Cuando Kipling hizo propaganda contra ¡°el Diablo¡±
Publicadas por primera vez en espa?ol las cr¨®nicas del escritor sobre la Guerra del 14
"El suelo estaba lleno de agujeros de bombas, algunos tan recientes como las madrigueras de topo en una ma?ana h¨²meda". Son palabras del escritor ingl¨¦s Rudyard Kipling (Bombay, 1865-Londres, 1936), al servicio del Bur¨® de Propaganda de Guerra del Gobierno de su pa¨ªs durante la masacre que sufri¨® Europa entre 1914 y 1918. Su misi¨®n fue mantener alta la moral de los soldados y hacer que las familias que enviaban a sus hijos al frente se sintieran orgullosos de ello porque estaban luchando contra ¡°el Mal¡±, contra ¡°bestias salvajes¡± a las que hab¨ªa que erradicar.
Estos y otros ep¨ªtetos dedic¨® el que fue primer premio Nobel de Literatura en ingl¨¦s, en 1907, a unos cosificados alemanes en los art¨ªculos que se publicaron en The Daily Telegraph y en la prensa estadounidense durante el conflicto y que ahora ha editado por primera vez en espa?ol, y por primera vez en su conjunto, la editorial F¨®rcola con el t¨ªtulo de Cr¨®nicas de la Primera Guerra Mundial.
Son textos de una prosa ret¨®rica que muestran ¡°a uno de los grandes escritores en una faceta como propagandista que nos era desconocida¡±, destaca el prologuista del libro, el periodista y escritor Ignacio Peyr¨®, estudioso de la historia y la sociedad brit¨¢nica. A Kipling no le tembl¨® la mano? para ¡°retorcer la verdad y demonizar al enemigo¡±, del que, dijo, se hab¨ªa "separado de la hermandad de los hombres". Peyr¨® a?ade que ¡°para el lector espa?ol, esta obra tiene la virtud de hacernos meditar, a un pa¨ªs alejado de la Gran Guerra, c¨®mo se produjo aquella herida, sin la que no se puede entender el siglo XX¡±. Javier Jim¨¦nez, director de F¨®rcola ¡ªun sello dedicado desde 2007 al ensayo en espa?ol, sobre todo, y a textos de historia poco conocidos¡ª, apunta el ¡°patriotismo exacerbado de las cr¨®nicas, aunque hay que ponerse en su pellejo¡±. ¡°Kipling hizo literatura de encargo en el peor momento de la guerra¡±.
Estas informaciones kiplinguianas forman dos bloques, que responden a los momentos en que Londres requiri¨® de su pluma. Francia en guerra re¨²ne los art¨ªculos publicados en 1915, cuando las trincheras descosen el continente y el autor de El hombre que pudo reinar, la voz literaria del imperialismo brit¨¢nico, rinde honores al pueblo franc¨¦s, anta?o enemigo, pero aliado en esta ocasi¨®n. ¡°Es una de sus mayores argucias, alaba al campesinado cat¨®lico, para que los ingleses los viesen como ellos¡±, precisa Peyr¨®.
Su estilo es ¡°muy vivo, fresco, descriptivo de las armas y de las cuestiones de soldadesca¡±. ¡°Tambi¨¦n tiene un punto conversacional y busca momentos de gran dramatismo, como la descripci¨®n del bombardeo de la catedral de Reims¡±. ¡°Su mole sigue mirando hacia arriba, ciega y muda¡±, relata. El poeta y novelista ten¨ªa ¡°un entronque con los soldados, que lo ve¨ªan como a uno de los suyos¡±, seg¨²n Peyr¨®. El Kipling m¨¢s propagandista, el que hab¨ªa asesorado a Londres en materia de comunicaci¨®n para influir en la opini¨®n p¨²blica, el que ¡°escribi¨® discursos que llamaban al alistamiento¡±, fue criticado por los escritores m¨¢s j¨®venes, en especial, los llamados poetas de la gran guerra, que lamentaron su deshumanizaci¨®n del conflicto.
No obstante, ¡°m¨¢s adelante se sum¨® a las cr¨ªticas al generalato¡±. Seguramente influy¨® la p¨¦rdida de su ¨²nico hijo, John, con solo 18 a?os, en la batalla de Loos, en suelo franc¨¦s. ¡°Le dieron por herido y desaparecido, pero Kipling hizo un rastreo angustioso y recurri¨® a sus contactos con la clase pol¨ªtica¡±. No dio con ¨¦l. Precisamente, este 2016 se confirm¨® el hallazgo de sus restos.
El segundo conjunto de cr¨®nicas, La guerra en las monta?as, de 1917, son las redactadas en los Alpes italianos, ¡°un frente que estaba un poco olvidado pese a la crueldad de la lucha entre austriacos e italianos¡±, apunta Peyr¨®. Fue un enfrentamiento distinto por la orograf¨ªa y la nieve. El creador de El libro de la selva "enfatiz¨® esa dureza y el dominio de la naturaleza".
Lo que no diferenci¨® a los distintos escenarios de combate fue la mecanizaci¨®n de la muerte, con las novedades de las ametralladoras, los aviones y el gas. Cuando acab¨® la matanza europea, el Gobierno brit¨¢nico le pidi¨® otro servicio a Kipling. A trav¨¦s de la Comisi¨®n Imperial de Tumbas de Guerra, pomposo y escalofriante nombre, le encarg¨® que redactara los discursos de homenaje y recuerdo a los muertos, y los epitafios que, grabados en las l¨¢pidas, recordaran para siempre a los soldados ingleses ca¨ªdos en combate, incluido el hijo al que nunca pudo velar.
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