Bruce Springsteen, ben¨¦volo pero implacable en sus memorias
El Jefe publica ¡®Born to run¡¯, su autobiograf¨ªa a pecho descubierto. A modo de banda sonora se edita ¡®Chapter and verse¡¯, un disco que recoge casi todo
A los 67 a?os, que cumple hoy mismo,?Bruce Springsteen se encuentra en un impasse ahora frecuente entre la primera divisi¨®n del rock: sus discos cada vez tienen menos impacto mientras que aumenta el tir¨®n de sus directos. En el caso de Bruce, se advierten matices llamativos: atrae a un p¨²blico m¨¢s fiel y fervoroso en Europa que en su propio pa¨ªs. En Estados Unidos, Springsteen es v¨ªctima de la polarizaci¨®n pol¨ªtica entre republicanos y dem¨®cratas: algunos de sus antiguos fans deploran sus posturas progresistas y no se privan de se?alar una supuesta incongruencia con su estilo de vida de multimillonario.
Su autobiograf¨ªa, Born to run (Literatura Random House), que sale a la venta el 27 de septiembre en todo el mundo, tiene algo de rendici¨®n de cuentas. Aunque no estamos ante una esfinge a lo Bob Dylan: Bruce ha sido muy locuaz en sus entrevistas y en los extensos parlamentos que usaba en los escenarios. De hecho, sus seguidores reconocer¨¢n su voz sobre el papel: esos puntos suspensivos que equivalen a las pausas dram¨¢ticas, las frases en may¨²scula que merecer¨ªan un redoble de la bater¨ªa de Max Weinberg, esas ristras de palabras que aspiran a evocar lo inefable.
Alg¨²n malvado podr¨ªa preguntar si realmente hay algo nuevo que contar sobre Bruce Springsteen: su vida y obra han sido exploradas en docenas de libros. Tiene incluso un bi¨®grafo oficioso, Dave Marsh, integrado en su entramado profesional: est¨¢ casado con Barbara Carr, la lugarteniente de su manager, Jon Landau. Marsh ha publicado cuatro tomos sobre Bruce entre 1979 y 2006.
Pero resulta que s¨ª, que la epopeya se puede revivir con poes¨ªa y elocuencia: Born to run contiene p¨¢rrafos formidables. Cuando es necesario, tambi¨¦n recurre a la crudeza. Springsteen retrata la pobreza de su infancia y juventud. Dos tribus urbanas conviven en su rinc¨®n de New Jersey: los ra-rahs (pijos, dir¨ªamos aqu¨ª) y los greasers (macarrillas); Bruce parece condenado a ser eternamente un greaser. Aunque, eso s¨ª, con ¨¦xito entre las mujeres, sobre todo cuando enchufa su guitarra el¨¦ctrica.
Hermana embarazada
Pero su familia va a la deriva. Su hermana Virginia se queda embarazada a los 16 a?os, aunque ¡°nadie se dio cuenta hasta que estuvo de seis meses¡±. En 1968, sus padres y su otra hermana, Pamela, emigran a California y Bruce malvive con sus amigos, contando cada centavo. Literalmente: no quisiera destripar la historia del d¨ªa que debe pagar el peaje del t¨²nel de Lincoln y le falta una moneda. El clima social en Freehold, New Jersey, es ¨¢spero: tras ser arrollado (por un Cadillac del 63, especifica), en el hospital intentan cortarle la melena.
De vez en cuando, le suelen detener por faltas tales como hacer autostop (en su mundo, la principal funci¨®n de la polic¨ªa consiste en mantener a raya a la plebe). Le toca a su madre acudir a pagar la fianza y sacarle de la comisar¨ªa. Adele, con ra¨ªces napolitanas, es el coraz¨®n de los Springsteen, aunque Bruce todav¨ªa lamenta que su marido acaparara las dosis grandes de amor.
