Vida y susurros de un editor y de un hombre de acci¨®n
Se cumple un siglo del nacimiento de Jos¨¦ Ortega Spottorno, fundador de la editorial Alianza Editorial y de EL PA?S, y continuador de los ideales de su padre, Ortega y Gasset


Es imposible no recordar su modo de ser, y de estar, cuando se recuerda a Jos¨¦ Ortega Spottorno, fundador de Alianza Editorial, fundador de EL PA?S, y fundador, adem¨¢s, de una manera de interpretar una herencia dif¨ªcil, la de Jos¨¦ Ortega y Gasset, el fil¨®sofo, su padre.
Un 13 de noviembre, hace cien a?os, naci¨® en Madrid; fue heredero y v¨ªctima de la historia de este pa¨ªs, vivi¨® el exilio parisino con su familia, sus padres, sus hermanos, y regres¨® a Espa?a para evitar quedarse para siempre fuera, poner en orden su cabeza, su origen y sus ambiciones, que tuvieron que ver, tambi¨¦n, con lo que su padre, el fil¨®sofo m¨¢s importante de este pa¨ªs, quer¨ªa para Espa?a: discusi¨®n y di¨¢logo, modernidad.
Los mecanismos que utiliz¨® Ortega Spottorno, un emprendedor de la cultura, para llevar a cabo la ejecuci¨®n de esa importante herencia, que inclu¨ªa El Imparcial, el diario de su bisabuelo Eduardo Gasset y Artimy, de su abuelo, Jos¨¦ Ortega Munilla, y despu¨¦s El Sol de Nicol¨¢s Mar¨ªa Urgoiti, han sobrevivido largamente a la existencia de su padre y a la suya propia. Uni¨® la propia editorial Revista de Occidente en el erial de la posguerra civil, y la reanudaci¨®n del mensual de mismo nombre que creara su padre. Otras, con Alianza Editorial, que fund¨® con su colecci¨®n de bolsillo la manera de divulgar la ciencia, las ciencias sociales, la pol¨ªtica y la explicaci¨®n de la literatura mundial, en la Espa?a que, en 1966, se resist¨ªa a¨²n a su propia contemporaneidad. El otro eslab¨®n de esa ambici¨®n suya por prolongar la Espa?a que quisieron su padre y sus contempor¨¢neos fue, diez a?os m¨¢s tarde, la publicaci¨®n de EL PA?S, de cuyo consejo fue presidente y que fund¨® con el apoyo inmediato de un n¨²mero importante de accionistas y de manera decisiva, de Jes¨²s Polanco, que fue pronto su consejero delegado, y Juan Luis Cebri¨¢n, que fue el director fundador y que ahora es presidente de Prisa.
Homenaje en la Residencia de Estudiantes
Jos¨¦ Ortega Spottorno naci¨® en 1916, hizo ayer un siglo, y muri¨® en 2002. Con su esposa, Simone Klein, tuvo tres hijos. Bajo la direcci¨®n de la historiadora Mercedes Cabrera, Alianza Editorial, la editorial que fund¨®, publicar¨¢ un libro sobre lo que significaron su vida y sus emprendimientos culturales, como editor, puente entre la generaci¨®n anterior a la Guerra Civil y la que llev¨® a cabo la Transici¨®n a la democracia en Espa?a. En ¨¦l escriben firmas prestigiosas, como Juan Pablo Fusi, Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu, Diego Hidalgo, Santos Juli¨¢, Jos¨¦ Bonilla Lasaga, o Javier Zamora Bonilla, adem¨¢s de la propia Cabrera. El 24 de noviembre, una jornada de debates en torno a su figura liberal y laica y sus empresas, honrar¨¢ su memoria en la Residencia de Estudiantes de Madrid.
