El mal trago de Bassas y la devoci¨®n por la novela negra mediterr¨¢nea
Hablamos con el escritor sobre su ¨²ltima novela, el sentido del g¨¦nero negro y la literatura como expresi¨®n del sufrimiento interno y social
Carlos Bassas (Barcelona, 1974) divide sus d¨ªas entre sus mil pasiones, tradici¨®n literaria y marcial de Jap¨®n incluidas, aunque trata de vivir de dos: ense?ar y escribir. En plena preparaci¨®n de Pamplona Negra, festival joven y original y del que Bassas es alma y motor, acaba de publicar Mal trago (Alrev¨¦s), la tercera entrega de las aventuras y sinsabores del polic¨ªa Herodoto Corominas en Ofidia. Bassas confirma en esta novela lo apuntado ya en Siempre pagan los mismos. A saber: su gusto por la novela negra pegada a la realidad, por la cr¨ªtica social y por los personajes bien elaborados. Una obra deudora de la mejor tradici¨®n mediterr¨¢nea.
En esta ocasi¨®n, la muerte de un ni?o tras un secuestro conmociona Ofidia, esa peque?a ciudad ficticia que recuerda a Pamplona pero que podr¨ªa ser Segovia o C¨¢ceres, y coloca a Corominas, ese personaje d¨¦bil y real, con gran coraz¨®n y mala cabeza, complicado y complejo a la vez que honesto, en una situaci¨®n cr¨ªtica. Hablamos con el autor en la distancia, que no siempre es buena, pero que nos sirve para profundizar de manera m¨¢s pausada en los temas que le obsesionan: para qu¨¦ servimos cuando la sociedad nos dice que ya no servimos, las relaciones familiares, la violencia y la exclusi¨®n.
PREGUNTA: Hay un eje central en torno a las relaciones paterno filiales. Corominas con su padre ya muerto y a la vez con su hijo; V¨¢zquez con su hija... Es un tema que se repite en sus novelas y, claro, en la historia de la literatura. ?Qu¨¦ cree que aporta a esta estructura narrativa? ?Por qu¨¦ la literatura se ve tan fascinada por este asunto?
Todos pasaremos por ah¨ª; por descubrir la inquietante y terrible verdad de que, en el fondo, somos prescindibles
RESPUESTA: La familia es de las mayores fuentes de felicidad y de infelicidad de todo ser humano. Es algo que te cae encima, que no eliges, en lo que te ves inmerso desde que naces. A los amigos los escoges a lo largo de los a?os, con mayor o menor tino, pero en la familia apareces; te plantan ah¨ª en medio y se supone que debes quererla ¡ªte educan para amarla, para respetar a cada uno de sus componentes, para, en muchos casos, preservar la tiran¨ªa¡ª, aunque a medida que creces, que desarrollas tu propia personalidad, puedes darte cuenta de que no tienes por qu¨¦ tener que sentirte c¨®modo en ella, que padres e hijos no tienen por qu¨¦ caerse bien. Es ah¨ª donde surge el choque de trenes, la colisi¨®n planetaria entre lo que se supone que debes sentir y lo que realmente sientes, y esa es una de las mayores fuentes de drama en la que todos nos reconocemos. Es un conflicto que te afecta a nivel ¨ªntimo, te rompe, te jode, te desvela, por lo que es una fuente inagotable para el novelista, para el dramaturgo, para el poeta. El problema de los Corominas es que se quieren pero no saben c¨®mo dec¨ªrselo.
P: Tambi¨¦n hay otro tema esencial: para qu¨¦ servimos cuando la sociedad dice que ya no servimos; qu¨¦ hacer para no olvidar y no ser olvidados.
R: Creo que, tarde o temprano, todos pasaremos por ah¨ª; por descubrir la inquietante y terrible verdad de que, en el fondo, somos prescindibles, tanto a nivel laboral como afectivo. Y surge entonces la pregunta: ?se acordar¨¢ alguien de m¨ª cuando me vaya al otro barrio? Todo ser humano muere dos veces: el d¨ªa en el que su coraz¨®n se para y el d¨ªa en el que desaparece la ¨²ltima persona que le recordaba. De ah¨ª que mucha gente desee que su nombre figure en una l¨¢pida. Es un grito final de permanencia; un modo de evitar la damnatio memoriae o la abolitio nominis, la erradicaci¨®n del nombre de alg¨²n fara¨®n, de un rey, emperador, c¨®nsul, general, senador o ciudadano que practicaban los antiguos egipcios, los griegos y los romanos de todo monumento, documento, inscripci¨®n, registro, etc. tambi¨¦n practicada por alg¨²n Papa, por alg¨²n Dux o por Stalin.
Mi forma de entender el g¨¦nero es la de un tipo de relato social pegado a la realidad que me rodea
Todo se reduce a que, desde que empezamos el colegio, despu¨¦s pasamos al instituto, vamos a la universidad o cursamos la FP o transitamos cualquier otro camino educativo-formativo, la sociedad nos prepara para hacer, no para ser. Para producir, para servirla, para cumplir de un modo efectivo y obediente un rol social. El intento constante de determinadas leyes educativas por eliminar las humanidades de los programas educativos tiene mucho que ver con esto. La producci¨®n en masa de ciudadanos obreros obedientes. Y en medio de esa corriente vertiginosa, uno trata de aprender a ser alguien lo mejor que puede. Pero la mayor¨ªa, sencillamente, fracasamos.
P: En Mal trago se ve, como en la anterior novela, esa mezcla que funciona tan bien entre el gusto por el procedimental policial y la denuncia social. ?Tiene miedo a que la cr¨ªtica se transforme en panfleto?
