El orden y el desorden
La novelista Iris Murdoch hace una preciosa apolog¨ªa de Plat¨®n en 'El fuego y el sol'
Uno de los episodios m¨¢s controvertidos de la historia de la cultura tiene su origen en un p¨¢rrafo de 10 l¨ªneas memorables. Es la llamada ¡°expulsi¨®n de los poetas¡± de la Rep¨²blica plat¨®nica. Iris Murdoch, poeta con una s¨®lida formaci¨®n acad¨¦mica (y uso este t¨¦rmino en el sentido incluso primigenio, porque es una aplicada disc¨ªpula de Plat¨®n), medit¨® a fondo sobre ello en este ensayo, que en origen fue una serie de lecciones magistrales pronunciadas en Oxford en 1976. Ten¨ªa ella entonces 47 a?os, y relacion¨® las 10 l¨ªneas memorables con toda la obra plat¨®nica y toda la historia de la cultura. Como Plat¨®n, delimit¨® una serie de grandes obras para su an¨¢lisis. El fil¨®sofo ten¨ªa ante sus ojos un conjunto de textos espl¨¦ndidos y poco m¨¢s que eso. Murdoch, que lo trat¨® de manera cl¨¢sica, eligi¨® sus referencias para disfrutar de una perspectiva equivalente. Plat¨®n queda as¨ª relacionado luminosamente con Freud, Kierkegaard, Kant o Tolst¨®i. Tras los pasos del ateniense, Murdoch intenta que prevalezca ¡°lo uno sobre lo m¨²ltiple¡±.
Ya el t¨ªtulo actualiza la traducci¨®n del t¨¦rmino clave, el que sostiene la cuesti¨®n entera: poeta. Al ampliar su significado, desvela que los excluidos por Plat¨®n no son estrictamente los poetas actuales, sino algunos artistas (poiet¨¦s, mythol¨®gos): todos aquellos que se encargan de la ficci¨®n y la representaci¨®n. Ah¨ª aunque ella no los enumera, entrar¨ªan hoy los novelistas, los cineastas, los m¨²sicos, los pintores¡ En general, los creadores. En rigor, adem¨¢s, Plat¨®n ni siquiera los destierra. Sugiere que se los acompa?e con todos los honores hasta la frontera. Murdoch tiene muy presente que la obra de Plat¨®n es dialogada en su forma y dial¨®gica en su construcci¨®n. El fil¨®sofo usa voces distintas y a menudo parece como si ¨¦l dialogara consigo mismo, en sus distintas edades y modos de pensar. Tambi¨¦n los grandes temas plat¨®nicos (la verdad, la belleza, el mito de la caverna, la alegor¨ªa del Sol) se entienden aqu¨ª como variaciones de un pensamiento ¨²nico.
Murdoch califica a Plat¨®n de puritano. Este anacronismo parece especialmente injusto con el fil¨®sofo que escribi¨® El banquete, reconocido por la propia ensayista como uno de los grandes de la literatura er¨®tica. Lo critica porque ¡°recomienda el amor homosexual, pero dice que deber¨ªa ser casto¡±, y por algunas de sus aparentes contradicciones. En algunos momentos, como se ve, olvida el dialogismo esencial de su maestro.
El primer c¨ªrculo conc¨¦ntrico desarrolla una est¨¦tica. Murdoch se aventura a proponer su propia teor¨ªa de la belleza y la representaci¨®n art¨ªstica. A pesar de que simpatiza con la sensatez de Arist¨®teles, el vuelo alto de Plat¨®n la seduce tanto como la desconcierta. De ah¨ª surge una teor¨ªa de la religi¨®n, incluidas las orientales y el esbozo del lado zen de Plat¨®n.
El segundo c¨ªrculo es una teor¨ªa pol¨ªtica que sigue de gran actualidad, venga de Plat¨®n o de Murdoch. El poder y los partidos tienden a servirse de los artistas. Pero ?qu¨¦ pasar¨ªa si excluyeran a los artistas del juego pol¨ªtico o si los propios artistas se autoexcluyeran por razones filos¨®ficas? ?Estar¨ªamos en la rep¨²blica ideal? La conclusi¨®n de Murdoch, despu¨¦s de muchas vueltas, es que Plat¨®n no encaja en los troqueles contempor¨¢neos. En una palabra cabe ese gran desajuste: el artista que Plat¨®n preconiza debe ser (la cito en griego, porque es palabra griega intacta) austero. El artista debe extraer orden del desorden. Y Murdoch, excelente abogada, sabe defender a Plat¨®n de la acusaci¨®n de que es un reaccionario.
La gran novelista que era Murdoch entra a fondo en el juego del bien y del mal. Deduce de la metaf¨ªsica plat¨®nica un proyecto ¨¦tico, aunque la lectura de Murdoch en ambos casos sea literaria, es decir, abierta y comunicable. Me atrever¨ªa a decir que hace compartibles las categor¨ªas filos¨®ficas y religiosas centradas en la totalidad. Nos explica, siguiendo al S¨®crates plat¨®nico, que la bondad est¨¢ vinculada a la noci¨®n de l¨ªmite. Y de ah¨ª viene el peligro de ciertos artistas: que proponen a los ciudadanos un desaf¨ªo a los l¨ªmites. Como todo buen ensayo, este irradia ense?anzas en primera persona, conjugando coraz¨®n e intelecto. Murdoch habla de Plat¨®n con la misma cercan¨ªa que de Wittgenstein, que fue uno de sus profesores.
Pocas cosas habr¨ªan dado una satisfacci¨®n mayor a Plat¨®n que este libro, que transmite la impresi¨®n de que estamos escuchando a su autora. Se salva as¨ª de la desconfianza plat¨®nica hacia la escritura, que no dejaba de ser otro arte imitativo. Su oralidad fundacional resulta muy adecuada para la oralidad que los di¨¢logos plat¨®nicos intentan mantener idealmente. Tambi¨¦n Plat¨®n asegur¨® que la verdad es peque?a en extensi¨®n. Este ensayo breve est¨¢ hecho a su medida. Es una preciosa apolog¨ªa de Plat¨®n y, en realidad, un aviso contra ¡°el mal artista que todos llevamos dentro¡±.
El fuego y el sol Iris Murdoch Traducci¨®n de Juan Jos¨¦ Herrera Siruela Madrid, 2016 128 p¨¢ginas 16,95 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.