Mario Vargas Llosa: ¡°Sin erotismo no hay gran literatura¡±
El autor de 'Elogio de la madrastra' comenta algunas lecturas fundamentales de la literatura er¨®tica al tiempo que repasa su biograf¨ªa como aficionado al g¨¦nero desde los d¨ªas de estudiante en la Lima de su juventud y reflexiona sobre las conexiones entre placer sexual y placer est¨¦tico
Dig¨¢moslo desde el principio: no hay gran literatura er¨®tica, lo que hay es erotismo en grandes obras literarias. Una literatura especializada en erotismo y que no integre lo er¨®tico dentro de un contexto vital es una literatura muy pobre. Un texto literario es m¨¢s rico en la medida en que integra m¨¢s niveles de experiencia. Si dentro de ese contexto el erotismo juega un papel primordial, se puede hablar verdaderamente de literatura er¨®tica.
La Celestina , por ejemplo, es una obra maestra, probablemente la m¨¢s importante de la literatura espa?ola despu¨¦s del Quijote. Decir que La Celestina es una obra er¨®tica ser¨ªa empobrecerla, porque aunque es eso, tambi¨¦n es muchas otras cosas: una obra de una gran riqueza verbal, de una gran inteligencia en su construcci¨®n, que incluye muchas manifestaciones de la vida -la moral, la cultura, la psicolog¨ªa-, pero indudablemente el erotismo tiene en ella un papel primordial.
?Un ejemplo contempor¨¢neo? Lolita, de Nabokov, una de las grandes novelas modernas. En ella el erotismo tiene un papel principal entre muchos otros ingredientes que juegan un papel similar dentro de una gran complejidad. As¨ª es como se da en la vida la experiencia er¨®tica. Una exaltaci¨®n muy desembozada de la pulsi¨®n sexual, de la fantas¨ªa er¨®tica, de los fantasmas, del derecho al placer. Todo eso est¨¢ en Lolita, que, por otra parte, es una obra muy intelectual. El mejor erotismo nunca est¨¢ disociado de otras manifestaciones, que, adem¨¢s, lo enriquecen".
Bibliograf¨ªa
Decameron. Giovanni Boccacio. Planeta, 1999.
La lozana andaluza. Francisco Delicado. Castalia, 1990
Justine o los infortunios de la virtud. Marqu¨¦s de Sade. Tusquets, 1994
La Venus de las pieles. Leopold von Sacher-Masoch. Tusquets, 1983
El ingl¨¦s descrito en un castillo cerrado.?Andr¨¦ Pieyre de Mandiargues. Tusquets, 1979
Tr¨®pico de C¨¢ncer/ Tr¨®pico de Capricornio. Henry Miller. C¨¢tedra, 1990
El cuaderno negro. Lawrence Durrell. Edhasa. 1990
Historia del ojo. Georges Bataille. Tusquets, 1978
Lolita. Vlad¨ªmir Nabokov. Anagrama, 1990
Elogio de la madrastra. Mario Vargas Llosa. Tusquets, 1988
Erotismo y pornograf¨ªa
"La frontera entre erotismo y pornograf¨ªa s¨®lo se puede definir en t¨¦rminos est¨¦ticos. Toda literatura que se refiere al placer sexual y que alcanza un determinado coeficiente est¨¦tico puede ser llamada literatura er¨®tica. Si se queda por debajo de ese m¨ªnimo que da categor¨ªa de obra art¨ªstica a un texto, es pornograf¨ªa. Si la materia importa m¨¢s que la expresi¨®n, un texto podr¨¢ ser cl¨ªnico o sociol¨®gico, pero no tendr¨¢ valor literario. El erotismo es un enriquecimiento del acto sexual y de todo lo que lo rodea gracias a la cultura, gracias a la forma est¨¦tica. Lo er¨®tico consiste en dotar al acto sexual de un decorado, de una teatralidad para, sin escamotear el placer y el sexo, a?adirle una dimensi¨®n art¨ªstica.
