Los alemanes conoc¨ªan el Holocausto
Hijo de un jud¨ªo emigrado a Australia, Nicholas Stargardt recrea la vida de la poblaci¨®n germana durante la guerra en un libro muy necesario en la era de la posverdad
?Por qu¨¦ lucharon los alemanes con tanta tenacidad durante los cinco a?os largos de la Segunda Guerra Mundial? ?Cu¨¢ndo supieron que participaban en una guerra genocida? ?C¨®mo vivi¨® la poblaci¨®n civil los avatares de un conflicto que en sus tres primeros a?os hizo de Hitler el amo de Europa, desde el C¨¢ucaso a los Pirineos, y que en su tramo final se convirti¨® en un infierno de bombardeos a¨¦reos sobre las ciudades y millones de soldados muertos en los frentes de batalla? Nicholas Stargardt, hijo de un jud¨ªo alem¨¢n emigrado a Australia, formado en la mejor tradici¨®n historiogr¨¢fica de Oxbridge, ha dedicado 20 a?os de su vida acad¨¦mica a cribar archivos p¨²blicos y privados para tratar de responder a estas cuestiones.
No es una historia de haza?as o derrotas b¨¦licas, ni de honores o estrategias militares, es un relato de c¨®mo vivieron la guerra los alemanes
La guerra alemana expone al menos dos conclusiones: es falso que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n civil ignorase el exterminio sistem¨¢tico de los jud¨ªos, dentro del Reich y en los territorios conquistados, desde Polonia y el B¨¢ltico hasta Ucrania y Rusia; tampoco se puede sostener que el patriotismo b¨¦lico fuera solo un subproducto del terror creado por la dictadura nazi. Stargardt registra que dos tercios de los alemanes estaban encuadrados en organizaciones nazis en v¨ªsperas de la guerra. Solo las iglesias contaban con una afiliaci¨®n superior (94%), pero la doble militancia de la mayor¨ªa hizo que jerarcas protestantes y cat¨®licos contribuyeran al esfuerzo b¨¦lico con su clamoroso silencio ante el genocidio y sus encendidas arengas sobre el deber de defender a la patria frente al judeobolchevismo.
Esta no es una historia de haza?as o derrotas b¨¦licas, ni de honores o estrategias militares, es un relato de c¨®mo vivieron la guerra los alemanes, escrito a partir del intenso di¨¢logo epistolar entre los soldados alemanes y sus familias, que no cesa ni en las peores condiciones de combate. El servicio a¨¦reo postal entraba en la Bolsa de Stalingrado hasta d¨ªas antes de la rendici¨®n del general Paulus. Goebbels conced¨ªa un gran valor a la correspondencia familiar para mantener alta la moral de combate mientras la Blitzkrieg condujo a la Wehrmacht a las puertas de Mosc¨², pero el impacto de las cartas del frente pas¨® a ser da?ino en cuanto empez¨® la retirada del Este en condiciones tan terribles como las de la Grande Arm¨¦e de Napole¨®n en 1812.
Estas cartas rebosan emociones ¡ª?patriotismo, miedo, nostalgia del hogar lejano, esp¨ªritu de combate¡ª, pero transmiten tambi¨¦n abundante informaci¨®n sobre el rastro de sangre que los Ej¨¦rcitos alemanes dejan en su avance por la estepa rusa y ucraniana. Adem¨¢s de narrar hechos aterradores, muchos soldados toman fotograf¨ªas de ejecuciones masivas, como la del barranco de Babi Yar, cerca de Kiev (33.771 jud¨ªos asesinados en dos d¨ªas), que env¨ªan a sus casas a revelar no en clave de denuncia, sino para subrayar el cumplimiento del deber patri¨®tico de combatir a los judeobolcheviques. El Ej¨¦rcito Rojo encontr¨® miles de fotograf¨ªas de ejecuciones en los bolsillos de los soldados alemanes junto a las de sus novias y familiares.
Una de las fuentes m¨¢s ricas de Stargardt es el archivo de la SD, el servicio de inteligencia de las SS, que durante toda la guerra elabor¨® informes semanales sobre c¨®mo evolucionaba el ¨¢nimo colectivo, todo un estudio de opini¨®n p¨²blica basado no en encuestas sino en el espionaje. Ya en el oto?o de 1941 el exterminio de los jud¨ªos comenzaba a conocerse ampliamente. El 16 de noviembre Goebbels publicaba un art¨ªculo en Das Reich titulado ¡®Los jud¨ªos son culpables¡¯, en el que afirmaba que deb¨ªa cumplirse la profec¨ªa de Hitler sobre su exterminio. Desde el 1 de septiembre los jud¨ªos estaban obligados a identificarse en p¨²blico mediante una estrella amarilla. Un a?o despu¨¦s ese distintivo hab¨ªa desaparecido pr¨¢cticamente de las calles alemanas. En el verano de 1943 la SD se hac¨ªa eco de la extendida convicci¨®n popular de que los bombardeos a¨¦reos masivos, especialmente los de Hamburgo, eran una venganza por ¡°lo que hicimos a los jud¨ªos¡±.
Stargardt establece que ¡°a comienzos de 1942 la mayor parte de los jud¨ªos de Europa todav¨ªa estaban vivos; al final de la guerra la mayor¨ªa hab¨ªa muerto¡±. Goebbels protegi¨® con una espiral de silencio los detalles de este exterminio masivo mientras abundaba sobre la culpabilidad de los jud¨ªos en el estallido de la guerra. A esta perversi¨®n del lenguaje dedic¨® gran parte de sus Diarios Victor Klemperer, cuya imagen cuasi fantasmal emerge en estas p¨¢ginas huyendo a pie tras el bombardeo de Dresde. Contra toda l¨®gica, una parte sustancial del pueblo alem¨¢n hizo suya la inculpaci¨®n de los jud¨ªos hasta la capitulaci¨®n, momento en que el Holocausto entr¨® en el limbo de la amnesia colectiva. Nadie hab¨ªa visto nada, nadie sab¨ªa nada acerca de aquel secreto de familia que casi todos hab¨ªan compartido. En la era de la posverdad, La guerra alemana es un libro m¨¢s necesario que nunca.
La guerra alemana. Nicholas Stargardt. Traducci¨®n de ?ngeles Caso Machicado Galaxia Gutenberg, 2016. 800 p¨¢ginas. 29,50 euros
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