Nuestro complejo de inferioridad
Seguro que lo han o¨ªdo. Me refiero a la famosa valoraci¨®n de Lola Flores, publicada en The New York Times: ¡°No canta, no baila pero no se la pierdan¡±. El mensaje es ingenioso y contundente aunque uno podr¨ªa discutir las premisas. As¨ª que decid¨ª buscar el texto original, aprovechando que los contenidos del peri¨®dico est¨¢n totalmente digitalizados.
Gran chasco. En The New York Times solo se habl¨® tres veces de Lola y dos de ellas hac¨ªan referencia a su muerte. En vida, fue mencionada en un breve de 1953, donde se anunciaban unos conciertos suyos en el Teatro San Juan (amantes de las trivialidades: el mismo edificio en el que fue asesinado Malcolm X, aunque en un distinto espacio). No hay ni cr¨ªticas ni entrevistas con Lola.
Vale, puede que fuera otro peri¨®dico qui¨¦n pirope¨® a La Faraona. Pero no resulta casual que se atribuyera al gran diario neoyorquino: en el ambiente flamenco se ansia la convalidaci¨®n de su arte, a ser posible en la capital del mundo o por estrellas de otros g¨¦neros.
Los artistas for¨¢neos pueden apreciar el baile y el toque flamencos pero el cante se les atraganta
La imaginaci¨®n flamenca funciona a tope. Se repiten psicod¨¦licas an¨¦cdotas sobre Mick Jagger y Camar¨®n de la Isla. En la m¨¢s difundida, el cantaor rechaza actuar en petit comit¨¦, por cinco millones de pesetas, ante los Rolling Stones. En otra, ese improbable concierto privado ya ha debido de celebrarse: impresionado por la garganta del gaditano, se supone que el cantante brit¨¢nico le pide que (glup) se intercambien sus calzoncillos. Los fabuladores no llegaron a inventar la respuesta de Camar¨®n.
Son fantas¨ªas animadas de ayer y de hoy. En general, los artistas guiris pueden apreciar el baile y el toque flamencos; a la mayor¨ªa, el cante se les atraganta. Lo aprend¨ª por experiencia propia, tras varios a?os ejerciendo el proselitismo entre figuras internacionales a las que deb¨ªa entrevistar. Sol¨ªa regalar antolog¨ªas de Camar¨®n, con su arte en dosis accesibles; nunca tuve noticias de que picaran el anzuelo.
En Omega, el por otra parte excelente documental sobre el disco de Enrique Morente, se da mucha bolilla a sus encuentros con Sonic Youth y Pat Metheny. Al menos, el guitarrista Metheny acudi¨® a Granada para la colaboraci¨®n y explic¨® razonadamente sus motivos; lo de Sonic Youth fue un cruce de trenes en la noche, sin m¨¢s consecuencias.
Hay un momento en Omega donde se comenta que Lou Reed quer¨ªa grabar con Enrique. Estamos, sin duda, ante una muestra de la fabulosa guasa flamenca: no se me ocurren artistas m¨¢s incompatibles, en lo musical y en lo personal.
Que conste que este s¨ªndrome de inferioridad no es exclusivo de la tropa flamenca. Ocurre tambi¨¦n con nuestros artistas de pop, que pretenden ¨Cellos o su m¨¢nager- convertir en noticia que el grupo actu¨® en Londres (ante un p¨²blico formado mayormente por erasmus espa?oles) o que su disco fue masterizado por alguien que una vez trabaj¨® con Nirvana. Ni caso, oiga: pueden ir de modernos aunque se revelan paletos en esos detalles.
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