Dos por dos
Una exposici¨®n difunde la obra reciente de Juan Navarro Baldeweg, conmovedor testimonio inconformista de nuestra existencia
Como un antiguo griego, el arquitecto, artista y ensayista Juan Navarro Baldeweg (Santander, 1939) reivindica el canon, aunque de esa manera que comprehende tambi¨¦n el mundo contempor¨¢neo. Lo hace con motivo de su reci¨¦n inaugurada exposici¨®n pict¨®rica en la Galer¨ªa Marlborough de Madrid, significativamente titulada Dos por dos. Un m¨²ltiplo, como los Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot, el mejor poeta de nuestra era. Su Dos por dos, sin embargo, como ¨¦l mismo lo explica en el texto que ha escrito como presentaci¨®n de su exposici¨®n de obra reciente, que se puede tomar cual reflexiva meditaci¨®n de su personal po¨¦tica, lac¨®nicamente alude al homog¨¦neo formato de sus cuadros, aunque tambi¨¦n a ese juego pareado que fragua lo impar, esa clave del arte que exige que nos multipliquemos. En este sentido, se lea o no su texto, el visitante de su muestra se percata pronto, contemplando su pintura, de que en ella palpita una danza emparejada que relaciona una infinita serie de vectores: el azar y la necesidad, el espacio y el tiempo, el cielo y la tierra, lo real y lo virtual, la mente y el cuerpo, el arte y la obra de arte, el artista y su interlocutor visual¡, todos los cuales, correlativamente enfrent¨¢ndose, se multiplican para fructificar la vida.
La pintura, no obstante, combina un lenguaje epid¨¦rmico de latido subterr¨¢neo; esto es: luminosamente nos habla de lo oscuro. De esta manera, los cuadros de Navarro Baldeweg, respondiendo a una plantilla laminar f¨¢cilmente discernible, nos trasportan a la percepci¨®n de esta belleza moteada por las arrugas del tiempo. Son, por tanto, el conmovedor testimonio inconformista de nuestra existencia moral. Para arribar a esa iluminaci¨®n ext¨¢tica, el artista pugna por hacer desaparecer su propia huella, procurando que su obra sea milagrosamente ella misma. Se inhibe para mejor abrazarnos. Nos invita a contemplar nuestra propia luz. ?Qu¨¦ maravillosa exigencia!
Vemos as¨ª sus pinturas como haci¨¦ndose a ellas mismas, entremezclando luces y sombras, en cuya retorta claroscurista estallan pirot¨¦cnicamente todos los colores. Esta alargada cola luminiscente atraviesa los d¨ªas y las noches, todas las estaciones, el sordo latido del cosmos, lo material de la materia, la entrevista ocultaci¨®n del ser. Todo ello a trav¨¦s solo de la simple oleosogenidad de la pintura en perpetua metamorfosis. Quien contemple sus cuadros percibe esa ambiciosa palpitaci¨®n, pero, si conoce la trayectoria de este pintor, se percata adem¨¢s de c¨®mo, en esta su obra reciente, hay una recapitulaci¨®n autobiogr¨¢fica como solo es capaz de hacerla el artista despojado de s¨ª mismo. No en balde la combinaci¨®n de lo serial, sus m¨²ltiples contrastes, ha estado presente en el arte de Juan Navarro Baldeweg desde sus comienzos pict¨®ricos, porque ¨¦l ha estado siempre atento a los visajes y llamadas de la naturaleza. El Plat¨®n de Juan Navarro pudo ser ese maravilloso maestro Gy?rgy Kepes, con el que trabaj¨® en el MIT, all¨¢ por el inicio de la d¨¦cada de 1960, y con el que aprendi¨® lo fundamental del signo, la estructura y el movimiento.
Estallidos de una luz cegadora sellada por rect¨¢ngulos negros; a?il entreverado de un blanco algodonoso, cual si fuera el mismo cielo, pero al que accedemos a trav¨¦s de la persiana de unas sutiles l¨ªneas amarillas que interfieren con bandas de materia oscura nuestra visi¨®n; un aguacero crom¨¢tico que crepita sobre prismas regulares espectrales; blancas ondulaciones que flotan sobre la superficie acu¨¢tica de un mar de colores sin fondo; magmas incandescentes; ca¨®ticas explosiones que alumbran formaciones inestables¡ No s¨¦; esta emocionante cosmog¨¦nesis cobra las formas pict¨®ricas m¨¢s inesperadas, como esa danza de la perpetua movilidad de lo inm¨®vil, con la que Eliot describ¨ªa la hermosura de un jarr¨®n chino. Los cuadros de Navarro Baldeweg nos transportan hacia una visi¨®n vertical del horizonte: un enigm¨¢tico crucigrama. En todo caso, el magma crom¨¢tico donde Juan Navarro, ese moderno con mente de griego antiguo, hace bullir los colores en su olla a presi¨®n, celebra el origen y el fin del universo, la implosi¨®n y la explosi¨®n, con un adem¨¢n caligr¨¢fico, aprovechando la inercia del impulso gestual primigenio para mejor calibrar el reposado cuarteamiento del mundo, las huellas de lo que fue y ser¨¢, ese misterio al que en soledad se enfrenta el arte y solo el arte. ?Hay algo que no contenga la obra de arte, cuerpo y alma de nuestra atribulada existencia? Con esta exposici¨®n, en la que se entremezclan cuadros m¨¢s o menos rutilantes, el sabio arcaico, explorador vocacional, celebra la fiesta del origen y con ello demuestra que todo cabe en ese juego de dados que es la pintura, gozo irreductible.
Juan Navarro Baldeweg: Dos por dos. Galer¨ªa Marlborough. Madrid. Hasta el 5 de enero de 2017.
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