Cuando el escritor es el paisaje
La imagen de los autores es parte fundamental de la memoria que guardamos de ellos. Varios fot¨®grafos se han especializado en retratarlos. Algunos nos cuentan los secretos de su oficio
Hay un fot¨®grafo, hay una c¨¢mara, hay un paisaje. Ese paisaje es un rostro. El rostro austero, de ojos de fiebre, de un se?or llamado Samuel que ha escrito, entre otras cosas, algo llamado Esperando a Godot. O el rostro de bigote casi c¨®mico de un se?or llamado James que ha escrito, entre otras cosas, algo llamado Finnegans Wake. O el rostro estepario de una mujer llamada Virginia que ha escrito, entre otras cosas, algo llamado Las olas. Hay un fot¨®grafo, hay una c¨¢mara, hay un rostro. S¨®lo que no es cualquier rostro, sino un rostro que estaba ah¨ª cuando ese hombre o esa mujer escribieron Mientras agonizo o Cien a?os de soledad o Matar a un ruise?or. Un rostro que fue testigo. Hay una c¨¢mara, hay un rostro, hay un fot¨®grafo que espera el instante preciso para disparar y lograr¡ ?qu¨¦? ?La imagen definitiva de Beckett, Neruda, Woolf? ?Una figurita m¨¢s para su colecci¨®n, una extra?a forma del aut¨®grafo? En el siglo XIX, el franc¨¦s Gaspard-F¨¦lix Tournachon (Nadar) les puso rostro a trav¨¦s de la fotograf¨ªa a Victor Hugo, Baudelaire, Alejandro Dumas. Desde entonces, muchos fot¨®grafos han dedicado parte de su obra al retrato de escritores. Pero si el atelier de un artista pl¨¢stico es una cornucopia de situaciones visuales excitantes, si un actor es un cheque en blanco de histrionismo, ?qu¨¦ inter¨¦s pueden despertar los escritores cuya actividad consiste en permanecer inm¨®viles rodeados de una escenograf¨ªa que, con excepciones, recuerda a la de los programas de cable de bajo presupuesto: diversas combinaciones de biblioteca-silla-escritorio y, si hay suerte, un gato? Es un d¨ªa de noviembre de 2016 y el fot¨®grafo chileno Luis Poirot est¨¢ tenso.
¡ªTengo que ir ma?ana a fotografiar al poeta Claudio Bertoni. Y ya estoy nervioso. Esto es como una cita a ciegas. ?Qu¨¦ va a pasar ah¨ª? La foto es un pretexto para tener una conversaci¨®n con los escritores que me interesan. A veces hablamos dos horas y hacemos la foto en 15 minutos.
De chico, Poirot era un lector ¨¢vido, estudiaba teatro y, durante los ensayos, comenz¨® a tomar fotos de sus compa?eros. Un d¨ªa, la editorial Zig-Zag le pidi¨® retratos de escritores chilenos para las portadas de sus libros y all¨¢ fue, sin mucha idea. Lo que empez¨® siendo un trabajo alimenticio se transform¨® en un plan: a sus 75 a?os, tiene un archivo que incluye a Nicanor Parra, Jos¨¦ Donoso, Pedro Lemebel, Pablo Neruda, entre much¨ªsimos. Sus fotos son planos secos, en blanco y negro y en papel, y ¨¦l las trae al mundo en un parto lento y anal¨®gico, repleto de l¨ªquido revelador, bandejas, luz roja, ¨¢cidos.
¡ªEn el retrato fui dejando de lado el entorno. Me concentro en el paisaje del rostro. El retrato est¨¢ en los ojos. En el brillo que es muy ef¨ªmero y a veces aparece y muchas veces no. A Jos¨¦ Donoso lo fui fotografiando hasta el final, que estaba muy enfermo. Lleg¨® al taller. Se sent¨® en un taburete y empezamos a hacer las fotos. Se quedaba dormido, yo le gritaba: ¡°?Pepe!¡±. En un momento le dije: ¡°Pepe, s¨¢cate los anteojos¡±. Me dijo: ¡°No, yo soy con anteojos¡±. Y le dije: ¡°No. S¨¢catelos¡±. Y se sac¨® los anteojos y apareci¨® el rostro terrible de la proximidad con la muerte. Apareci¨® la mitad angelical que era ¨¦l y la otra mitad del hijo de puta que tambi¨¦n era ¨¦l. Y saqu¨¦ esa foto. La odi¨®. Prohibi¨® que se publicara. Pero su hija Pilar le dijo: ¡°Es el mejor retrato que te hayan hecho¡±.
