El ¨²ltimo trabajo de Lou Reed
Un cofre junta 16 de los ¨¢lbumes que el neoyorquino public¨® entre 1972 y 1986, ahora potenciados por una remasterizaci¨®n brillante
En sus ¨²ltimos tiempos, Lou Reed (1942-2013) dej¨® de hacer canciones. Aparte de la colaboraci¨®n con Metallica, prefer¨ªa trenzar m¨²sica instrumental, en un arco que abarcaba del ruidismo al ambient. Pero no renunci¨® al cuidado de su obra. Con el respaldo de Julian Schnabel, en funciones de escen¨®grafo y cineasta, rescat¨® su disco m¨¢s sombr¨ªo, Berlin. Tambi¨¦n supervis¨® la recuperaci¨®n de su discograf¨ªa para RCA y Arista, que ahora nos llega en un mazacote de aspecto funerario, con su p¨®ster gigante y su libro de pasta dura.
Hal Willner, productor responsable del proyecto, escribe all¨ª que, escuchando las presentes remasterizaciones, Lou se emocionaba reconociendo detalles que quedaban ocultos en los vinilos; cuatro meses despu¨¦s, estaba muerto. Para compensar la ausencia de sus comentarios, se a?aden fragmentos de entrevistas; son apasionantes, pero no olviden que Reed cultiv¨® una relaci¨®n antag¨®nica con los periodistas y rara vez articul¨® su proyecto art¨ªstico. En 1984 finalmente argument¨® que su discograf¨ªa era el equivalente sonoro de la Gran Novela Americana. As¨ª que aqu¨ª tenemos el tomo correspondiente a los a?os setenta y mitad de los ochenta.
Lo cual no ayuda mucho. Ya sab¨ªamos que Lou pose¨ªa una cultura superior a la del rockero medio y que intent¨® aplicar ense?anzas de Delmore Schwartz, Chandler o Burroughs al formato canci¨®n. Pero eso no explica su frustrante trayectoria: alcanz¨® pronto su cima comercial (Transformer, 1972), gracias al savoir faire de David Bowie y Mick Ronson; hubo luego aciertos ocasionales, entre los experimentos sonoros y las concesiones a la moda-del-momento.
Su personaje p¨²blico nos fascinaba: el neoyorquino impasible, mezcla de escorpi¨®n y animal de compa?¨ªa. Se empe?¨® en asegurar que viv¨ªa intensamente (¡°una semana m¨ªa es m¨¢s que un a?o tuyo¡±) y le costar¨ªa convencernos de que pod¨ªa ser una persona emp¨¢tica, sensibilizada por problemas sociales y asuntos del coraz¨®n. Esas reencarnaciones no aceleraban tanto el pulso.
Hoy sabemos que se exageraba la leyenda del Despiadado Yonqui Bisexual. Sin embargo, fueron miles los que se dejaron arrastrar por la pose, con resultados tr¨¢gicos. Mucho despu¨¦s, rebosando ira, Lou se preguntar¨ªa si aquellos desdichados no sab¨ªan distinguir entre el actor y el individuo. Pero el mito del rock asegura que se cantan vivencias. En el caso de Lou, ese equ¨ªvoco supon¨ªa una minusvaloraci¨®n de su capacidad creativa. Y de su ambici¨®n musical, evidenciada en la sucesi¨®n de extraordinarios instrumentistas que tuvo a su servicio.
El silencio de los muertos, de tantos muertos, permite ahora escuchar todos estos discos sin lastres y comprobar que s¨ª, que, incluso cuando estaba picajoso o bajo de inspiraci¨®n, su m¨²sica conten¨ªa los suficientes ganchos para mantener la atenci¨®n, el pasmo ante su autor.
Con todo, vamos a quejarnos. Esta colecci¨®n resulta incompleta: faltan dos directos, Lou Reed Live y Live in Italy. Se han quedado fuera muchas rarezas y, caramba, las letras. Puedo imaginarme la respuesta de Lou ante esas objeciones: ¡°Nunca dije que iba a ponerlo f¨¢cil¡±. As¨ª que vamos a quedarnos con una historia que cuenta Hal Willner. Le visit¨® en sus d¨ªas finales y le estuvo pinchando m¨²sica. Willner sab¨ªa sus gustos y col¨® algunas de sus piezas favoritas. En un momento, a Lou se le escaparon las l¨¢grimas. Tipo duro, necesit¨® disculparse: ¡°Es que soy altamente susceptible a la belleza¡±.
Lou Reed The RCA & Arista Album Collection Legacy / Sony
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