De Federico a ¡®Homero¡¯, muerte y persecuci¨®n de Lorca
El problema espa?ol, una vez m¨¢s, es que las v¨ªctimas siguen estando oficial y jur¨ªdicamente all¨ª
La incertidumbre dio paso al fuego. A pesar del apoyo de la Guardia Civil, parte de las guarniciones militares de Granada rechazaron sumarse al golpe del 18 de julio, al tiempo que barrios populares y obreros, como el Farge o el Albaic¨ªn, ard¨ªan en llamas esperando una ayuda gubernamental que nunca llegaba. La ciudad qued¨® aislada del resto de la provincia y los sublevados terminaron imponi¨¦ndose por completo. Lo sucedido en la capital andaluza no fue en absoluto excepcional y se repiti¨® a gran escala hasta desembocar en el comienzo de una guerra civil de la que se cumplen ahora 80 a?os. A pesar de estar lejos del frente, la radio y la prensa local comenzaron a transmitir una sensaci¨®n de asedio, de ciudad rodeada, que se repetir¨ªa en otros tantos lugares donde triunf¨® el golpe. Un relato este, el de la ¡°liberaci¨®n¡±, canonizado durante d¨¦cadas, ya solo sostenido desde un revisionismo que sigue cumpliendo su funci¨®n de blanquear la implacable represi¨®n desatada a partir de aquel preciso instante. En poco m¨¢s de un mes, entre el 18 de julio y el 25 de agosto, fueron ejecutadas en Granada o en sus inmediaciones cerca de 3.000 personas, sin juicio, declaraci¨®n o defensa alguna, eliminando por completo toda forma de oposici¨®n, protesta o resistencia posible.
A pesar de lo que pueda parecer hoy, nada hac¨ªa realmente presagiar aquella tormenta perfecta. Las cartas y escritos de Federico Garc¨ªa Lorca, como los de tantas otras personas, pod¨ªan mostrar inquietud o incluso hacerse eco de los rumores de golpe militar que circulaban en determinadas capas de la sociedad. Pero, en modo alguno, pod¨ªan advertir la gravedad de los hechos que se avecinaban. Todo comenz¨®, conviene recordarlo, tras un golpe de Estado, coordinado y dirigido militarmente, pero con una importante colaboraci¨®n civil. Tal y como escribi¨® el poeta cat¨®lico franc¨¦s afincado en Mallorca George Bernanos, el tiempo se fug¨® por ¡°los grandes cementerios bajo la luna¡±. El mundo entero supo de la muerte de Lorca, crimen universal, por su significaci¨®n pero tambi¨¦n porque fue ejecutado junto a buena parte de la cultura popular que tanto cant¨®. Un contexto social amplio y abierto, que contrasta con las particulares inc¨®gnitas que persisten todav¨ªa hoy sobre su paradero. Garc¨ªa Lorca es uno de los miles de desaparecidos que a¨²n pueblan nuestra geograf¨ªa (Espa?a, no se cansa de repetirlo Naciones Unidas en su informe anual, sigue ocupando el segundo lugar con mayor n¨²mero de desaparecidos del mundo) que la dictadura trat¨® de ocultar a trav¨¦s del sistem¨¢tico borrado de documentaci¨®n y conciencias. A pesar de todo, lentamente van apareciendo m¨¢s pruebas y evidencias sobre su proceso y persecuci¨®n despu¨¦s de muerto.
El 9 de febrero de 1940, un mes antes de que entrara en vigor la Ley de Masoner¨ªa y Comunismo, la polic¨ªa de Granada enviaba al Tribunal Regional de Responsabilidades Pol¨ªticas la relaci¨®n de 67 individuos que compon¨ªan la logia Alhambra, ¡°entre los que se encuentra Federico Garc¨ªa Lorca, con el nombre de Homero". Consciente de la gravedad del asunto, el juez solicit¨® al d¨ªa siguiente la fecha de ingreso y el grado alcanzado por Lorca en la masoner¨ªa. Poco despu¨¦s, la Delegaci¨®n Especial de Documentos inform¨® que no exist¨ªan tales antecedentes y pon¨ªa en cuesti¨®n el informe policial. El proceso qued¨® bloqueado hasta que el Tribunal Provincial trat¨® de reactivarlo en marzo de 1942:
¡°En el expediente que por este tribunal se instruye contra FEDERICO GARC?A LORCA, de 38 a?os de edad, soltero, escritor, natural de Fuente Vaqueros, vecino de Granada, con domicilio en Callejones de Gracia, hijo de Francisco y de Mar¨ªa, aparece un oficio de esa Delegaci¨®n Especial, de fecha 15 de marzo de 1940, en el que se manifiesta que dicho encartado no tiene antecedentes mas¨®nicos, pero la Comisar¨ªa de Investigaci¨®n y Vigilancia de esta capital, en comunicaci¨®n de 9 de febrero de 1940, sostiene que FEDERICO GARC?A LORCA pertenec¨ªa a la logia Alhambra con el nombre simb¨®lico de Homero, rog¨¢ndole, vista la contradicci¨®n existente, participe a este Tribunal si es cierta o no la afirmaci¨®n hecha por la comisar¨ªa, a fin de poder acordar lo procedente¡±.
Delegaci¨®n de Documentos no solo ratific¨® su informe, sino que pidi¨® al jefe de la comisar¨ªa de Granada que remitiera ¡°los documentos mas¨®nicos que obren en la misma del referido¡±. Solo entonces la polic¨ªa desisti¨® y el caso qued¨® archivado definitivamente. Hab¨ªan pasado casi seis a?os de la ejecuci¨®n de Lorca. La familia se libr¨® de una fuerte multa y de una nueva incautaci¨®n de sus bienes, pero el aviso era muy serio. La muerte de Garc¨ªa Lorca, por tanto, no solo muestra aquel ¡°terror caliente¡± desatado en verano de 1936, ejemplifica tambi¨¦n la amplia gama de formas de persecuci¨®n que articul¨® el franquismo en su af¨¢n por intervenir y controlar la sociedad. La posguerra se hab¨ªa adentrado ya en un paisaje de hombres y mujeres, de familias enteras convertidas en criminales. Sus estigmas y se?ales fueron irreversibles. El impacto de aquel largo silencio impuesto constituye la intrahistoria de una sociedad aislada, cerrada sobre s¨ª misma, a causa y efecto del miedo, de la ¡°aprensi¨®n¡±, como se dec¨ªa en la ¨¦poca. La revalorizaci¨®n de los testimonios, del recuerdo y de la constancia de las v¨ªctimas, a trav¨¦s de sus memorias o biograf¨ªas, es necesaria, pero est¨¢ marcada por el paso del tiempo y la reelaboraci¨®n del recuerdo. Supervivientes y maestros de la literatura concentracionaria, como Primo Levi o Jorge Sempr¨²n, han insistido en que la memoria es necesaria, pero no sirve para entrar de nuevo all¨ª. El problema espa?ol, una vez m¨¢s, es que las v¨ªctimas siguen estando oficial y jur¨ªdicamente all¨ª.
Gutmaro G¨®mez Bravo es historiador espa?ol y profesor del Departamento de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Complutense de Madrid.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.