¡®Deepwater Horizon¡¯ y el fin del socialismo occidental
La pel¨ªcula recrea tragedia del derrame del golfo de M¨¦xico
Acaba de estrenarse en M¨¦xico?Horizonte profundo, una pel¨ªcula de acci¨®n protagonizada por Mark Wahlberg sobre el desastre ambiental que asol¨® al Golfo de M¨¦xico en 2010 cuando?la plataforma Deepwater Horizon?de la multinacional British Petroleum (BP)?derram¨® casi cinco millones de barriles de petr¨®leo en un incendio. La pel¨ªcula, dirigida por Peter Berg, sigue el testimonio de Mike Williams (Wahlberg), el jefe de mantenimiento encargado de hacer que la destartalada plataforma funcione como deba.
El conflicto central de la trama, que acaba en cuanto se escucha la primera explosi¨®n, se centra en las disputas entre los trabajadores de la plataforma, hombres rudos pero honrados, y los ejecutivos de BP, maquiav¨¦licos, retorcidos y no aptos para el trabajo manual. Quiz¨¢ de forma inconsciente, Horizonte profundo sirve como un ejemplo magn¨ªfico para explicar el declive del socialismo en Occidente.
El socialismo sovi¨¦tico de principios del siglo pasado se basaba en una admiraci¨®n de la tecnolog¨ªa y el m¨²sculo industrial. De igual manera que los italianos convirtieron esa fascinaci¨®n por el futuro en uno de los ingredientes del fascismo, en Rusia se vio al poder tecnol¨®gico como agente de liberaci¨®n.?Tambi¨¦n en Estados Unidos y gran parte de Occidente, los movimientos socialistas y sindicales se cimentaban sobre la capacidad tecnol¨®gica de reunir a cientos de obreros bajo un mismo techo.
El socialismo occidental est¨¢ estrechamente ligado a la producci¨®n industrial y por lo tanto, a la tecnolog¨ªa. En los ¨²ltimos a?os, hemos visto como el socialismo europeo est¨¢ en declive: desde Grecia a Espa?a, pasando por Inglaterra o Francia, parece que su popularidad disminuye progresivamente. Este desencanto con el socialismo y, especialmente, su desconexi¨®n con los trabajadores, es perfectamente visible en Horizonte profundo.
La tecnolog¨ªa, las magn¨ªficas m¨¢quinas que anta?o eran glorificadas en p¨®sters sovi¨¦ticos, ahora aparecen como chatarra in¨²til ahogada en ¨®xido. La tecnolog¨ªa no es brillante y futurista sino sucia, ruidosa, nunca funciona como debe y acaba condenando a los protagonistas de la pel¨ªcula.
Aunque Mark Wahlberg y sus amigos se refieren al petr¨®leo como ¡°el monstruo¡±, el ¨²nico ser en la pel¨ªcula que a¨²lla, gime, muerde y ataca son los trozos de metal retorcido que estallan con la plataforma. El verdadero monstruo no es el petr¨®leo ni el barro sino las gr¨²as, vigas, engranajes y tornillos que act¨²an como metralla.?Esa glorificaci¨®n de la labor industrial que hoy en d¨ªa todav¨ªa llevan partidos de izquierdas parece rid¨ªcula en el mundo que retrata Horizonte profundo.
Lo ¨²nico admirable, seg¨²n la pel¨ªcula, son los trabajadores de la planta: hombres blancos de valores f¨¦rreos que por las incertidumbres de la complicada econom¨ªa mundial, se ven obligados a alquilar su plataforma a corruptos hombres de negocios como los de BP. Si este grupo de honrados trabajadores tuviesen la libertad de manejar su propia planta, accidentes como el que retrata la pel¨ªcula no habr¨ªan ocurrido.
Quiz¨¢ en la antigua tradici¨®n marxista se podr¨ªa decir que la pel¨ªcula aboga por poner los medios de producci¨®n en manos de los trabajadores, pero ese ser¨ªa el punto de vista dogm¨¢tico y desencaminado.?La realidad es que estos trabajadores cauc¨¢sicos, patriotas y cristianos (es especialmente notable la escena en la que al ser rescatados, todos los empleados se arrodillan para rezar un padre nuestro al un¨ªsono) lo ¨²nico que desean es un buen amo; un amo que los entienda, en el que puedan confiar, que hable su idioma y que tome decisiones de verdad.
El grupo de trabajadores de Horizonte profundo no quiere tomar los medios de producci¨®n, quiere un Trump.
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