Mois¨¦s y el ambiguo testamento
Romeo Castelluci se?ala al hombre contempor¨¢neo como nuevo esclavo de la f¨¢brica de ladrillos de fara¨®n
Mois¨¦s fue para los jud¨ªos una prefiguraci¨®n del Mes¨ªas, en tiempos de tribulaci¨®n. En este espect¨¢culo, Romeo Castellucci evoca al gu¨ªa del pueblo hebreo a trav¨¦s de una madre soltera que abandona a su reci¨¦n nacido, confiando en que tenga igual destino que el personaje b¨ªblico. A trav¨¦s de la joven protagonista, encarnada con arrojo suicida por Darcia Darwish, el director de la Soc¨¬etas Raffaello Sanzio se?ala al hombre contempor¨¢neo como nuevo esclavo de la f¨¢brica de ladrillos de fara¨®n y acaricia la posibilidad de que sea liberado, mediante un intermediario capaz de establecer un pacto flamante con Dios.
GO DOWN, MOSES (DESCIENDE, MOIS?S)
Direcci¨®n, escenograf¨ªa, vestuario y luz: Romeo Castellucci. M¨²sica: Scott Gibbons. Texto: Claudia y Romeo Castellucci. Int¨¦rpretes: Rascia Darwish, Gloria Dorliguzzo, Luca Nava, Stefano Questorio, Sergio Scarlatella, Manuela L¨®pez S¨¢nchez, Iman Padellano y Javier Troca. Colaborador escenogr¨¢fico: Massimiliano Scuto. Madrid. Teatros del Canal, del 13 al 15 de octubre.
Desciende, Mois¨¦s (la funci¨®n es en italiano: ?porqu¨¦ en el programa figura el t¨ªtulo en ingl¨¦s?), se hace eco de ideas mesi¨¢nicas como las expresadas en la Mishn¨¦ Tor¨¢ sobre el advenimiento de un segundo Redentor, que guardan cierto paralelismo con las que figuran en el Cakkavatti-Sihanada sobre la venida de Maitreya, el nuevo Buda.
En la primera parte, Castellucci se adentra en la cr¨®nica de sucesos (el parto y el interrogatorio policial), con una narrativa ecl¨¦ctica excepcional: hay una escena de teatro de t¨ªteres (la del contenedor de basura), otras de corte pantom¨ªmico (la de la comisar¨ªa) y varias regidas por el verismo m¨¢s absoluto, rayano en el gran gui?ol (la del parto) y en el melodrama (el colof¨®n del t¨² a t¨² que sostienen el polic¨ªa y la joven). Alguna de ellas est¨¢ encuadrada de manera tal que el espectador siente como si anduviera espiando por el ojo de una cerradura u observando piezas de una exposici¨®n.
El director crea en casi todo momento tensi¨®n y extra?eza, ora a trav¨¦s del ruido musical que introduce Scott Gibbons, ora mediante la sonorizaci¨®n de las voces que hace Matteo Braglia, la iluminaci¨®n tirando a mortecina de Castellucci y Fabiana Piccioli o la aparici¨®n de un rotor gigantesco, solo en el escenario cual nave Soyuz en el espacio, cuyo giro atronador evoca la inexorabilidad del Dios tonante de la era industrial.
Un esc¨¢ner hospitalario enorme, de sonido insidioso, a?ade fr¨ªo sobre fr¨ªo a la funci¨®n, y, cual m¨¢quina del tiempo, sirve de nexo entre la primera parte y la segunda, de la cual mejor es no desvelar ni un ¨¢pice.
Desciende, Mois¨¦s, espect¨¢culo cr¨ªptico, de expresiva imaginer¨ªa, est¨¢ m¨¢s cerca de las moralidades y de los misterios medievales que de cualquiera de las grandes ramas de la escena contempor¨¢nea. M¨¢s que un teatro a la italiana como la sala Roja del Canal, le convendr¨ªa una nave de Matadero sin pulir o el altar de una catedral. No obstante, sabe a funci¨®n inconclusa, alguno de cuyos cabos anda buscando su cabo gemelo.
Como a alguien que conoc¨ªa la funci¨®n la segunda parte le pareci¨® menos lograda aqu¨ª que cuando la vio allende los Pirineos, record¨¦ que en las representaciones de Sobre el concepto de rostro en el hijo de Dios, en Las Naves del Espa?ol, en 2011, se cap¨® el final: no salieron los ni?os que, en otras ciudades de Europa, apedreaban la enorme faz proyectada del Cristo Salvator Mundi de Antonello de Messina.
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