Lo impecable ante el abismo

La infancia est¨¢ abocada a no pocos abismos. Por ejemplo, el de la incomprensi¨®n y el matonismo escolar. O el de una madre gravemente enferma. El protagonista de Un monstruo viene a verme, tercer largometraje de Juan Antonio Bayona, se asoma a ambos, y convoca cada noche a su propio monstruo, y no uno cualquiera: este pretende nada menos que "la verdad". Con semejante material, el director de El orfanato y Lo imposible ha compuesto una pel¨ªcula que a (casi) todos les parecer¨¢ impecable. Y a este cr¨ªtico tambi¨¦n. Pero lo impecable algunas veces se da de bruces con su propio interior, con sus subtextos y sus mensajes, con sus interioridades verdaderamente dolorosas, y no superficialmente lacrim¨®genas.

Un monstruo viene a verme es una obra pulcra y met¨®dica, brillante desde lo bello, que encaja mal con la enfermedad. La agon¨ªa, y los demonios que esta provoca, tanto en la propia criatura que mira de frente a la muerte como en los que lo sufren a su alrededor, tiene poco de pulcro y de met¨®dico, y s¨ª mucho de ¨¢spero y de terrible. Tan met¨®dica es que incluso el guion, de Patrick Ness, el autor del libro en que se basa, explicita su estructura ("Te voy a ir contando tres historias y al final t¨² me contar¨¢s la tuya", dice el monstruo al ni?o), y hasta Bayona adelanta su imagen simb¨®lica del cl¨ªmax final (el cr¨ªo agarrando una mano que se despe?a por el precipicio).

En el lado positivo, que lo tiene, y abundante, Bayona demuestra un enorme gusto para el tratamiento de la luz y los ambientes; tambi¨¦n de la puesta en escena y, salta a la vista, hay un magn¨ªfico trabajo en los efectos especiales. Adem¨¢s, vuelve a demostrar su m¨¢gica mano para la direcci¨®n de actores infantiles. Los cr¨ªos de Bayona, como este portentoso Lewis MacDougall, siempre alcanzan el tono justo, y eso no es nada f¨¢cil. Respecto a las animaciones que punt¨²an el relato con precisi¨®n suiza (otra vez, demasiada precisi¨®n), los dise?os son hermosos, pero no tanto su puesta en la pantalla, cargante por monocorde, con dos ¨²nicos sistemas: planos-secuencia unidos por im¨¢genes en negro; y simulacros de zoom-out (o zoom-in), partiendo de un primer plano hasta cerrar en una imagen general (o viceversa). Una y otra vez, sin montaje por corte.

Demasiado estructurado y anunciado, el relato de Bayona est¨¢ lejos del abismo que nos convoca con nuestra propia verdad, no ya la que pide el monstruo al cr¨ªo, sino la que llama a nuestros demonios como espectadores. Para los poseedores de una cierta sensibilidad (que cada uno tiene la suya), la verdad ser¨¢ un cargamento de l¨¢grimas. Para otros, y ah¨ª se sit¨²a el que esto escribe, la verdad ser¨¢ un gran producto que no conmueve por exceso de precisi¨®n narrativa.