M¨²sica sacra
La vida p¨®stuma de John Coltrane es tan rica que en 2007 le dieron un Premio Pulitzer y est¨¢ incluido en el santoral de una Iglesia ortodoxa
Hace a?os, una noche invernal de ventisca, me enfrent¨¦ al fr¨ªo y a la nieve y a los pelda?os bru?idos de hielo de las estaciones de metro para escuchar A Love Supreme en una iglesia de exterior cochambroso y ac¨²stica limp¨ªsima en el East Village, no muy lejos de donde hab¨ªa estado un club de jazz legendario, el Five Spots. En el Five Spots, al lado de Thelonious Monk, John Coltrane vivi¨® durante varios a?os uno de los episodios fundamentales de su educaci¨®n como artista, y tambi¨¦n de su regreso a la vida despu¨¦s del largo t¨²nel siniestro de la hero¨ªna y el alcohol. El testimonio de aquel regreso, que para Coltrane ten¨ªa el significado religioso de una redenci¨®n, de un renacer despu¨¦s de la conversi¨®n y el bautismo, fue A Love Supreme: no solo, cincuenta y tantos a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n, una de las cimas de la m¨²sica de jazz, sino tambi¨¦n de la m¨²sica del siglo XX, de la m¨²sica religiosa o sacra del siglo XX.
Lo vi m¨¢s claro que nunca esa noche en lo peor del invierno, en febrero, the dead of the winter, pasando del fr¨ªo y el viento y los copos de nieve erizados como agujas al interior de la iglesia, donde hab¨ªa una iluminaci¨®n menos de concierto que de servicio religioso, una severidad de liturgia luterana. No era una nave muy grande, pero los asistentes, no s¨¦ si llamarnos los fieles, la ocup¨¢bamos y la calde¨¢bamos entera, con nuestros abrigos y gorros, nuestra bufandas y guantes y narices enrojecidas de invierno sovi¨¦tico.
Muchas iglesias protestantes de Nueva York son centros culturales o comunitarios, n¨²cleos de militancia social y pol¨ªtica, albergues para indigentes y desamparados. En ¨¦sta abundaban los murales humildes de armon¨ªa ¨¦tnica y de apoyo a minor¨ªas perseguidas o marcadas, a transexuales, a emigrantes ilegales, mujeres maltratadas, enfermos de sida. En el ¨¢bside se hab¨ªa instalado una tarima que no llegaba a escenario, y all¨ª estaban prepar¨¢ndose los m¨²sicos, que iban casi tan abrigados como los dem¨¢s, y que ten¨ªan ese aire concentrado y tranquilo de las personas que se preparan para iniciar un turno de trabajo. El grupo lo dirig¨ªa el pianista Uri Caine, que iba de un lado para otro ajustando luces, comprobando altavoces y enchufes, m¨¢s como un operario que como el m¨²sico de renombre universal que es. Me fij¨¦ en que no hab¨ªa cuatro atriles, sino cinco. A Love Supreme lo compuso John Coltrane en 1964 pensando en su cuarteto de aquellos a?os, McCoy Tyner al piano, Jim Garrison al contrabajo, Elvin Jones a la bater¨ªa, un grupo tan compenetrado entre s¨ª que era como un solo instrumento musical, tan unitario y flexible como era su orquesta para Duke Ellington. Cuando los m¨²sicos ocuparon sus sitios, alguno de ellos con bufanda y gorro, sopl¨¢ndose las manos, porque ni la calefacci¨®n ni el calor colectivo del p¨²blico aliviaban del todo el fr¨ªo, vi que el instrumento extra era una trompeta.
