo carpenter, que otorga, al menos, un ligero bombeo musical. Lo ¨²nico recordable de aquella pel¨ªcula turca de terror de la que tanto se hablaba.