Seis de bastos
El p¨²blico teatral tiene muy distintas maneras de manifestar su disgusto. Yo he seleccionado seis: seis de bastos. La primera (modalidad Vi¨¦ndolas venir) me la cont¨® Jes¨²s Castej¨®n: ¡°Comienza una funci¨®n hist¨®rica. Sale un actor y anuncia ¡®1905¡¯. La compa?¨ªa interpreta parsimoniosamente el cuadro en cuesti¨®n. Sale de nuevo el actor y dice: ¡®1906¡¯. Se levanta un se?or, revolea la mano, lanza un iracundo ¡®?Ah, no!¡¯ y se larga¡±. La segunda (forma Agua fr¨ªa inesperada) tiene como protagonista a Anna Lizar¨¢n, y a¨²n escucho su risa. ¡°Acababa de estrenar y todo eran felicitaciones. Hasta que se me acerc¨® una se?ora muy fina y sonriente y me dijo: ¡®?Oh, Anna! ?Qu¨¦ funci¨®n! ?Menuda funci¨®n!¡¯. Le sonr¨ªo tambi¨¦n: ¡®?Le ha gustado?¡¯. La se?ora responde, categ¨®rica: ¡®En absoluto¡±.
Har¨¢ unos a?os, en el Gij¨®n, ?lvaro de Luna me hizo descubrir la forma Enmienda a la totalidad: ¡°Tarde de domingo. Aplausos desganados. Un espectador avanza por el pasillo central con cara de perro y blandiendo un bast¨®n que no augura nada bueno. Llega hasta el borde del escenario y mientras va golpeando el suelo con la contera proclama con un vozarr¨®n tremendo: ¡®?Muy mal el texto, muy mal la puesta, muy mal los actores ?y muy mal todo!¡±.
Hay una variante de esta vehemente actitud, vivida en sus carnes por Alfredo Landa en el Teatro de la Comedia. Podr¨ªamos llamarla El aplauso enga?oso. Representaban una pieza que fue un fracaso rotundo. Una noche, me cont¨®, ¡°solo vinieron siete personas: yo creo que entraron porque en la calle hab¨ªa una temperatura siberiana. Durante el saludo uno de ellos se puso en pie para aplaudir. Me conmovi¨® tanto que le susurr¨¦ ¡®Gracias¡¯. Lleg¨® en tres zancadas hasta nosotros y me grit¨®: ¡®?Y qu¨¦ quiere usted que haga, hombre, qu¨¦ quiere usted que haga?¡¯. Rafael L¨®pez Somoza, compa?ero de reparto, me dijo luego: ¡®Cuando se pincha nunca hay que mirar al p¨²blico, Alfredico. Y hablarle, menos¡±.
A veces es dif¨ªcil no hablar con el p¨²blico, sobre todo si se presentan en el camerino y dicen cosas como en la modalidas Maridaje fatal, que me refiri¨® Llu¨ªs Pasqual (tambi¨¦n entre risas): ¡°Yo hab¨ªa dirigido un espect¨¢culo de Sara Baras y all¨ª est¨¢bamos cuando entr¨® un se?or que se present¨® como un gran admirador nuestro y dijo lo siguiente: ¡®Se?ora Baras, se?or Pasqual, quiero decirles que he seguido sus carreras respectivas y me encanta todo lo que han hecho¡¯, aqu¨ª hizo una pausa inquietante, ¡®pero por separado. Juntos, son ustedes un desastre¡±.
La sexta de bastos no viene del p¨²blico sino de una actriz. Cuenta el episodio Pablo Carbonell en sus memorias, El mundo de la tar¨¢ntula, aunque he escuchado esta an¨¦cdota con otras parejas protagonistas.
¡°Jos¨¦ Mar¨ªa Rodero y Agust¨ªn Gonz¨¢lez estaban haciendo una funci¨®n en una ciudad de provincias. Cada noche aplaud¨ªan mucho a Rodero y muy poco a Gonz¨¢lez, hasta que ¨¦ste estall¨®: ¡®?Qu¨¦ hay que hacer en esta maldita ciudad para que le aplaudan a uno?¡¯. Una actriz del reparto replic¨®: ¡®La mitad, Agust¨ªn, hay que hacer la mitad¡¯. Sabio consejo, pero no siempre: hay int¨¦rpretes que se pasan porque esa es su naturaleza y est¨¢n fenomenales.
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