En verdad, Born to run podr¨ªa haberse titulado Mi padre y yo. Douglas Springsteen era un hombre fr¨ªo y duro, lac¨®nico y amargado. Escatim¨® cualquier muestra de cari?o hacia su hijo, que, todav¨ªa hoy, apenas puede contener su frustraci¨®n. En 1994, despu¨¦s de recoger un Oscar por la canci¨®n Streets of Philadelphia, Bruce vuela desde Los ?ngeles al norte de California para ¡°plantar la estatuilla ante ¨¦l¡±. Su progenitor reconoce su error: ¡°Nunca m¨¢s le dir¨¦ a nadie lo que tiene que hacer¡±. A su modo torpe, el viejo ha intentado compensarlo: le lleva a pescar a M¨¦xico, en una expedici¨®n desastrosa; mientras navegan en un peligroso cascar¨®n, Bruce no puede evitar pensar que podr¨ªa haberle pedido el yate a su amigo Ted Turner.
Con el tiempo, diagnostican que Douglas sufre de esquizofrenia esquizoide. Y Bruce descubre que algo hay en el rumor de que los Springsteen tienden a sufrir problemas mentales. La revelaci¨®n de Born to run son sus rachas de depresi¨®n, que le han amargado las ¨²ltimas d¨¦cadas. Ahora superadas gracias al psicoan¨¢lisis y la medicaci¨®n, asombra saber que ni siquiera se enteraron los ¡°hermanos¡± de la E Street Band.
Cumbres de lirismo
Destaquemos lo obvio: para Bruce, la m¨²sica ha tenido prioridad; solo cuando llegaron los hijos con Patti Scialfa (no por casualidad una integrante de su grupo) empez¨® a repartir sus energ¨ªas. La m¨²sica propia y la ajena: Springsteen alcanza cumbres de lirismo cuando habla del impacto de determinados artistas y canciones en su existencia; tiene l¨®gica que el manager que ha llevado la mayor parte de su carrera sea un antiguo cr¨ªtico de rock.
Desde 1971, Bruce ejerce de capit¨¢n de su barco: no admite la democracia en su planteamiento art¨ªstico. Ha estudiado las trayectorias de las grandes estrellas y no cree en el ¡°vive r¨¢pido, muere joven y deja un bonito cad¨¢ver¡±. Es un perfeccionista, un fan¨¢tico del control. Reconoce que su comportamiento no siempre ha sido mod¨¦lico con la tropa de la E Street Band, aunque ¡ªante una petici¨®n de aumento salarial¡ª alardea de ser un jefe extremadamente generoso. Tampoco se arrepiente de su implacable modelo de negocio: lejos de los clubes y teatros en los que forj¨® su leyenda, se ha especializado en conciertos en espacios masivos, compensados ¡ªse supone¡ª por su larga duraci¨®n. Aunque inicialmente rechaza la m¨²sica de los Grateful Dead, termina entendiendo que han logrado algo muy grande: crear una comunidad.
No teman: a¨²n despu¨¦s de devorar Born to run, quedan muchos misterios por aclarar. Asombra que ¡ªdisculpen¡ª un provinciano poco educado, con escaso acceso al universo cultural, saliera con canciones tan literarias como las que le ganaron la confianza de John Hammond y otros exquisitos neoyorquinos. Algunas estaban alimentadas por vivencias (la gloriosa Rosalita habla de la primera novia con la que tuvo intimidad sexual) pero tambi¨¦n lat¨ªa una extraordinaria ambici¨®n creativa, que supo alentar Landau. Finalmente, Born to run avisa de que todav¨ªa queda gasolina en su motor.
A marchas forzadas
En contra de lo habitual, Bruce se lanz¨® a escribir Born to run sin contrato editorial. Cuando el proyecto ya estaba avanzado, pact¨® con Simon & Schuster un (impresionante) adelanto de 10 millones de d¨®lares. Se vendieron los derechos en diferentes idiomas y los traductores comenzaron a trabajar secretamente sobre un texto incompleto.
El libro debe haberse rematado a matacaballo. Concebido para una lectura amena, con 79 cap¨ªtulos cortos, no parece haber pasado por un proceso de edici¨®n riguroso. Se reiteran an¨¦cdotas y descripciones; puede ocurrir que un viaje comience a bordo de un Dodge que, al final, se convierte en un Pontiac.
Abundan los patinazos en fechas: hacia 1971-1972, cuando ya encabeza la Bruce Springsteen Band, explica displicente que ignor¨® Woodstock ("demasiado bullicioso, demasiado tr¨¢fico, demasiadas drogas"); prefiri¨® actuar ese fin de semana en un garito de Asbury Park. En realidad, el festival se celebr¨® en 1969, un despiste que un verificador atento habr¨ªa detectado inmediatamente.
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