Ese tipo de literatura alcanz¨® su apogeo en el siglo XVIII. Los de ese siglo son grandes textos er¨®ticos que a la vez son grandes textos art¨ªsticos. A esto habr¨ªa que a?adirle que en ellos hay una carga cr¨ªtica que hoy se ha perdido. Los autores de esa ¨¦poca cre¨ªan que escribir de esa manera, reivindicar el placer sexual y darle al cuerpo ese tratamiento reverente era un acto de rebeld¨ªa, un desaf¨ªo a lo establecido, al poder. Los escritores er¨®ticos eran, pues, pensadores revolucionarios. Diderot, por ejemplo. O Mirabeau, que desde la prisi¨®n escribe a Sof¨ªa de Monnier cartas de un contenido sexual muy fuerte. Para ¨¦l esos escritos forman parte de una lucha por la transformaci¨®n humana, por la reforma social. El caso m¨¢s extremo, ser¨ªa el marqu¨¦s de Sade, aunque no creo que de los textos de Sade pueda decirse que son de exaltaci¨®n del placer er¨®tico. Hay algo intelectual, obsesivo, casi fan¨¢tico en sus demostraciones sexuales.
Sea como fuere, el reconocimiento del derecho al placer es en el siglo XVIII un instrumento para conseguir un mundo mejor, m¨¢s libre, m¨¢s aut¨¦ntico, menos hip¨®crita, un medio para liberar al individuo de las iglesias, de las convenciones. Eso no se vuelve a alcanzar. El erotismo en el siglo XIX se convierte en un juego muy refinado. Y en el XX se banaliza, se vuelve superficial y previsible, se comercializa, en el peor sentido de la palabra. Ya no genera experimentaci¨®n formal y pierde su carga cr¨ªtica, salvo en casos excepcionales, como el de Bataille. Los escritos de Georges Bataille son profundamente revulsivos, muy desafiantes con las ¨²ltimas convenciones. A la vez son m¨¢s l¨²gubres y siniestros. Los suyos son m¨¢s textos de perversi¨®n que de asunci¨®n del placer, pero es uno de los escritores modernos en los que el erotismo va acompa?ado de una gran audacia art¨ªstica".
"Podr¨ªa hacerse una buena antolog¨ªa er¨®tica con partes del Ulises, de Moby Dick o de la poes¨ªa m¨ªstica"
Liberalidad contra literatura
"La liberalidad de las costumbres, que es un progreso moral para la sociedad, ha jugado tradicionalmente en contra de la literatura er¨®tica. Ha hecho que el erotismo pierda la carga de inconformismo, de desaf¨ªo a la moral establecida que ten¨ªa cuando los de talante er¨®tico eran libros para leer a escondidas, vol¨²menes que estaban en los infiernos de las bibliotecas, lo que les daba una aureola especial. Eso ha desaparecido y ha hecho que el erotismo se haya vuelto previsible, convencional, mec¨¢nico, es decir, que se haya degradado en pornograf¨ªa. Hoy escribir un libro er¨®tico es mucho m¨¢s dif¨ªcil que en el pasado porque ya no es la censura lo que hay que flanquear, sino el escollo de la banalidad y del estereotipo. Hay una permisividad tal que todo es aceptable y aceptado. El efecto escandaloso ha desaparecido. Ahora hay un erotismo m¨¢s de lujo, refinado, como un juego elegante. Un buen ejemplo de esto ser¨ªan las obras de Andr¨¦ Pieyre de Mandiargues, que son muy finas y est¨¢n muy bien escritas, con un aliento po¨¦tico un tanto surrealista pero de una carga sensual muy marcada, con una dosis de fantas¨ªa muy grande. Es lo contrario del malditismo buscado de Bataille, que pensaba que por ah¨ª vendr¨ªa una liberaci¨®n del esp¨ªritu. En Mandiargues todo es juego, aunque sea de un alto nivel.
En el mundo de lengua espa?ola la literatura er¨®tica como tal es casi inexistente. La hubo en el pasado, tal vez porque hubo tambi¨¦n una tradici¨®n represiva muy grande. En la literatura moderna hay textos de una gran libertad de expresi¨®n, insolentes, hasta vulgares, pero el erotismo no es eso, sino que exige cierto refinamiento. El erotismo no es de sociedades primitivas. Requiere una evoluci¨®n en las formas y una adquisici¨®n de grandes espacios de libertad para el individuo. S¨®lo en ese contexto la relaci¨®n sexual se convierte en un juego, en un teatro, en una ceremonia, en unos ritos, y adquiere una connotaci¨®n art¨ªstica. El amor se practica entonces como un espect¨¢culo rodeado de formas. Eso no se da en culturas muy represivas ni muy reprimidas, y por supuesto, no se da en sociedades primitivas. La tradici¨®n er¨®tica presupone un elevado nivel de civilizaci¨®n".
