Iberm¨²sica: Desde Rusia con ardor

Se ha iniciado el curso para Iberm¨²sica con un concierto protagonizado por la Orquesta de Cadaqu¨¦s y el siempre estimulante estreno mundial de una obra espa?ola, las Tres pinturas velazque?as de Jes¨²s Torres. Pero, tras estos datos, el resto del programa ha constituido un canto a la m¨²sica rusa, en programa y en director y solista.

La batuta, en efecto, ha estado en manos del formidable Vasily Petrenko, uno de los hist¨®ricos ganadores del concurso de direcci¨®n orquestal de esta orquesta, pero que se presentaba por primera vez en el ciclo madrile?o. Tambi¨¦n era la primera vez para la mezzo Olga Borodina, con lo que el veterano ciclo afianza su renovaci¨®n.

La Orquesta de Cadaqu¨¦s, tiene un tama?o medio, una cuarentena de m¨²sicos con 24 cuerdas. Es un formato peliagudo que se sostiene si hay buenas prestaciones de los atriles. Afortunadamente este es el caso y el resultado suele ser un instrumento d¨²ctil y flexible que reacciona muy bien a indicaciones directoriales. Esta qu¨ªmica ha funcionado muy bien de la mano de Petrenko y ha servido un concierto de alto voltaje gracias a un repertorio muy bien elegido.

Se abr¨ªa el concierto con el estreno de Torres, obra ganadora del Concurso de composici¨®n de la AEOS y que lleva consigo la interpretaci¨®n de la obra por todas las orquestas de la asociaci¨®n. Y no ser¨¢ sencillo que el resto de orquestas mejoren sustancialmente este estreno. Torres brinda una materia musical forjada en las texturas de un material musical muy bien elegido, ideal para mostrarse como an¨¢logo a la pintura velazque?a que homenajea en tres de sus grandes cuadros: La Venus del espejo, Cristo crucificado y El triunfo de Baco. Es una obra de muy grata escucha y con una resoluci¨®n t¨¦cnica perfecta que muestra la maestr¨ªa de un compositor c¨®modo en sus elecciones est¨¦ticas.

Le sigui¨® los Cantos y danzas de la muerte, de Mussorgski, en la versi¨®n orquestal de Shostakovich. En esta emotiva obra la voz solista es esencial para transmitir esos tonos profundos y tel¨²ricos de las diversas manifestaciones de la muerte. La mezzo Olga Borodina tiene un cuerpo vocal formidable, por momentos m¨¢s contralto que mezzo, y suena como un metal forjado en el dolor y la melancol¨ªa del pathos ruso. Bienvenida a este ciclo al que bueno ser¨¢ que repita tantas veces como sea posible.

Conclu¨ªa el concierto con la Suite n? 4, de Chaikovski, escrita sobre m¨²sica de Mozart. Aqu¨ª es donde una orquesta flexible y ligera tiene muchas bazas que mostrar de la mano de un director solvente y Petrenko lo es en grado superlativo. Obra grande en su formato medio, en la que lucen solistas como el viol¨ªn concertino o el clarinete, esos instrumentos tan mozartianos.

En suma, un prodigio de adecuaci¨®n a las fuerzas puestas en juego que el p¨²blico sigui¨® con deleite. Pero faltaba el homenaje al llorado Neville Marriner, y lleg¨® con las propinas: el Vals triste de Sibelius y la danza de Cascanueces, Chaikovski de nuevo. Petrenko miraba al cielo en los saludos.