El moderno antimoderno
Antes de 'Las flores del mal', Charles Baudelaire ejerci¨® de cr¨ªtico de arte. Una exposici¨®n en Par¨ªs revisa ahora sus gustos pict¨®ricos y sus aversiones est¨¦ticas
Para saber si un lienzo pose¨ªa alg¨²n valor, Charles Baudelaire contaba con un m¨¦todo infalible. ¡°La mejor manera de saber si un cuadro es melodioso es observarlo lo suficientemente lejos para no entender cu¨¢l es su tema ni cu¨¢les sus l¨ªneas. Si es melodioso, tendr¨¢ un sentido y ya habr¨¢ tomado el lugar que le corresponde en el repertorio de los recuerdos¡±, dej¨® escrito. Con este instintivo procedimiento, el joven Baudelaire recorri¨® los salones del Par¨ªs decimon¨®nico, haci¨¦ndose un nombre como cr¨ªtico de arte antes de que la publicaci¨®n de Las flores del mal (1857) sembrara el p¨¢nico en la literatura, le reportara una condena por ofensa a la moral p¨²blica y lo elevara a la categor¨ªa de padre fundador de la poes¨ªa moderna.
En las ¨²ltimas d¨¦cadas, la rehabilitaci¨®n del personaje y la reevaluaci¨®n de su obra m¨¢s all¨¢ de esa fundamental antolog¨ªa han logrado generar inter¨¦s por los rincones menos llamativos de su producci¨®n, como esos art¨ªculos firmados como cr¨ªtico. Una exposici¨®n en el Museo de la Vida Rom¨¢ntica en Par¨ªs, en el barrio de Pigalle, propone ahora una experiencia in¨¦dita: comparar sus escritos sobre el arte con los cuadros que los suscitaron, coincidiendo con el 150? aniversario de su muerte. Una primera mirada a los lienzos denota cu¨¢l fue la cultura visual de un tiempo pict¨®ricamente revuelto. En ¨¦l, convivieron los ¨²ltimos coletazos del viejo romanticismo de Victor Hugo, la apoteosis realista que consagr¨® a Courbet y la generaci¨®n ascendente que encabezaba Manet. En esa encrucijada de estilos y sensibilidades, Baudelaire defendi¨® un romanticismo modernizado. ¡°El gran artista ser¨¢, para el cr¨ªtico razonable y apasionado, el que unir¨¢, a la condici¨®n exigida de la ingenuidad, un m¨¢ximo de romanticismo posible¡±, dej¨® escrito. Y, para Baudelaire, quien dec¨ªa romanticismo ¡°dec¨ªa modernidad; es decir, intimidad, espiritualidad, color y aspiraci¨®n al infinito¡±.
Alej¨¢ndose gradualmente de la cr¨ªtica como inventario descriptivo de cuadros, Baudelaire acab¨® abogando por una cr¨ªtica de sesgo l¨ªrico. ¡°A partir del Sal¨®n del Louvre de 1845, el segundo sobre el que escribi¨®, propuso textos m¨¢s elaborados y po¨¦ticos. Para Baudelaire, la mejor cr¨ªtica era un soneto o una eleg¨ªa¡±, afirma el director del museo parisiense y comisario de esta muestra, J¨¦r?me Farigoule. El poeta no dice nada distinto en sus escritos: ¡°La mejor cr¨ªtica no es fr¨ªa ni algebraica. No es de las que, bajo el pretexto de explicarlo todo, no contienen ni odio ni amor, y se despoja voluntariamente de cualquier temperamento¡±.
A lo largo de la visita saltan a la vista sus gustos y aversiones. Por ejemplo, aborrec¨ªa el academicismo de Vernet y encontraba al mismo Scheffer algo ¡°triste¡±. Elogi¨® La gran odalisca, de Ingres, considerando que el pintor nunca era ¡°tan feliz y poderoso que al tener delante una joven belleza¡±. Pero, en otras ocasiones, tambi¨¦n lo encontr¨® ¡°pedante¡±. En general, Baudelaire prefiri¨® a nombres de segunda fila, como Tassaert, Haussolier, Chazal o George Catlin, cuyos retratos de indios le fascinaron. Consideraba que todos ellos anunciaban ¡°el viento que soplar¨¢ ma?ana¡±. En cualquier caso, su verdadero favorito fue un viejo maestro como Delacroix, al que tild¨® de ¡°heredero de la gran tradici¨®n¡± y digno sucesor de los viejos maestros.
El poeta detestaba que la pintura de sus contempor¨¢neos fuera ¡°demasiado particularista o demasiado generalizadora¡±. Como si se debatiera entre el mimetismo est¨¦ril de las modas y un idealismo exagerado, carente de referentes de la vida cotidiana. Para Baudelaire, el arte deb¨ªa reflejar, a la vez, lo eterno y lo transitorio. Reflej¨® esa noci¨®n en sus escritos sobre el ¡°pintor de la vida moderna¡±, publicados en tres partes en Le Figaro en 1859 y 1860. Termin¨® encontr¨¢ndolo en un pintor semidesconocido, Constantin Guys, acuarelista e ilustrador que sol¨ªa inmortalizar ceremonias militares y otros acontecimientos mundanos. Y no, en cambio, en Manet, a quien siempre desde?¨® ligeramente, pese a que contara con todos los atributos necesarios para responder a esa definici¨®n.
¡°El gran artista ser¨¢¡±, aventur¨® el poeta, ¡°el que una a la condici¨®n exigida de la ingenuidad un m¨¢ximo de romanticismo¡±
Baudelaire odi¨® el Par¨ªs de su ¨¦poca, pero vivi¨® en ¨¦l hasta su muerte. Despreci¨® la prensa, pero no dej¨® de colaborar en ella, y tambi¨¦n las primeras formas industriales de creaci¨®n art¨ªstica, como la fotograf¨ªa, que consideraba casi sacr¨ªlega por copiar la realidad con excesiva fidelidad. Para ¨¦l, la imaginaci¨®n del artista deb¨ªa trascender lo real. De sus textos como cr¨ªtico se desprende que encarn¨® a la perfecci¨®n ¡°la figura del moderno antimoderno¡±, como sostiene Antoine Compagnon, catedr¨¢tico de Literatura en el Coll¨¨ge de France, que lo sit¨²a en la misma lista que Chateaubriand y De Maistre, el mis¨¢ntropo contrarrevolucionario con el que Baudelaire termin¨® simpatizando al final de su vida; una categor¨ªa que m¨¢s recientemente ocuparon Julien Gracq o Roland Barthes. Si su sensibilidad resulta extra?amente contempor¨¢nea, es porque prefigura ¡°la sospecha posmoderna respecto a la modernidad¡±, concluye Compagnon.
L¡¯oeil de Baudelaire. Museo para la Vida Rom¨¢ntica. Par¨ªs. Hasta el 29 de enero de 2017.
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