¡°Franco no tra¨ªa la paz, sino la victoria sin paliativos¡±
Jorge M. Reverte publica ¡®De Madrid al Ebro¡¯, donde recoge con precisi¨®n de orfebre las batallas y las bajas de la Guerra Civil
Contada desde todos los puntos de vista en miles de libros, a¨²n quedan t¨®picos por aclarar sobre la Guerra Civil desatada en Espa?a por el sangriento golpe de Estado del 18 de julio de 1936. Dur¨® apenas tres a?os, pero fue, de todas las guerras de la ¨¦poca contempor¨¢nea, la que m¨¢s pasiones despert¨®, algunas todav¨ªa en carne viva por la destrucci¨®n, las atrocidades y los sufrimientos causados, adem¨¢s de por los abusos de la larga dictadura a la que dio lugar.
Jorge M. Reverte ha dedicado varios libros al tema, desde La batalla del Ebro (Cr¨ªtica, 2003), hasta El arte de matar (RBA, 2009). Ahora se muestra como un gran estratega militar, de asombrosa meticulosidad en datos y mapas, en De Madrid al Ebro. Las grandes batallas de la guerra civil, que firma para Galaxia Gutenberg con Mario Mart¨ªnez Zauner.
Para entender tantas batallas, a veces absurdas, Reverte hace una advertencia previa: ¡°La Guerra Civil se explica si se parte de este hecho: ninguno de sus protagonistas sab¨ªa con anterioridad que estaba embarc¨¢ndose en un conflicto de tanta envergadura, para el que no ten¨ªan los medios humanos ni financieros necesarios, ni los conocimientos t¨¦cnicos imprescindibles. La guerra se produce porque fracasa el golpe, que Mola hab¨ªa previsto que ser¨ªa de una gran violencia. La represi¨®n sobre el enemigo tendr¨ªa por tanto un car¨¢cter sistem¨¢tico en el bando sublevado (el ejemplo m¨¢s salvaje es el de Badajoz); mientras que en el bando republicano no fue planeada, sino resultado del descontrol por parte del Estado, aunque hubo algunas complicidades gubernamentales (Garc¨ªa Oliver) y partidistas (JSU y el movimiento libertario) en Paracuellos del Jarama¡±.
Se ha escrito que Franco nunca perdi¨® una batalla y que, si no tom¨® Madrid desde el principio, fue porque no quiso. Reverte desmonta esas afirmaciones. ¡°Franco siempre quiso tomar Madrid. En el libro document¨® hasta cinco intentos, incluyendo las ofensivas de Jarama y Guadalajara. Tambi¨¦n es falso que alargara la guerra para reprimir mejor al enemigo. Franco reprimi¨® igualmente una vez acabada la guerra¡±. Lo declar¨® a un periodista estadounidense apenas iniciada la contienda: fusilar¨ªa a media Espa?a ¡°si fuera necesario para pacificarla¡±. Mola fue m¨¢s brutal: ¡°Veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo¡±. Reverte concluye el libro pregunt¨¢ndose si hab¨ªa algo que impidiera a Franco proseguir la matanza de espa?oles ¡°cuando las armas enemigas ya estaban en silencio¡±. Dice: ¡°Ya no. Franco no tra¨ªa la paz, sino la victoria. Creo que fue De Gaulle el que defini¨® la diferencia enorme entre la paz y la victoria. Franco escogi¨® la victoria sin paliativos¡±.
Una poco cristiana Carta colectiva del episcopado espa?ol animaba en 1937 a los militares golpistas a exterminar de ra¨ªz al enemigo por ¡°ateo y extranjero¡±. Fue la teor¨ªa de la Cruzada, en defensa de la civilizaci¨®n cristiana seg¨²n gran parte de la jerarqu¨ªa del catolicismo. Cruzada s¨ª, pero gamada, por los apoyos de Hitler y Mussolini. Afirma Reverte: ¡°La definici¨®n de la guerra como cruzada buscaba un impacto simb¨®lico y tuvo grandes propagandistas, como Pem¨¢n, que hac¨ªa versos celebrando que los bombarderos alemanes e italianos mataran ni?os en Madrid. Las damas de la alta sociedad sevillana regalaban estampitas de la Virgen a los moros reclutados para matar cristianos. Pero la contribuci¨®n de Alemania, Italia y de los combatientes marroqu¨ªes, sin duda muy importante, no fue decisiva¡±.
Reverte no descarta culminar este recuento de batallas con una historia de la guerra desde todos los puntos de vista. ¡°En lo estrictamente militar no queda ning¨²n aspecto sustancial por investigar, pero cabe hacer un trabajo de s¨ªntesis mayor¡±, sostiene. En sus anteriores libros ofrece cifras de v¨ªctimas y verdugos. Tambi¨¦n lo hace ahora, con precisi¨®n, por ejemplo, sobre el asesinato en 24 horas de 2.000 personas en Badajoz por orden del coronel falangista Yag¨¹e; la org¨ªa de sangre del general Queipo de Llano en M¨¢laga (4.000 muertos) en venganza por las salvajadas de los milicianos que mataron antes a cuantos cre¨ªan complicados con la sublevaci¨®n, o el terrible balance de muertos y heridos (casi cien mil) en los combates por una ciudad, Teruel, sin ninguna importancia estrat¨¦gica.
El recuento de v¨ªctimas
El recuento de v¨ªctimas en la guerra y represaliados en la posguerra se va cerrando y es solvente, seg¨²n Reverte. Tambi¨¦n ¡°las referidas a la Iglesia, que sufri¨® un aut¨¦ntico genocidio, sobre todo en Catalu?a y Castilla-La Mancha¡± (6.818 eclesi¨¢sticos asesinados, entre ellos 12 obispos). En las batallas murieron 95.000 soldados y la represi¨®n en la retaguardia suma 50.000 asesinatos en zona republicana y 94.669 fusilados por los golpistas durante la guerra y la postguerra.
Asociaciones para la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica completan el listado de asesinados por el franquismo a medida que abren nuevas fosas comunes (133.708 muertos ya). Hay que a?adir los civiles fallecidos por los bombardeos (10.000), por hambre o enfermedad en campos de concentraci¨®n y prisiones (50.000), o los espa?oles arrojados al exilio. Suman medio mill¨®n, sobre un censo que en 1931 ascend¨ªa a 23 millones de espa?oles.
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