La transparente lucidez
Kore-eda encuentra uno de sus temas en la descripci¨®n de unas estrecheces que son f¨ªsicas, econ¨®micas y existenciales
En la secuencia que abre Despu¨¦s de la tormenta, una madre y su hija hablan de dos figuras ausentes: el padre difunto y el hermano recientemente divorciado, dos variedades distintas de una cierta idea de fracaso masculino. Sus palabras pasan de la observaci¨®n sard¨®nica al matizado afecto, en un juego equilibrado que no resulta tanto de una premeditada combinaci¨®n entre comedia y drama, sino de una elegante capacidad de transmitir las complejidades y subtextos que se entretejen en toda actividad cotidiana. Este pr¨®logo es un discurso en s¨ª mismo: una perfecta miniatura cinematogr¨¢fica o un gran relato breve, en el que se detecta un cierto pulso chejoviano, el mismo que uno identificar¨ªa en un relato de Raymond Carver o de Alice Munro. La secuencia tambi¨¦n invita a recordar las palabras que el cr¨ªtico Jos¨¦ Luis Guarner dedic¨® a El intendente Sansho (1954) de Kenji Mizoguchi: ¡°Desde el primer momento se tiene la sensaci¨®n, no de asistir al comienzo de una historia, sino a la revelaci¨®n de un mundo, no algo que comienza, sino que ya es¡±.
DESPU?S DE LA TORMENTA
Direcci¨®n: Hirokazu Kore-eda.
Int¨¦rpretes: Hiroshi Abe, Kirin Kiki, Yoko Maki, Taiyo Yoshizawa.
G¨¦nero: drama. Jap¨®n, 2016
Duraci¨®n: 117 minutos.
Hirokazu Kore-eda cada vez est¨¢ haciendo un cine m¨¢s desnudo, alej¨¢ndose de los tan marcados como diversos rasgos de estilo presentes en pel¨ªculas como After Life (1998), Nadie sabe (2004) o Air Doll (2009): a la poderosa, sabia mirada humanista de trabajos como Nuestra hermana peque?a y Despu¨¦s de la tormenta le sienta muy bien la transparencia, el gesto de confiar toda comunicaci¨®n a los di¨¢logos entre sus personajes, pero tambi¨¦n a la relaci¨®n entre los cuerpos de sus actores y los espacios que ocupan. En este sentido, la pel¨ªcula encuentra uno de sus temas subterr¨¢neos en la descripci¨®n de unas estrecheces que son, al mismo tiempo, f¨ªsicas, econ¨®micas y existenciales: pocas veces una pel¨ªcula japonesa hab¨ªa transmitido mejor la angostura de los apartamentos; ninguna agencia de detectives parece m¨¢s destartalada que la que centra la vida laboral del protagonista.
Escritor malogrado y anti¨¦pico detective de infidelidades, Ryota, el hermano ausente en la primera escena, ocupa el centro de esta historia sobre la distancia entre el ideal y las rebajas que ofrece la realidad. De nuevo, los claroscuros de una paternidad conflictiva adquieren, como en los m¨¢s recientes trabajos del cineasta, una suma importancia. El tramo final de la pel¨ªcula, que bien podr¨ªa ser otro relato chejoviano de altura, sublima lo que su desarrollo ha ido sedimentando con suma delicadeza: una serena sabidur¨ªa vital.
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