Siempre nos quedar¨¢ Francia
Las corridas de toros han sido un pretexto del soberanismo catal¨¢n para desmarcarse de la simbolog¨ªa espa?ola
El martirologio del soberanismo catal¨¢n ya dispone de un nuevo argumento para recrear el acoso de los tribunales espa?oles. Otra vez el Constitucional se interpone en el espacio legislativo del Parlament y rectifica la decisi¨®n de prohibir las corridas de toros, validando el recurso que hab¨ªa presentado el PP, aunque retrasando demasiados a?os ¡ªseis¡ª el veredicto definitivo.
Reaparece el toro de Osborne despu¨¦s de haber sido evacuado. Y se reanuda una antigua disputa iconogr¨¢fica, naturalmente para relacionar la tauromaquia con los estertores del espa?olismo. Un anacronismo inconcebible en la Catalu?a moderna, y pintoresco en sus consecuencias, pues ocurre que los aficionados proscritos deb¨ªan cruzar la frontera de los Pirineos, como anta?o se hac¨ªa para ver El ¨²ltimo tango en Par¨ªs o para abastecerse los libros prohibidos en la Francia de las libertades.
Es en Nimes, en Arles, en Ceret, donde los taurinos catalanes han encontrado su refugio. Y donde se ha consolidado una respuesta embarazosa al debate identitario que promueven los soberanistas, no ya porque los toros pertenecen al subconsciente del salvaje ib¨¦rico, sino porque la cultura de la mascota y del peluche destierra la tauromaquia a una noci¨®n facha y rancia de una sociedad en v¨ªas de extinci¨®n.
No necesitan mayores razones los partidos independentistas para denunciar un sabotaje institucional, aunque el aspecto m¨¢s llamativo de este litigio sobrepasa la cuesti¨®n taurina en s¨ª. El Constitucional no alude tanto a la reivindicaci¨®n de las corridas de toros como a las limitaciones "constitucionales" del Parlament en la iniciativa de prohibirlas.
Lo de menos son los toros. Lo de m¨¢s es que la c¨¢mara de representaci¨®n catalana se arroga unas competencias que no le corresponden. Y que se han consensuado no tanto para erradicar la sombra del uro en la tierra de los payeses, sino para perseverar en la deriva del autogobierno.
La tauromaquia es un pretexto, no una raz¨®n. De otro modo, se prohibir¨ªan espect¨¢culos callejeros y populares bastante m¨¢s cruentos que las corridas de toros en s¨ª mismas. Es el caso de los correbous, pero la tentaci¨®n de ¡°precintarlos¡± con medidas legislativas implicar¨ªa un desgaste electoral que las fuerzas soberanistas no tienen intenci¨®n de asumir. Una cosa son las salvajadas hisp¨¢nicas y otra muy distinta son las salvajadas propias.
Semejante ejercicio de cinismo va a encontrar en la decisi¨®n del Constitucional un motivo para estimular el victimismo y una argumentaci¨®n para exagerar la propaganda del acoso. Se antoja complicado, mucho, que la tauromaquia regrese a Barcelona seis a?os despu¨¦s de la ¨²ltima aparici¨®n de Jos¨¦ Tom¨¢s. All¨ª estuvimos muchos aficionados acompa?¨¢ndonos en el sentimiento. Y percibiendo la clandestinidad como se debi¨® percibir en el franquismo, cuando Francia era la mejor posibilidad para desquitarse de las prohibiciones y de la propaganda cultural.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.