Belleza como sin¨®nimo de pureza y de fortaleza
La exposici¨®n de Inmaculadas del Prado muestra un ideal de mujer muy lejana a los c¨¢nones actuales
- Ave Mar¨ªa Pur¨ªsima.
- Sin pecado concebida.
Inmaculada, s¨ª. Sin m¨¢cula o mancha, s¨ª; pero no solo as¨ª: ¡°De doce a trece a?os, hermos¨ªsima, lindos y graves ojos, nariz y boca perfect¨ªsimas, rosadas mejillas, bell¨ªsimos cabellos tendidos de color de oro¡±. Sin dejar lugar a equ¨ªvocos, Francisco Pacheco dej¨® bien marcadas las pautas que los pintores deb¨ªan seguir para pintar una Inmaculada Concepci¨®n. Estas normas del que fuera maestro y suegro de Vel¨¢zquez se publicaron en 1649 en su tratado El arte de la pintura, pero ya corr¨ªan por los c¨ªrculos sevillanos, donde viv¨ªa, desde antes. Pacheco era una autoridad en la materia, con el t¨ªtulo de veedor del oficio de la pintura y de veedor de pinturas sagradas, este ¨²ltimo otorgado por la Inquisici¨®n.
Las reglas no cesan ah¨ª, tambi¨¦n habla de la t¨²nica blanca, del manto azul, de la corona de 12 estrellas, de la luna bajo los pies y de otros atributos con los que se ha de representar ¡°la criatura m¨¢s bella que Dios cre¨®¡±, aclara, ¡°despu¨¦s del Hijo¡±. Y es que como escribir¨ªa Cervantes, coet¨¢neo suyo: "Con la Iglesia hemos dado".
?Cu¨¢les eran los c¨¢nones de ¡°la criatura m¨¢s bella¡± en el siglo XVII? Javier Port¨²s, jefe del departamento de pintura espa?ola (hasta 1700) del Museo del Prado, dijo en la inauguraci¨®n de la peque?a exposici¨®n de seis Inmaculadas (todas del siglo XVII) que se puede ver en la pinacoteca hasta el 19 de febrero: ¡°La observaci¨®n de todas ellas ayuda a descubrir la evoluci¨®n del ideal de belleza femenina¡±. Pero, ?cu¨¢nto dista de lo que hoy entendemos por belleza? La respuesta se va esclareciendo cuando, tras consultar con especialistas en iconograf¨ªa y arte de esta ¨¦poca, las palabras que m¨¢s se repiten son: bondad, pureza, fidelidad, fortaleza, perfecci¨®n, honor o verdad. Ning¨²n rasgo f¨ªsico. La experta en inmaculismo y catedr¨¢tica de la Universidad de Caen (Francia) Estrella Ruiz-G¨¢lvez insiste en que lo que se representa es una abstracci¨®n de la belleza femenina: ¡°Un tema complejo y elevado. Con la Inmaculada se trata la parte por el todo: es la representaci¨®n de su propia concepci¨®n, de la naturaleza humana ideal¡±.
Tanto Ruiz-G¨¢lvez como Mar¨ªa Cruz de Carlos, jefa de estudios del Centro de Estudios del Museo del Prado, coinciden en que las im¨¢genes de fortaleza, "del triunfo femenino en soledad", pasan de estar acompa?adas por todos los atributos de las letan¨ªas: la puerta del cielo, el espejo sin mancha¡ a quedarse sola. La Virgen basta para representar la perfecci¨®n. Pacheco matiz¨® esto al hablar de ¡°la perfecci¨®n a la que fuera capaz de llegar el humano pincel¡±. El pintor Jos¨¦ Garc¨ªa Hidalgo encuentra una soluci¨®n en su obra Dios Padre retratando a la Inmaculada (1690), si es Dios el que la crea ya no tiene cabida la tara. Esta manera de representar a Dios como pintor-creador del mundo es frecuente en la ¨¦poca. Tambi¨¦n dio lugar a un auto sacramental de Calder¨®n de la Barca, El pintor de su deshonra.
Era habitual que los pintores ¡ªcon sus imperfecciones humanas¡ª utilizaran modelos reales para realizar estas im¨¢genes. Se sabe con seguridad que Ribera lo hizo con su hija para la Inmaculada del madrile?o convento de Santa Isabel, obra destruida durante la Guerra Civil.
Es poco objetivable valorar c¨®mo era el canon de belleza femenina en el Siglo de Oro espa?ol si nos guiamos por estas representaciones. Como constata Port¨²s, no se ha hecho el ejercicio de poner una tras otras para ver sus variaciones f¨ªsicas. Ni siquiera son ejemplo de la manera de vestir del momento, ya que no var¨ªa con el tiempo. Ni la t¨²nica ni el manto dejan intuir el cuerpo de la mujer que ocultan, solo queda al descubierto el rostro y las manos, como si fuese una imagen de vestir (en escultura, la que solo ten¨ªa tallada la cabeza y las manos, el resto era una armaz¨®n que quedaba tapado por la ropa). En general, en el siglo XVII el cuerpo de la mujer quedaba bien escondido, por ejemplo con los guardainfantes. De las?Inmaculadas, las de Murillo son las m¨¢s famosas, aunque Zurbar¨¢n, con una quincena, no se queda a la zaga. Pero no es hasta el 8 de diciembre de 1854 cuando el hecho de que la Virgen fuera concebida sin pecado original se convierte en un dogma de fe, esta no es una figura que desaparezca en el tiempo, hasta 1965 en Espa?a el d¨ªa de la madre se celebraba el d¨ªa de la Inmaculada.
Y que tiene algo que engancha m¨¢s all¨¢ de religiones o culturas se prob¨® en 2006, cuando el Prado llev¨® una selecci¨®n importante de obras a Jap¨®n para acercar su colecci¨®n al lejano Oriente. Port¨²s cuenta como la Inmaculada de Aranjuez (1675), de Murillo, fue la pieza m¨¢s admirada, la que cautiv¨® a un p¨²blico con un imaginario y unas tradiciones totalmente diferentes.
Babelia
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