Cuando Herg¨¦ se cans¨® de Tint¨ªn y quiso ser pintor
Una gran exposici¨®n en Par¨ªs examina el genio creativo del autor de ¡®Tint¨ªn¡¯ y revela que, a inicios de los sesenta, sopes¨® abandonar el c¨®mic para convertirse en artista abstracto
Tint¨ªn se lo dio todo y se lo quit¨® todo. Le confiri¨® la gloria y la fortuna, pero tambi¨¦n le retir¨® la ilusi¨®n de una vida feliz, placentera y despreocupada. Sin fatiga creativa y sin la presi¨®n, a ratos insoportable, provocada por una legi¨®n de lectores que llegar¨ªa a devorar m¨¢s de 250 millones de ¨¢lbumes. Por ese motivo, por lo menos en dos ocasiones, Herg¨¦ estuvo a punto de mandarlo todo al garete. La primera, sobradamente conocida, fue despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, traumatizado por las acusaciones de ¡°colaboraci¨®n pasiva¡± por haber trabajado para el diario Le Soir, controlado por el ocupante alem¨¢n.
La segunda ha sido menos documentada: tuvo lugar a principios de los sesenta, cuando el dibujante sopes¨® abandonar el c¨®mic para iniciar una segunda carrera como pintor abstracto. El resultado de ese breve par¨¦ntesis cuelga en la primera sala de la gran exposici¨®n sobre el genio creativo de Herg¨¦ que se inaugura este mi¨¦rcoles en el Grand Palais de Par¨ªs: siete cuadros de los cerca de cuarenta que pint¨® entre 1960 y 1963.
Herg¨¦ lleg¨® a tomar clases de pintura junto al artista belga Louis Van Lint para familiarizarse con el lenguaje de la abstracci¨®n. Firm¨® lienzos llenos de siluetas de colores, sinuosas y flotantes, en las que se detecta la huella de su admirado Mir¨®, pero tambi¨¦n la de Klee, De Sta?l o Poliakoff. Para su desgracia, este esforzado copista no pose¨ªa el genio de ninguno de ellos. ¡°Al no estar satisfecho con el resultado, termin¨® dej¨¢ndolo correr. Pero Herg¨¦ no fue solo un pintor en sus ratos libres. Si no hubiera cre¨ªdo tener algo que decir, no se habr¨ªa dedicado tan seriamente a la pintura. En sus cuadros se detecta una voluntad de resolver problemas de tensi¨®n, armon¨ªa y cromatismo¡±, explica desde Bruselas uno de sus bi¨®grafos, Philippe Goddin, que fue secretario general de la Fundaci¨®n Herg¨¦ hasta 1999.
Los cuadros fueron descubiertos durante la primera mitad de los noventa por la viuda del dibujante, Fanny Vlaminck, embalados en papel madera por su autor. Los meti¨® en su coche y acudi¨® a ense?¨¢rselos a un grupo de ¨ªntimos, entre ellos el mismo Goddin y el gran cr¨ªtico de arte Pierre Sterckx. ¡°Herg¨¦ siempre jur¨® que los hab¨ªa destruido. Si los guard¨®, ser¨¢ porque les prestaba cierta importancia¡±, sostiene Goddin. Entre otras cosas, la pintura fue una manera de evadirse ante un personaje que le tiranizaban. Para demostrarlo, ah¨ª est¨¢ la conocida caricatura que Herg¨¦ firm¨® en la posguerra, en la que se autorretrat¨® como un hombre abrumado y encadenado a su escritorio, mientras Tint¨ªn le observa con rictus hostil y un l¨¢tigo en la mano. ¡°Tint¨ªn y Herg¨¦ fueron como un viejo matrimonio, tuvieron altos y bajos. El dibujante intent¨® escapar varias veces, pero siempre acab¨® entendiendo que estaba condenado a regresar a Tint¨ªn. Sab¨ªa que era la forma ideal de expresar su visi¨®n del arte y del mundo. Por suerte o por desgracia, la encontr¨® cuando ten¨ªa solo 22 a?os¡±, explica el comisario de la muestra en el Grand Palais, J¨¦r?me Neutres.
El experimento coincidi¨® con una especie de segunda juventud. A los 53 a?os, Herg¨¦ acababa de dejar a su esposa tras casi tres d¨¦cadas de matrimonio, para vivir un nuevo amor junto a Vlaminck, una colorista veintea?era que trabajaba en su estudio. Tras muchas dudas y un pronunciado sentimiento de culpa, fruto de su moral cat¨®lica de boy scout, el dibujante abandon¨® la guarida familiar. Empez¨® a frecuentas las galer¨ªas de arte y a aficionarse a la pintura contempor¨¢nea, hasta constituir una impresionante colecci¨®n en la que figuran inesperados vanguardistas como Lucio Fontana, Jean Dubuffet, Roy Lichtenstein o Sol LeWitt, algunos de ellos expuestos en otro rinc¨®n del Grand Palais. En la sala contigua, suena un tema de David Bowie, al que dicen que Herg¨¦ sol¨ªa escuchar mientras dibujaba.