Biograf¨ªa de lector
"Descubr¨ª la literatura er¨®tica cuando era estudiante universitario, de una manera casual. Consegu¨ª un trabajo de ayudante de bibliotecario de un club social de Lima muy activo, el Club Nacional, el de la gente rica. Mi maestro de historia era el bibliotecario de ese club y me contrat¨® como ayudante. Mi labor consist¨ªa en ir dos horas al d¨ªa a fichar los libros que se adquir¨ªan. En esa ¨¦poca ya no se hac¨ªan muchas adquisiciones, as¨ª es que yo aprovechaba esas horas leyendo los libros de la biblioteca del club, que en el pasado hab¨ªa adquirido libros er¨®ticos de gran calidad. Ten¨ªan la colecci¨®n completa de Les Ma?tres de l'Amour (los maestros del amor), una colecci¨®n que dirigi¨® en Francia Apollinaire, con muchos libros prologados por ¨¦l mismo, a veces de una manera muy erudita, siempre muy ir¨®nica. All¨ª descubr¨ª la tradici¨®n er¨®tica al m¨¢s alto nivel literario: Sade, Restif de la Bretonne, John Cleland, el autor de Fanny Hill, Sacher-Masoch, Casanova, por supuesto, all¨ª estaban los tres tomos de sus memorias... Estaban todos.
Durante un tiempo, y de una forma un tanto inocente, pens¨¦ que ah¨ª estaba la verdadera revoluci¨®n, que en ese tipo de literatura se estaba gestando una transformaci¨®n profunda de la sociedad, de la moral, del individuo. Era una idea bastante ingenua de los poderes de la literatura er¨®tica. Descubr¨ª, no obstante, una veta riqu¨ªsima. Hab¨ªa, por ejemplo, unos tomos con una selecci¨®n de los cuentos m¨¢s er¨®ticos de Las mil y una noches. La colecci¨®n era muy interesante porque reun¨ªa grandes textos er¨®ticos y adem¨¢s daba una perspectiva er¨®tica para acercarse a la literatura en general. Durante un tiempo le¨ª esos libros con gran pasi¨®n. Despu¨¦s supongo que descubr¨ª su gran limitaci¨®n: la monoton¨ªa. La relaci¨®n sexual enriquece extraordinariamente la vida, pero es limitada. Por m¨¢s inteligencia que se ponga en renovarla, siempre transcurre en un marco determinado. Y eso da a los textos que son s¨®lo er¨®ticos una gran monoton¨ªa, los hace caer en la rutina de lo previsible. Por eso el mejor erotismo es el que aparece en obras que no son s¨®lo er¨®ticas, aqu¨¦llas en las que lo er¨®tico es un ingrediente dentro de un mundo diverso y complejo. Y eso nos lleva, de nuevo, a la gran literatura. De ah¨ª que pueda decirse que sin erotismo raramente hay gran literatura. Y al rev¨¦s, una literatura que es s¨®lo er¨®tica dif¨ªcilmente llega a ser grande".
Una antolog¨ªa espont¨¢nea
"Un texto que s¨®lo es er¨®tico resulta muy poco convincente porque pierde vitalidad. Como la vida no es s¨®lo sexo, un texto en el que la vida no es otra cosa, termina siendo muy artificial y postizo, un juego l¨²dico disociado de la experiencia vivida convertido muchas veces en un artificio intelectual. No es ¨¦se el erotismo que me seduce y estimula. En cambio, para m¨ª es muy dif¨ªcil que haya una gran novela en la que no haya p¨¢ginas de una alta intensidad sexual. Recuerdo novelas de las que no se podr¨ªa decir que son er¨®ticas, pero en las que hay episodios de una carga er¨®tica tal que se han convertido en el cr¨¢ter de esas novelas, en la imagen que las sintetiza. Por ejemplo, en Esplendor y miseria de cortesanas, de Balzac, hay un viaje en diligencia con dos personajes, una pasajera y un joven que viaja frente a ella. Las irregularidades del terreno precipitan a unos pasajeros contra otros, y el joven siente de repente el roce de las rodillas de la pasajera. Es una descripci¨®n maravillosa. De esa novela no se me olvidar¨¢ nunca el roce en esa clandestinidad nerviosa.
"A la vez que produce un placer est¨¦tico, un libro er¨®tico tiene tambi¨¦n que hacer las veces de un afrodis¨ªaco"?
