La belleza y el eremita
Autor de intrincadas y desafiantes propuestas de cine, Duque, cuando se impone el deber del retratista, deja que sea su personaje quien centre el discurso
Embrujado por la m¨²sica que escuch¨® en una pel¨ªcula de la ucraniana Kira Muratova y por la sorprendente imagen de su compositor, improvisando al piano con una bolsa cubri¨¦ndole la cabeza en un v¨ªdeo de YouTube, el cineasta venezolano afincado en Espa?a Andr¨¦s Duque viaj¨® a San Petersburgo con el fin de conocer al exc¨¦ntrico y esquivo Oleg Karavaychuk, un enigma atrincherado en su propio genio. El director tard¨® m¨¢s de un mes en ganarse la confianza de su objetivo, a lo largo de un tiempo de espera que, si uno fantasea, quiz¨¢ podr¨ªa asemejarse al que extenuaba a ese an¨®nimo personaje kafkiano que centraba el pr¨®logo de El proceso (1962) de Orson Welles: en este caso, no obstante, las puertas que franqueaban la entrada al misterio se abrieron, como, en su d¨ªa, lo hab¨ªan hecho las del particular Neverland de Iv¨¢n Zulueta, protagonista del otro gran trabajo de Duque en el muy delicado arte del retrato elocuente y responsable: Iv¨¢n Z (2004).
OLEG Y LAS RARAS ARTES
Direcci¨®n: Andr¨¦s Duque.
Documental
G¨¦nero: retrato. Espa?a, 2016
Duraci¨®n: 70 minutos.
Autor de intrincadas y desafiantes propuestas de cine situado entre lo po¨¦tico y lo ensay¨ªstico ¨CColor perro que huye (2011) y Ensayo general para Utop¨ªa (2012)-, Duque, cuando se impone el deber del retratista, deja que sea su personaje quien centre y determine el discurso. As¨ª, el plano que abre la pel¨ªcula, con Oleg acerc¨¢ndose lentamente al objetivo a trav¨¦s de un largo pasillo del Hermitage, marca la pauta de un trabajo que ofrece acceso privilegiado a los singulares razonamientos del artista, a sus m¨¦todos y a su filosof¨ªa creativa. ¡°Mis melod¨ªas son inc¨®modas, pero son geniales¡± afirma este creador, fallecido el pasado mes de junio, que necesitaba tocar a diario el piano de Nicol¨¢s II y al que Duque, muy lejos de quienes le apodaron ¡°el compositor loco¡±, contempla como eremita entregado a la belleza trascendente.
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