EL PA?S naci¨® como una empresa moderna que enseguida tuvo ¨¦xito; desde el principio, y hasta el momento presente, fue un emblema de una Espa?a distinta a aquel pa¨ªs casposo que ni en la prensa ni en la cultura se parec¨ªa a lo que pasaba en los pa¨ªses con los que la Espa?a democr¨¢tica se quer¨ªa comparar . Esa ambici¨®n cultural del peri¨®dico coincid¨ªa con el esp¨ªritu que alent¨® Ortega al frente de Alianza, donde encontr¨® la complicidad y el apoyo de un editor, Javier Pradera, que fue tambi¨¦n decisivo en esos primeros a?os del peri¨®dico y hasta su muerte en 2011. A Ortega Spottorno lo alentaba, adem¨¢s, un esp¨ªritu muy renacentista, y ciertamente aventurero; algunas de esas aventuras se hallaron enfrente con paredes que no pudo superar; pero aun en esos tiempos sombr¨ªos cont¨® con la admiraci¨®n y el apoyo de los que hab¨ªan sido sus c¨®mplices y sus socios, entre los que no cabe olvidar a Javier Pradera y otros numerosos colaboradores de val¨ªa que trajo.
Ninguno de esos avatares, los buenos y los malos, lo desprendi¨® de una sensibilidad literaria que se transparent¨® en muchos de los art¨ªculos que escribi¨® aqu¨ª, sobre amigos o conocidos, sobre la vida social espa?ola, sobre las ambiciones que vio en otros y sobre las figuras que m¨¢s entretuvieron su memoria. Adem¨¢s, fue escritor de cuentos (de muy buenos cuentos, como los que hay en Los amores de cinco minutos o en sus Relatos en espiral). Pero donde sobresali¨® su estilo, que se consolid¨® en los art¨ªculos e incluso en la conversaci¨®n, fue en su capacidad para hacer memoria y para hacer memorias. Su libro, reeditado ahora por Taurus con un pr¨®logo de su hijo Andr¨¦s, Los Ortega, su familia, no es solo un compendio sobre esa saga que ¨¦l continu¨®, y que contin¨²a, sino que es el ejemplo de lo que otros, como Julio Caro Baroja, su amigo, por cierto, fueron capaces de hacer para darle categor¨ªa de novela a lo que fueron las vidas convulsas de espa?oles que hubiera querido ser menos visibles para la historia pero que fueron arrollados por la historia. C¨®mo no, a esa saga ¨¦l uni¨® la l¨ªnea materna de su origen, as¨ª que La historia probable de los Spottorno est¨¢ ah¨ª, tambi¨¦n, para ayudar a trazar su perfil literario.
Un hombre t¨ªmido
Era un emprendedor y, si se permite este sesgo personal de su memoria en quien esto escribe, un hombre t¨ªmido, lo que no es precisamente contradictorio, pues grandes t¨ªmidos han emprendido muchas aventuras. Como Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n o como Eduardo Haro Tecglen, o como su ya nombrado amigo Julio Caro, era de esos seres que no se saben despedir por tel¨¦fono; entraba sigiloso, como si no estuviera, en los cuartos de trabajo, para dejar un papel, para dejar un susurro o para pedir consejo. Levemente, como si no estuviera, el hombre hoy centenario ten¨ªa los ojos azules, muy claros, y la voz baja, tan leve como sus encargos, que daba (como los daba Jes¨²s de la Serna) como si estuviera cometiendo un pecado. En baja voz y creyendo que eran inconvenientes.

Sus propios textos ven¨ªan, cuando nos tocaba a nosotros recibirlos, tambi¨¦n como si los mandara otro; era un hombre de muchas lecturas, pero nunca pudo decirse, no lo puedo decir yo, que fuera pedante o autoritario; su presencia en la redacci¨®n era muy rara, y cuando aparec¨ªa por otras zonas de mayor autoridad institucional del peri¨®dico, con su carpetita de cuero, su traje gris¨¢ceo o m¨¢s veraniego, parec¨ªa como aquellos La¨ªn Entralgo o Antonio Tovar que ven¨ªan a escuchar a Jes¨²s Aguirre contar aventuras audaces que Javier Pradera, m¨¢s sensato, y extremadamente ir¨®nico, rebajaba a la mitad.
Fue un fundador y un emprendedor; y si hubiera sido s¨®lo el que puso la primera piedra de aventuras como Alianza Editorial y EL PA?S, que perviven, ya ser¨ªa suficiente para que apareciera en las primeras p¨¢ginas de nuestra historia.
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