Esos fogonazos er¨®ticos dentro de una historia tienen para m¨ª una importancia capital. Un relato sin esas apariciones de lo sensual no alcanza nunca la grandeza de las novelas que incorporan esa experiencia. Lo mismo pasa en El Quijote con la escena de Maritornes, en la que hay un erotismo muy rico, aunque est¨¦ atenuado por el humor y por el sarcasmo. Tal vez porque era la ¨²nica manera de pasar la censura. Jaime Gil de Biedma contaba que de joven hab¨ªa tenido una gran inflamaci¨®n er¨®tica con esa escena.
Siempre he tenido la idea de hacer una antolog¨ªa del erotismo no buscado, no deliberado. Es un proyecto que me sigue dando vueltas. Ser¨ªa algo as¨ª como la antolog¨ªa del humor negro de Andr¨¦ Breton o la antolog¨ªa de lo fant¨¢stico de Roger Caillois. Se podr¨ªa hacer una selecci¨®n preciosa con textos er¨®ticos procedentes de libros que no s¨®lo no son er¨®ticos sino que dif¨ªcilmente podr¨ªan concebirse como er¨®ticos, por ejemplo, algunos textos religiosos, los m¨ªsticos. Muchas cosas de san Juan de la Cruz pueden leerse en clave er¨®tica. Si uno los lee con un esp¨ªritu laico le pueden inflamar extraordinariamente. Lo mismo podr¨ªa decirse del Cantar de los cantares. De hecho, el misticismo ha estado siempre muy cerca del erotismo. Recuerdo, a prop¨®sito, San Genet, comediante y m¨¢rtir, un ensayo en el que Sartre compara, de un modo muy convincente, textos de Genet con textos m¨ªsticos.
Otro fragmento de antolog¨ªa es el comienzo de Moby Dick, una de mis novelas de cabecera. En esas p¨¢ginas hay una relaci¨®n extra?a entre dos personajes masculinos, un indio y el narrador, que duermen juntos en una casa. Aparentemente todo es muy puro, sin sombra de erotismo, pero un lector malicioso, y todos lo somos, puede encontrar extraordinariamente extra?a la convivencia de estos dos personajes, que establecen una especie de fraternidad carnal, aunque no se mencione ni por asomo la posibilidad de una relaci¨®n homosexual. Otra muestra: la carga er¨®tica del mon¨®logo de Molly Bloom, en el Ulises de Joyce. Son unas p¨¢ginas de una fuerza extraordinaria por la incre¨ªble sensualidad de Molly, que impregna todo el mon¨®logo de una especie de vaho seminal. Una lectura 'malintencionada' podr¨ªa dar una maravillosa antolog¨ªa del erotismo no buscado, aislando textos, igual que en esos libros de arte que reproducen fragmentos de obras concretas".
Un canon personal
"En mi canon personal de la literatura er¨®tica entendida en el sentido tradicional estar¨ªan, entre los textos cl¨¢sicos, el Decamer¨®nde Bocaccio, que tiene algunas historias muy ingeniosas y divertidas. M¨¢s tarde, Fanny Hill, de John Cleland, y Memorias de una cantante alemana , de Wilhelmine Shroeder-Devrient. El marqu¨¦s de Sade, por supuesto: la historia de Justine quiz¨¢ sea la m¨¢s compacta y ordenada. De Restif de la Bretonne, El pie de Mignonne (el pie de la bonita, de la chica bonita, podr¨ªa traducirse), una novela absolutamente deliciosa en la que los personajes se enamoran de la protagonista exclusivamente a trav¨¦s de su pie. Es una novela fetichista con un humor que le da mucha gracia. Dentro de la literatura m¨¢s moderna, Bataille, desde luego. ?Qu¨¦ libro de Bataille? La historia del ojo. Es la m¨¢s novela, la que tiene mejor tejido narrativo, aunque en ocasiones el exceso de perversi¨®n la desvitalice un poco y la vuelva un tanto intelectual. Es, no obstante, un libro excelente.
