¡°Es una pena que tan poca gente se acerque al ensayo¡±
El responsable de la editorial Dioptr¨ªas, Miguel ?ngel Serna, busca conquistar al lector con libros de no-ficci¨®n cercanos y accesibles
Existe una misteriosa relaci¨®n entre la escritura y la ceguera. Es sorprendente la cantidad de buenos escritores invidentes que rebosan en las estanter¨ªas de ¡®cl¨¢sicos¡¯: desde uno de los padres de la literatura ¨CHomero-, hasta nombres tan impresionantes como John Milton, Jorge Luis Borges, Aldous Huxley, James Joyce, Jean Paul Sartre o nuestro Benito P¨¦rez Gald¨®s. Es una ilusi¨®n rom¨¢ntica pensar que a todos ellos se les fueron apagando los ojos conforme m¨¢s p¨¢ginas le¨ªan. Algo as¨ª como una relaci¨®n inversamente proporcional y, sin duda, macabra. Pero no es verdad que todos se volvieron ciegos por culpa de los libros. Algunos ya nacieron sin vista. Pero esos otros que antes de ser ciegos fueron ferozmente miopes, consum¨ªan dioptr¨ªas con la misma voracidad con la que el mar se va tragando islas.
Una obsesi¨®n semejante debi¨® asaltar a Miguel ?ngel Serna cuando bautiz¨® hace un par de a?os a su editorial con el nombre ¡®Dioptr¨ªas¡¯, una joven propuesta centrada en el ensayo y en la no-ficci¨®n: ¡°Es una pena que tan poca gente se acerque al ensayo. Es verdad que muchos de ellos son muy acad¨¦micos y espec¨ªficos, por eso nosotros intentamos buscar ensayos m¨¢s cercanos y accesibles¡±, advierte Serna. Casi como hijo predilecto de Michel de Montaigne -el escritor que, encerrado en una torre, invent¨® el g¨¦nero del ensayo-, Serna dota a su l¨ªnea editorial de un ins¨®lito atributo: ¡°Cada a?o buscamos un hilo conductor en los libros que publicamos. El primer a?o quisimos investigar sobre las relaciones entre realidad, ficci¨®n, verdad, mentira, escritura, lectura y en este a?o nos queremos preguntar qu¨¦ pasa cuando eres un ser finito y te vas a morir¡±, explica el editor, que concibe la confecci¨®n de su cat¨¢logo como un gran relato en continua construcci¨®n. No cabe duda que el ensayo est¨¢ gozando de una cierta afecci¨®n en los ¨²ltimos tiempos, aunque sin llegar a las cotas que alcanza la novela. Se trata de un g¨¦nero h¨ªbrido en el que resulta c¨®modo y sencillo mezclar elementos biogr¨¢ficos, po¨¦ticos, period¨ªsticos o de pensamiento. ?Y si la realidad fuera una ficci¨®n que nos ayuda tambi¨¦n a entender las otras ficciones?
Miguel ?ngel Serna ten¨ªa muy claras sus vocaciones desde peque?o. Ten¨ªa exactamente tres. Todas relacionadas con los libros: ¡°De peque?o quer¨ªa ser escritor, editor o librero. Vi que ser escritor era algo absolutamente imposible. Igual de imposible pero m¨¢s caro era ser librero. Ser editor estaba en el punto medio de la democracia absoluta y la ruina empresarial. As¨ª que decid¨ª ser editor¡±.
En ese camino ha habido alegr¨ªas (¡°Jam¨¢s pens¨¦ que podr¨ªa editar a autores como Thomas Mann, Giorgio Manganelli o Anne Carson¡±), pero tambi¨¦n los obst¨¢culos t¨ªpicos del sector: se publica mucho, se vende poco. ¡°En Espa?a hay el p¨²blico que hay. Y el que hay es bueno, pero no es mucho¡±. Como suele ocurrir habitualmente, en los gustos literarios habita una cierta contradicci¨®n: ¡°Sobre una monta?a, de John D¡¯Agata fue el primer libro que editamos. Es al que m¨¢s cari?o tengo pero el que peor ha funcionado. Estas cosas pasan¡±. Quiz¨¢s sea una obra de culto -Los niveles del juego, John McPhee- la que m¨¢s prestigio ha otorgado a la editorial, pues tuvo la fortuna de poseer un prescriptor inmejorable: el escritor norteamericano David Foster Wallace.
Ya al final del encuentro en la librer¨ªa Tipos Infames, Miguel ?ngel Serna pone en cuesti¨®n la pregunta que enmarca esta secci¨®n: ?Por qu¨¦ creer en los libros? ¡°Est¨¢ por verse eso de que los libros sean necesarios. Conozco a mucha gente estupenda, mejor que yo, que vive sin leer y a la que no le pasa absolutamente nada. Igual los que tenemos un problema somos los que tenemos que depender de unos objetos raros en los que otra gente ha ido poniendo cosas para estar vivos¡±. El editor hace una pausa, respira hondo, entrecierra los ojos y concluye: ¡°Una vez dicho eso, yo s¨¦ que si no tuviera libros me tirar¨ªa por un puente¡±.
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