El divo moderno
Juan Diego Fl¨®rez ofrece en el Real un espect¨¢culo que a¨²na rigor belcantista y compromiso social
Al divo moderno le traen al pairo las rigideces y la insipidez protocolaria. Pero eso no quiere decir que menosprecie el rigor. Siempre que se presente mezclado convenientemente con una fiesta. A poder ser, latina. Juan Diego Fl¨®rez (Lima, 1976) lleva 20 a?os sobre los escenarios. Sin bajar de la cumbre como tenor l¨ªrico desde que la fortuna se le cruzara en el camino y tuviera que hacer una sustituci¨®n en el Festival de Pesaro para cantar Le Comte Ory (Rossini).
En este tiempo ha aprendido a entenderse como una especie ¨²nica. Se ha sacrificado para una constante entrega que en el pasado le constre?¨ªa y le pesaba un tanto, pero de la que hoy se ha liberado. Ahora, en mitad de su espl¨¦ndida madurez, parece que ha decidido disfrutar un poco m¨¢s de la m¨²sica que siente y transforma en una muy personal manera de concebir lo que domina.
Y ese es un apartado que abarca mucho: desde un impecable Rossini a Chabuca Granda y de los rom¨¢nticos franceses o el neoclasicismo de Gluck al bolero y al son cubano. Su capacidad para poner en valor el sano eclecticismo resulta tan natural, que asombra como aporta swing a Donizetti con la misma destreza que entona un do de pecho para un cha cha cha.
Si a esto le a?adimos un fuerte compromiso social, fiel a los or¨ªgenes callejeros que en la Lima de los a?os setenta y ochenta le vieron crecer y formarse a fuerza de diversos golpes, nos sale una ecuaci¨®n vigorosa, sorprendente: un ejemplo de complejo artista muy acorde con las posibilidades que ofrece para la m¨²sica el siglo XXI.
Su paisano Vargas Llosa certific¨® que ya le acompa?a una biograf¨ªa de leyendas y mitos, "gran parte de los cuales son verdad"
Lo present¨® Mario Vargas Llosa. El premio Nobel paisano suyo certific¨® que ya le acompa?a una biograf¨ªa de leyendas y mitos, "gran parte de los cuales son verdad". Le acompa?¨® Pablo Mielgo al frente de la Orquesta Sinf¨®nica de Baleares. Le patrocinaba Telef¨®nica, junto a la que se ha unido como embajador en una alianza que funde m¨²sica y tecnolog¨ªa. Se ali¨® en el escenario con la soprano Marina Monz¨® y la mezzo Karine Deshayes, para demostrar la frescura que requiere Rossini en las puestas de largo. Y agarr¨® su guitarra en las propinas para enternecer al p¨²blico con un popurr¨ª de canciones peruanas. Las que le ense?aba de ni?o un padre m¨²sico, no muy pendiente de las obligaciones familiares.
Todo ello lo hizo con un prop¨®sito: recaudar fondos para Sinfon¨ªa por el Per¨², la iniciativa que puso en marcha hace cinco a?os y que hoy, con 6.000 alumnos en sus aulas atados a la tabla de salvaci¨®n que supone un viol¨ªn, un clarinete, un contrabajo¡ sortean la maldici¨®n y las estrecheces de la pobreza en busca de un futuro mejor.
Junto a ellos, en conexi¨®n digital con el nuevo centro que ha abierto Sinfon¨ªa por el Per¨² en Lima, enton¨® dos veces La donna e mobile. Repiti¨® el aria verdiana de Rigoletto, no por aclamaciones, sino porque entr¨® tarde en la primera y le dio la gana redondearla bien a la segunda. Para entonces, hab¨ªa ya llevado tanto el espect¨¢culo a lo que le conven¨ªa que nadie ¡ªni el mayor de los puristas¡ª se lo tom¨® en cuenta.
Fl¨®rez anda ya tan por encima del bien y del mal. Ha dejado para la historia l¨ªrica tantas marcas ¡ªincluidos bises en la Scala que nadie ofrec¨ªa desde hac¨ªa m¨¢s de 70 a?os¡ª que impone su ley como le parece. Y esta responde a una curiosa mezcla de espontaneidad y respeto a lo que le ha hecho grande. Entre otras cosas, su dedicaci¨®n muy severa y exclusiva a los repertorios exigentes del belcantismo o la ¨®pera francesa.
De ambas ofreci¨® prueba centrado en Rossini, Offenbach y Massenet. Tambi¨¦n dej¨® clara su personalidad al entonar alejado de la languidez y la nostalgia J¡¯ai perdu mon Eurydice, de Gluck, y convertirla en un aria, a su criterio, tensa y rabiosa. Son los gloriosos y justificados caprichos de una figura a la altura de los tiempos. El perfecto ejemplo del divo moderno.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.