R: Hay tantos tipos de novela negra como escritores de novela negra. Y todas son perfectamente v¨¢lidas. La tradici¨®n, esa trampa mortal, habla de g¨¦nero, de subg¨¦neros, de crook, de hardboiled, de misterio l¨®gico-deductivo, de policial¡ Cada vez estoy m¨¢s convencido de que lo que llamamos negro no tiene tanto que ver con estructuras narrativas, con elementos tradicionalmente identificativos-definitorios del g¨¦nero, sino con una forma de mirar y de contarlo. Mi forma de entender el g¨¦nero (personal, privada, sin imposiciones de ning¨²n tipo a otros escritores) es la de un tipo de relato social pegado a la realidad que me rodea. Hay escritores que no lo sienten as¨ª, que escriben otro tipo de novelas brutales, novelas negras perfectamente geniales. En cuanto a que si puede resultar panfletario, quiz¨¢s. Pero qu¨¦ le voy a hacer: no me dedico al periodismo, sino a la ficci¨®n.
He procurado que Herodoto Corominas fuera un tipo normal, lleno de esquinas, de aristas, de huecos, de grises, como somos la mayor¨ªa de nosotros
P: Tambi¨¦n se ve en la novela que es un libro de personajes, que son los que sustentan todo, empezando por ese gran Herodoto del que ahora hablaremos. Las tramas est¨¢n bien pero aqu¨ª me parecen secundarias... ?Est¨¢ buscado?
Est¨¢ buscado. Otros escritores me han dado unos cuantos y buenos consejos a lo largo de los pocos a?os que llevo en esto, pero el mejor de todos sigue siendo el de siempre: la trama es importante, s¨ª, pero los personajes est¨¢n por encima de todo. No es nada nuevo; es po¨¦tica aristot¨¦lica, es el fundamento mismo del relato: personaje, personaje, personaje.
P: El se?or Herodoto mezcla de maravilla sus gustos cl¨¢sicos con su autenticidad, sus puntos d¨¦biles, sus tentaciones, su lado oscuro, su coraz¨®n noble, su profesionalidad. ?De d¨®nde sale? ?Qu¨¦ influencias has tenido para crearlo?
R: He procurado que Herodoto Corominas fuera un tipo normal, lleno de esquinas, de aristas, de huecos, de grises, como somos la mayor¨ªa de nosotros, tambi¨¦n los investigadores criminales. Tipos a los que la vida personal les afecta a nivel laboral hasta el punto de hacer que la caguen. Tipos a quienes su vida profesional les mancha hasta destruir sus relaciones personales. Tipos que tratan de encontrar un sitio, un equilibrio en alguna parte para soportarlo, para tirar hacia delante, para vivir la vida como mejor puedan. No buscaba reflejar un tipo oscuro, roto, de alma hecha jirones, con un trauma brutal en su pasado, sino m¨¢s bien alguien con los mismos problemas que tenemos, hemos tenido o podemos enfrentar cualquiera de nosotros.
P: En el final de Mal trago, muy bello, por cierto, se ve a un Corominas hundido, jodido. ?Le queda mucho? ?Veremos m¨¢s?
R: Me plante¨¦ la novela como un descenso del personaje a los infiernos. El ¨²nico modo de renacer es morir primero. Corominas, un tipo tranquilo, normal, generalmente centrado, empieza a romperse y toca fondo. L¨®gicamente, saldr¨¢ adelante con heridas. La siguiente entrega narrar¨¢ c¨®mo lo hace y qu¨¦ se ha dejado por el camino.
P: Siento sacar el tema de Ofidia, de la que le habr¨¢n preguntado hasta la saciedad, pero... ?Por qu¨¦ no hacerlo en un sitio real, en Pamplona por ejemplo?
Porque, si bien Ofidia tiene mucho de Pamplona, es inevitable, es la ciudad en la que vivo, tambi¨¦n quer¨ªa que pudiera ser, que fuera cualquier capital de provincia, cualquier ciudad que no es grande pero tampoco es pueblo ¡ªaunque siga teniendo esencia de ¨¦l¡ª, en la que las cosas funcionan de un modo particular. Peculiar. Y evitar posibles demandas judiciales, por supuesto; aunque tengo poco que embargar. Cuando hay un crimen en una gran ciudad, Barcelona, Madrid, el mundo sigue marchando para la inmensa mayor¨ªa de sus habitantes; cuando eso se produce en una ciudad m¨¢s peque?a, las consecuencias afectan de un modo m¨¢s o menos directo a buena parte de la sociedad: conoc¨ªas a la v¨ªctima, conoc¨ªas al agresor, o a alguien que les conoc¨ªa, o ha sucedido a escasos metros de tu casa¡ Y eso golpea de un modo emocional diferente. Y todo es runr¨²n.
P: Me he divertido mucho con los Ravelo, Zan¨®n, Marne y compa?¨ªa.. ?Le apetec¨ªa jugar, homenajear?
R: Es un detalle que decid¨ª hace tiempo y que he ido diseminando a lo largo de la serie de novelas de Corominas, especialmente en las dos ¨²ltimas. Me apetec¨ªa homenajear a los escritores espa?oles de novela negra, a muchos de los cuales conozco personalmente, tambi¨¦n a otra gente a la que he conocido gracias a este mundo y a la que quiero y respeto mucho, y me pareci¨® una forma divertida de hacerlo. Algunos son m¨¢s dif¨ªciles de introducir que otros por su apellido, pero, tarde o temprano, acabar¨¢n en el cocido: Melero, Cervantes, Ravelo, Luj¨¢n, Marne, Ribas, Arretxe, G¨®mez Escribano, Llorente, Barea, del ?rbol, Redondo, Zan¨®n, Erice, Pedregosa¡
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