El Cid recupera el cr¨¦dito de Madrid
Decepcionante corrida de Adolfo Mart¨ªn, descastada, apagada y de aburrid¨ªsima nobleza
Lo que son las cosas. Manuel Jes¨²s El Cid era hasta hace unos d¨ªas un torero en franco declive, derrotado y hundido, y le han bastado dos tardes triunfales en Santander y Logro?o para que parezca otro. Ha resurgido de sus propias cenizas, y ayer, en Las Ventas, se ha dejado ver como lo que ha sido, un torero maduro, hondo, reposado y artista. No hab¨ªa m¨¢s que verlo andar por la plaza; la forma de salir de la cara del toro, las pausas, los desplantes y su propio semblante denotaban que se sent¨ªa diferente, fortalecido y retador, confiado y relajado; justamente, lo que le ha faltado en los ¨²ltimos tiempos.
No triunf¨® porque la corrida de Adolfo Mart¨ªn, otrora referente del toro fiero y encastado, fue aburridamente noble, apagada, y muy corta de casta y fortaleza; aun as¨ª, se pudo ver a un torero diferente, ilusionado al menos, asentado y sin prisas. No hubo lucimiento con el capote porque su lote no lo permiti¨®, pero cit¨® de largo a su primero, de dulzona embestida, y dibuj¨® un par de tandas de derechazos estimables de los que el animal sal¨ªa con la cara alta. El p¨²blico le pidi¨® que tomara la izquierda, pero por ese lado el tono del toro se vino abajo, surgieron los enganches y la faena no consigui¨® levantar el vuelo.
Mart¨ªn/Rafaelillo, El Cid, Morenito
Toros de Adolfo Mart¨ªn, bien presentados, cumplidores en varas, nobles, descastados y apagados.
Rafaelillo: estocada y un descabello (ovaci¨®n); pinchazo y gran estocada (ovaci¨®n).
Manuel Jes¨²s El Cid: estocada (ovaci¨®n); pinchazo -aviso- media y un descabello (ovaci¨®n).
Morenito de Aranda: dos pinchazos (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).
Plaza de Las Ventas. Tercera y ¨²ltima corrida de la Feria de Oto?o. 2 de octubre. Casi lleno.
El quinto acudi¨® de lejos al caballo con escaso lucimiento; brind¨® El Cid a la concurrencia y corri¨® el rumor que se presagiaba faena. Dos tandas con la derecha, reposadas y el toro humillado, despertaron la esperanza. Pero la tenue vela de la casta se apag¨® cuando lo cit¨® con la mano zurda. Ya no hubo m¨¢s que detalles que no consiguieron retener la incipiente emoci¨®n inicial. Se sinti¨® decepcionado el torero, -es natural, como todos-, porque la plaza entera hab¨ªa llegado al convencimiento de que El Cid ven¨ªa a ganar otra batalla, y no fue posible. Quede, sin embargo, la alegr¨ªa de la vuelta del hijo pr¨®digo, admirado y respetado por Madrid, que lo ha acogido de nuevo en su seno.
Hab¨ªa comenzado el festejo con la ilusi¨®n de un toro que se movi¨® en el capote de Rafaelillo, cumpli¨® en varas y acudi¨® con presteza en los primeros compases por abajo de la faena de muleta. Humill¨®, embisti¨® con fijeza, prontitud y nobleza, al tiempo que a la labor del torero le faltaba hondura. Pero se orient¨® con prontitud y embisti¨® con la cara a media altura, en un buen inicio de cada pase y un deslucido remate. Fue, quiz¨¢, un toro interesante para el p¨²blico, pero poco pr¨¢ctico para Rafaelillo, m¨¢s experto en lidias brillantes ante toros ¨¢speros con cuernos que ante una nobleza desabrida. Total, que la plaza despidi¨® al toro con una ovaci¨®n y las opiniones se dividieron sobre la gesti¨®n del torero.
No destac¨® el cuarto por su viveza, -dulce y hueco como los dem¨¢s-, y Rafaelillo se entretuvo en mostrar decisi¨®n y entrega ante un animal que aceptaba dos muletazos, se colaba en el tercero y desluc¨ªa la reuni¨®n.
Morenito de Aranda pas¨® los nervios de las v¨ªsperas, se visti¨® de torero, se present¨® en la plaza, mat¨® los dos toros que le correspondieron y se march¨®. No tuvo un d¨ªa de suerte porque sus dos toros fueron inservibles. El primero, blando, soso y muy descastado, no quer¨ªa m¨¢s que morirse cuanto antes, y el otro acud¨ªa al cite con la cara por las nubes y no le permiti¨® un solo muletazo estimable. Lo intent¨® el hombre con su mejor intenci¨®n, pero nada fue posible.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.