En esa lista estar¨ªa tambi¨¦n Sacher- Masoch y La Venus de las pieles. Los tr¨®picos de Miller, el de Capricornio y el de C¨¢ncer. El cuaderno negro, de Lawrence Durrell, aunque es de un erotismo un poco siniestro, pero muy bello. Se trata, adem¨¢s, de un acto de gran coraje y de un exhibicionismo bastante audaz. Dentro de la literatura espa?ola lo m¨¢s interesante son ciertos cap¨ªtulos del Tirant lo Blanc, escritos con extraordinaria gracia y talento: las historias de la princesa Carmesina y sus juegos con Plaerdemavida. Todas las escenas de alcoba del Tirant son obras maestras de la literatura er¨®tica. Y, por supuesto, La Celestina. YLa lozana andaluza, un libro muy divertido, de una libertad ins¨®lita para la ¨¦poca en cuestiones de sexo, aunque por momentos haya un exceso de vulgaridad. Para m¨ª ese exceso en un texto er¨®tico lo hace irreal, lo convierte en un juego verbal.
Hay un autor, por ¨²ltimo, que habr¨ªa que citar: Roger Vailland, que trabaj¨® con Roger Vadim, el director de Y Dios cre¨® a la mujer, la pel¨ªcula de Brigitte Bardot... Vailland escribi¨® algunas novelas que no tiene demasiado inter¨¦s, pero sobre todo escribi¨® La mirada fr¨ªa, un ensayo sobre erotismo que lleva un ep¨ªgrafe de Sade que dice: 'Y ¨¦l lanz¨® sobre m¨ª la mirada fr¨ªa del perfecto libertino'. Es un libro muy interesante en el que sostiene que para que haya erotismo tiene que haber represi¨®n, que la libertad y el erotismo est¨¢n re?idos. Dice que las muchachas del siglo XVIII han pasado a la historia de la civilizaci¨®n como las m¨¢s er¨®ticas. ?Por qu¨¦? Porque estaban educadas en los conventos, y los conventos, a trav¨¦s de sus prohibiciones y de sus obsesiones, creaban una curiosidad y unos tab¨²es que eran los mayores fermentos para la imaginaci¨®n. Vailland dice que sin la Iglesia cat¨®lica no hubiera sido posible el erotismo. Por una parte cre¨® las prohibiciones y, por otra, cre¨® un entorno, un ceremonial que le ha suministrado al erotismo su instrumental m¨¢s rico y novedoso".
'Elogio de la madrastra'
"Elogio de la madrastra es un juego con muchas alusiones a las im¨¢genes er¨®ticas de la pintura. Para m¨ª escribir esa novela fue un experimento divertido que me permiti¨® emplear un lenguaje muy rico y preciosista que no utilizo jam¨¢s en mis obras, en las que el lenguaje es muy funcional, siempre en relaci¨®n con lo que quiero contar. En el Elogio hab¨ªa un juego formal que permit¨ªa contar la historia con un lenguaje rebuscado, muy poco realista. En Los cuadernos de Don Rigoberto, sin embargo, el erotismo es m¨¢s intelectual. Hay juego, pero en menor medida que en Elogio de la madrastra. All¨ª el lenguaje ya no es el mismo, no pod¨ªa serlo. La historia ten¨ªa m¨¢s pretensiones realistas y el lenguaje es, no dir¨¦ m¨¢s crudo, pero s¨ª que est¨¢ menos presente. En el Elogio el lenguaje es casi un espect¨¢culo por s¨ª mismo, una presencia que se interpone entre el lector y la historia".
Placer fr¨ªo
"?ltimamente ha cobrado gran fama La vida sexual de Catherine M., de Catherine Millet, pero en este caso no se trata de erotismo. Es un libro muy interesante, pero no er¨®tico, sino profundamente intelectual, una especie de autoexamen, casi una autoautopsia de la vida ¨ªntima de la autora. Yo no recuerdo haber le¨ªdo una sola p¨¢gina de ese libro sintiendo que ah¨ª hab¨ªa un est¨ªmulo sexual. Se trata, eso s¨ª, de una experiencia ins¨®lita: la de una persona que cuenta con total desenvoltura la historia de una sexualidad desenfrenada. Lo m¨¢s sorprendente del libro es, con todo, la frialdad con que ella expone esa experiencia. Aunque la poblaci¨®n de los fantasmas personales es infinita, no creo que ese libro pueda inflamar sexualmente a nadie. Un libro er¨®tico, a la vez que produce un placer est¨¦tico, es un libro que tiene tambi¨¦n que hacer las veces de un afrodisiaco. Si no te crea una sensaci¨®n de entusiasmo y de apetito sexual no termina de cumplir enteramente su funci¨®n".
Testimonios recogidos por Javier Rodr¨ªguez Marcos
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