La fuerza del cari?o

Todo por la causa. Todo por el objetivo del festival. Con un p¨²blico que no regate¨® esfuerzos para sumar voluntades y que siempre estuvo de parte de los toreros. Y del ni?o Adri¨¢n, que no olvidar¨¢ las muestras de cari?o de la gente y de los propios lidiadores. Los siete espadas brindaron sus actuaciones a Adri¨¢n, aquejado de una grave enfermedad, que acompa?¨® a los toreros en el pase¨ªllo y en las vueltas al ruedo, y recibi¨® continuas manifestaciones de afecto.

Se contaba de antemano con la generosidad en este tipo de festejos, pero al palco se le fue la mano y hubo excesiva facilidad a la hora de conceder trofeos. Una sinraz¨®n en algunos casos, que desvirtu¨® la supuesta seriedad de la lidia. Las siete faenas tuvieron su eco en el tendido, aunque no todas fueron de calado real y verdadero. La m¨¢s rotunda y tambi¨¦n la m¨¢s redonda la hizo Gin¨¦s Mar¨ªn al sexto de la tarde. Desde el capote, de salida y en el quite, hasta la estocada final, un Mar¨ªn plet¨®rico. Avasallador. Y buen torero. La faena la abri¨® con una arrucina de rodillas y lo que sigui¨® fue siempre a lo grande. Con la plaza volcada, Mar¨ªn dict¨® una gran lecci¨®n de toreo sobre ambas manos ante una res tambi¨¦n entregada a la causa. La estocada, aunque perdi¨® la muleta, fue de efectos fulminantes y los m¨¢ximos trofeos fueron a sus manos. A la vista de los regalos en los turnos anteriores, el rabo pareci¨® la cosa m¨¢s normal.

De las otras seis faenas, las de Ponce y Rom¨¢n tuvieron cuerpo y esencia. Muy meritoria la del primero, que incluso salv¨® el f¨ªsico en una voltereta sorpresa. La suya fue una labor paciente, de consentir mucho al de Daniel Ruiz, y de momentos brillantes. La de Rom¨¢n, cargada sobre la mano izquierda, tuvo tambi¨¦n fundamento, aunque a la hora de matar se diluyera la cosa.

El resto fue de mayor folclore. El Soro encontr¨® un muy noble astado de Luis Algarra y estuvo a gusto con ¨¦l, con muchos gui?os al p¨²blico, en faena de galer¨ªa sin disimulo. En banderillas, cumpli¨®. Vicente Barrera no olvid¨® su toreo vertical, aunque la suya fue una labor fr¨ªa que no lleg¨® tanto al tendido. Rafaelillo pech¨® con uno de Fuente Ymbro que no estuvo por la labor. El murciano se justific¨®, pero fall¨® m¨¢s de la cuenta a la hora de matar. El novillero Fernando Beltr¨¢n cerr¨® la funci¨®n con otro de Fuente Ymbro que acus¨® el castigo en varas. Cumpli¨® voluntarioso.