?God save ¡®The Crown¡¯!
La serie de Netflix deslumbra con una moderna visi¨®n de c¨®mo algo tan anacr¨®nico como la monarqu¨ªa puede adaptarse a un gran espect¨¢culo 'online'
Los brit¨¢nicos han creado a lo largo de la Historia un g¨¦nero propio en varias disciplinas del arte: sus reyes. Desde que en el siglo XII, Geoffrey of Monmouth escribiera The History of the Kings of Britain, hasta hoy, no han dejado de desarrollarlo. Esa l¨ªnea, con la genialidad de Shakespeare como eje, ha abarcado la literatura, el arte y el teatro. Pero en el siglo XX, le toc¨® el turno al cine y a la televisi¨®n, donde se superaron. Y hoy, en el XXI, v¨ªa internet, llevan camino de saber adaptarse a los tiempos con calificaci¨®n cum laude.
The Crown, en Netflix, es su ¨²ltima gran obra dentro de este g¨¦nero tan propio. Y cuenta nada m¨¢s y nada menos, que la historia de su actual reina: Isabel II. En caliente, pero, en esta primera temporada, con la suficiente distancia tambi¨¦n como para abordarla en fr¨ªo. Pero nunca sin intr¨ªngulis y complejidad argumental.
Hay que remontarse a los cincuenta, la d¨¦cada pre-Beatle, para situar la acci¨®n. En los 10 primeros cap¨ªtulos asistimos a la tutor¨ªa que aplica a Isabel Winston Churchill ¡ªgenial John Lithgow¡ª como primer ministro. De joven ingenua a reina, dos hombres la marcan, mientras que otro, Felipe, la acompa?a desde una versi¨®n profesionalizada del matrimonio. El hombre sab¨ªa d¨®nde se met¨ªa, por otra parte.
Churchill y, su padre, Jorge VI ¡ªquien diera lugar a otra joya reciente del g¨¦nero, El discurso del rey¡ª, la apadrinan, no sin tensiones, en lo que ser¨¢ su cometido. El duque de Edimburgo, su marido, juega un papel cercano y distante, enjaulado en su cotidiana c¨¢rcel de renuncias y reverencias ante su mujer, pero con la prerrogativa de hablarle en confianza, igual que su hermana, y mantenerla alejada del cavernario magma que perpet¨²an sus cortesanos.
Entre el empape de su condici¨®n soberana y su alma de mujer atada a un destino, discurren gran parte de sus parad¨®jicos dilemas. Los encarna asombrosamente quien es ya una estrella: Claire Foy. Aprende cu¨¢l debe ser su relaci¨®n con el Gobierno, c¨®mo tratar a su hermana Margarita ¡ªenamorada, al igual que el anterior aspirante al trono, de un divorciado¡ª, c¨®mo aligerar las sutiles humillaciones que debe sufrir su esposo, c¨®mo atemperar el car¨¢cter de un viejo tit¨¢n como Churchill y mantenerse alejada de las intrigas pol¨ªticas entre los propios conservadores para destruirle...
Ante la l¨ªnea argumental, nos vence el morbo. ?Cu¨¢nto de lo que vemos en pantalla saben de buena fuente? ?En qu¨¦ medida Buckingham Palace ha participado en el guion? ?C¨®mo le sentar¨¢ a la reina la visi¨®n cruda que de ella, su familia y su entorno se atreven a exhibir a veces?
Los 113 millones de euros que ha costado la apuesta dan, de sobra, para reflejar el empaque y la solemnidad que requiere el g¨¦nero real. S¨®lo dos cap¨ªtulos ¡ªel cuarto, dedicado a la niebla de contaminaci¨®n de fondo sobre Londres y el noveno, con Churchill enfrentado al cuadro de su ca¨ªda¡ª, concebidos casi como aut¨¦nticas pel¨ªculas, merecer¨ªan el esfuerzo.
Pero nada de ello se sostendr¨ªa si no fuera por la magistral creaci¨®n que desde la concepci¨®n del propio espect¨¢culo y desde el complejo guion realiza Peter Morgan con la ayuda de Stephen Daldry ¡ªBilly Elliot, Las horas, The Reader¡¡ª, al principio como director. Morgan hab¨ªa dado prueba de su destreza en La reina (The Queen), junto a Stephen Frears. Ambos nos mostraron el annus horribilis de Isabel II tras la muerte de Lady Di. Explicaron a trav¨¦s de esa pel¨ªcula c¨®mo en los momentos m¨¢s cr¨ªticos de su historia, la monarqu¨ªa ha sabido pactar sus largas pr¨®rrogas de continuidad con el poder emanado del pueblo. Una obra como Cromwell (Ken Hughes), lo explicaba en relaci¨®n a Carlos I, que acab¨® con la cabeza cortada por el empuje de los Ironsides. Despu¨¦s, pactaron. En ella, Richard Harris encarnaba a Oliver Cromwell frente al monarca (Alec Guiness). En The Crown contin¨²a la estirpe interpretativa con un soberbio Jared Harris, hijo de Richard y una de las estrellas de Mad Men, como Jorge VI. Hasta en el linaje actoral echa ra¨ªces el g¨¦nero.
Pero lo asombroso es como en pleno siglo XXI, de Los Tudor a The Queen o El discurso del rey¡ªy ahora, en plena eclosi¨®n de la era internet con The Crown, los brit¨¢nicos se las arreglan para hacer entender al resto del mundo esa singularidad que dan en llamar Englishness. Ponen en valor mucho de ese aislamiento secular, mediante el cual podemos comprender hasta su tendencia a defenderlo cueste lo que cueste, aunque la cuenta se eleve al ojo de la cara que les va a suponer el Brexit. Toca esperar con ansia la nueva temporada, que mostrar¨¢ las dotes de una Isabel ya menos naif, ante la convulsi¨®n de los sesenta. Peter Morgan ha anunciado que el compromiso es hacer seis entregas en total, aunque ha mostrado sus dudas. Ojal¨¢ siga¡
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