Muchas iglesias protestantes de Nueva York son centros culturales o comunitarios, n¨²cleos de militancia social y pol¨ªtica
En la concavidad misteriosa de un templo luterano, A Love Supreme revelaba plenamente su condici¨®n de m¨²sica sagrada; pero no sagrada porque Coltrane aludiera a Dios en el disco y presentara su obra como una ofrenda de gratitud: sagrada porque desde los primeros acordes, los primeros golpes oscuros de la bater¨ªa, es una m¨²sica que estremece lo que hay de espiritual en quien la escucha: un sobrecogimiento hacia lo que es muy pr¨®ximo, dentro de uno y en el mundo exterior, y permanecer¨¢ siempre desconocido; una efusi¨®n de gratitud hacia lo valioso que hemos recibido o alcanzado; un impulso de arrepentimiento y solicitud de perd¨®n por el dolor que cada uno haya causado, voluntariamente o no; un trance de fervor que lo sacude a uno del pesado narc¨®tico de la rutina y lo hace ascender hacia una claridad repentina, inesperada, inmerecida, del todo cotidiana.
Los m¨²sicos tocaban A Love Supreme con plena fidelidad a la partitura, pero tambi¨¦n con ese margen de improvisaci¨®n y libertad que siempre estuvo en la m¨²sica, no solo la de jazz. Uri Caine era ?McCoy Tyner en 1964 y un posible McCoy Tyner de medio siglo despu¨¦s, y era tambi¨¦n Uri Caine dej¨¢ndose encarnar por McCoy Tyner como en una sesi¨®n de espiritismo. Guard¨¦ el programa, porque me gusta mucho guardar los testimonios materiales de momentos as¨ª, pero ahora no s¨¦ d¨®nde estar¨¢, y no me acuerdo de qui¨¦n toc¨® esa noche la trompeta, qui¨¦n ocup¨® el atril que no exist¨ªa en la grabaci¨®n primitiva. Era un trompetista joven, y tocaba sus solos con una precisi¨®n afilada que rend¨ªa homenaje a Miles Davis sin incurrir en la trivialidad virtuosa de una imitaci¨®n. Al a?adir una trompeta, Uri Caine a?ad¨ªa al pasado una modesta correcci¨®n veros¨ªmil: Miles Davis y John Coltrane no volvieron a tocar juntos despu¨¦s del quinteto glorioso de finales de los cincuenta. Pero habr¨ªa estado bien, habr¨ªa sido un acto de justicia po¨¦tica, lo que Uri Caine suger¨ªa en ese concierto de m¨²sica sacra de John Coltrane en una iglesia: igual que Coltrane estuvo en la grabaci¨®n de Kind of Blue, Davis habr¨ªa podido acompa?arlo en la de A Love Supreme.
Los m¨²sicos tocaban A Love Supreme con plena fidelidad a la partitura, pero tambi¨¦n con ese margen de improvisaci¨®n y libertad que siempre estuvo en la m¨²sica
Algunos m¨²sicos de jazz, como algunos poetas muertos en plena juventud, han tenido posteridades mucho m¨¢s largas que sus vidas. No hacen falta las cifras redondas de los aniversarios para que John Coltrane est¨¦ a¨²n m¨¢s presente entre nosotros que cuando viv¨ªa. Habr¨ªa cumplido 90 a?os en 2016; en tan solo unos meses ser¨¢ el aniversario de su muerte temprana. Su vida p¨®stuma es tan rica que en 2007 le dieron un Premio Pulitzer, y desde hace bastantes a?os est¨¢ incluido en el santoral de una Iglesia ortodoxa africana que tiene su sede en San Francisco. Uno de sus hijos, Ravi, es un saxofonista extraordinario. Yo lo vi hace solo unos meses en un d¨²o formidable con el pianista Fred Hersch. Este noviembre, el festival de cine documental de Nueva York se clausur¨® con la proyecci¨®n de Chasing Trane, de John Scheinfeld, una pel¨ªcula que tiene toda la ternura fr¨¢gil de las filmaciones familiares en super-8 y el poder¨ªo supremo de una presencia que no ha dejado de crecer en todos estos a?os. Basta poner el principio de A Love Supreme y prestar atenci¨®n.
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