¡°Su estilo gr¨¢fico y narrativo revolucion¨® el c¨®mic, pero se acab¨® convirtiendo en un lastre. Herg¨¦ sinti¨® la necesidad de expresar cosas distintas, saliendo de un modo de expresi¨®n que muchos segu¨ªan considerando infantil y menor¡±, apunta la historiadora del arte C¨¦cile Maisonneuve, asesora cient¨ªfica de la exposici¨®n. El experimento termin¨® en fracaso. ¡°El c¨®mic es mi ¨²nico medio de expresi¨®n. ?Qu¨¦ m¨¢s tengo a la disposici¨®n? ?La pintura? Tendr¨ªa que consagrarle mi vida. Y al tener solo una, y ya bastante avanzada, tengo que escoger: o la pintura o Tint¨ªn, pero no los dos¡±, termin¨® aceptando Herg¨¦ a principios de los setenta. Pese a todo, los ecos de ese periodo resuenan en su ¨²ltima obra, Tint¨ªn y el Arte-Alfa, inacabada e inspirada en la historia de Fernand Legros, marchante condenado por vender falsificaciones. En el libro, el capit¨¢n Haddock adquir¨ªa una obra contempor¨¢nea para exhibirla en el castillo de Moulinsart: una hache de plexigl¨¢s firmada por el artista jamaicano Ramo Nash. Mientras, el villano de la historia pretend¨ªa matar a Tint¨ªn cubri¨¦ndolo de poli¨¦ster l¨ªquido y transform¨¢ndolo en una de las conocidas compresiones del escultor C¨¦sar Baldaccini. Un final que habr¨ªa sido significativo: el arte intentaba matar al c¨®mic, pero al final no pod¨ªa con ¨¦l.
¡°Enfriar el dibujo¡±: as¨ª naci¨® la l¨ªnea clara
La exposici¨®n en el Grand Palais, que permanecer¨¢ abierta hasta el 15 de enero, recorre la influencia de las distintas disciplinas art¨ªsticas en los c¨®mics de Herg¨¦, como la literatura (su afici¨®n por las intrigas y atm¨®sferas novelescas) y el cine (su gusto por la elipsis, el macguffin y los gags de pel¨ªcula muda). Sin olvidar el grafismo: su experiencia en publicidad le hizo priorizar la simplicidad y la claridad del mensaje que aspiraba a transmitir, y tambi¨¦n la limpidez gr¨¢fica que dar¨¢ lugar a la llamada l¨ªnea clara, de contornos marcados con l¨ªneas negras y bloques de color sin claroscuros ni degradados.
Sin embargo, decenas de dibujos preparatorios para sus ¨¢lbumes revelan las horas de trabajo que se encontraba detr¨¢s de su trazo decidido y aparentemente espont¨¢neo. Herg¨¦ no dibujaba de un tir¨®n, sino que multiplicaba croquis y esbozos, que revelan a un genio algo torturado. "Dibujo con el l¨¢piz, y luego tacho, y vuelvo a empezar hasta que est¨¦ satisfecho. A veces, hasta agujereo el papel de tanto trabajar sobre un personaje", sostiene Herg¨¦ en una cita inscrita en una de las paredes de la muestra. Sus vi?etas, que se contaban a 700 por ¨¢lbum, eran una versi¨®n pasada a limpio de ese largo proceso creativo. Herg¨¦ lo llamaba "enfriar el dibujo". Para este antiguo boy scout, reconocido cat¨®lico y conservador, la tensi¨®n entre la pulcritud de la superficie y las pulsiones oscuras era un asunto tan formal como moral. Herg¨¦ fue partidario de un orden que lograra suprimir el ruido ambiente, que no era capaz de soportar. Una an¨¦cdota incluida en la reveladora biograf¨ªa que Pierre Assouline public¨® en 1996 da fe de ello. A finales de los 40, el dibujante decidi¨® adoptar un ni?o. Termin¨® devolvi¨¦ndolo pocas semanas m¨¢s tarde, argumentando que causaba demasiado alboroto.
La exposici¨®n no se detiene demasiado en los cap¨ªtulos m¨¢s conflictivos de su biograf¨ªa. Pasa de puntillas sobre el peor: su actitud durante la invasi¨®n nazi, entre la indiferencia y la colaboraci¨®n, y su estrecha relaci¨®n con su mentor Norbert Wallez, un religioso que abog¨® por anexionar B¨¦lgica a la Renania alemana y fue condenado tras la Liberaci¨®n. En ese aspecto, Herg¨¦ es un personaje indescifrable: antes de la guerra firm¨® un par de vi?etas antihitlerianas, pero despu¨¦s exhibi¨® alg¨²n tic antisemita: en La estrella misteriosa, publicado durante la guerra, el villano es un banquero jud¨ªo de pronunciada nariz. Y los hombres que participan en la expedici¨®n cient¨ªfica proceden de pa¨ªses alineados con Alemania o bien neutrales, como Suiza, Portugal y Espa?a (el doctor "Porfirio Bolero y Calamares, de la Universidad de Salamanca"). "Esta es una muestra consagrada al Herg¨¦ artista. No es una exposici¨®n biogr¨¢fica ni un tribunal hist¨®rico. Hemos querido analizar su imaginario, su estilo y su arte, y no sus opiniones pol¨ªticas ni lo que suced¨ªa dentro de su cama", se defiende el comisario de la exposici¨®n, J¨¦r?me Neutres. Se dir¨ªa que, como el propio autor, la muestra tambi¨¦n ha querido "enfriar el dibujo".
Babelia
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