¡°El retrato es un pretexto para conversar. A veces hablamos dos horas y la foto la hacemos en 15 minutos¡±
Hoy todo el mundo tiene un rostro a dos clics de distancia. Pero cuando en la primera mitad del siglo XX nadie lo ten¨ªa, cuando James Joyce era casi solamente un nombre, como lo eran Sartre o Jean Cocteau, Gis¨¨le ?Freund le puso rostro a la intelectualidad europea: Joyce, Val¨¨ry, Breton. Todo empez¨® por azar, con una nota que le envi¨® Andr¨¦ Malraux, cuyo libro La condici¨®n humana iba a reimprimirse. El necesitaba fotos y ella le pidi¨® que fuera a su casa. ¡°Me sent¨ªa inc¨®moda¡±, escribe Freund. ¡°(¡) Uno de los grandes escritores de la ¨¦poca estaba frente a m¨ª, y mi fotograf¨ªa ten¨ªa que mostrar su rostro al mundo entero¡±. Malraux sali¨® a la terraza, encendi¨® un cigarrillo. Freund escribi¨®: ¡°Si pudiera (¡) fijar uno de sus gestos m¨¢s significativos, llegar¨ªa a expresar mejor al hombre que cualquier imagen de sus rasgos¡±. ?C¨®mo se puede estar atenta a los detalles t¨¦cnicos cuando lo que importa es abducir la esencia del otro y transformarla en una foto que, si todo sale bien, arrastrar¨¢ la imagen del escritor a trav¨¦s de los siglos? Entonces Freund tuvo una idea: le pregunt¨® si ¨¦l cre¨ªa que la fotograf¨ªa era un arte y Malraux empez¨® a teorizar. ¡°Hab¨ªa conseguido desviar su atenci¨®n del aparato y fue as¨ª como pude sorprenderle natural. (¡) Con los a?os llegar¨ªa a elaborar una t¨¦cnica para forzar a mi modelo a hablar de cosas que le preocuparan, con el ¨²nico objetivo de hacer que se olvidara del aparato¡±. Lo que hab¨ªa empezado por azar termin¨® en una hidra de rostros que ella expandi¨® usando, como mecanismo de convicci¨®n, su propio trabajo: mostr¨¢ndolo a los autores, generando en ellos el deseo de estar en ese c¨ªrculo ¨¢ulico de elegidos. Para que James Joyce le permitiera retratarlo, Freund acarre¨® hasta su casa un proyector, una pantalla y una caja con fotos. Estuvo m¨¢s de una hora proyectando rostros de autores hasta lograr el santo grial, la frase: ¡°?Cu¨¢ndo quiere fotografiarme?¡±.
El rastro de una obra
El plan habitual es la falta de plan: un d¨ªa alguien encarga a un fot¨®grafo una foto de escritor y el fot¨®grafo ¡ªque en estos casos suele ser un gran lector¡ªdescubre que hay all¨ª una excusa para estar cerca de un mundo que admira. Pero la argentina Alejandra L¨®pez ten¨ªa un plan. Estudiaba Letras y sacaba fotos como hobby. Un d¨ªa dej¨® la carrera, perdi¨® el empleo y la fantas¨ªa que la hab¨ªa tentado ¡ªtransformar el ?hobby en actividad central¡ª se concret¨®.
¡ªFui a las librer¨ªas a ver qu¨¦ editorial publicaba m¨¢s autores argentinos vivos y descubr¨ª que era Planeta. Los contact¨¦ y me dijeron que ellos no hac¨ªan fotos, que le ped¨ªan una foto al autor. Pero me encargaron hacer fotos de las presentaciones de los libros. Estaba Juan Forn como editor y le empec¨¦ a romper la paciencia dici¨¦ndole que quer¨ªa hacer la foto de solapa. Los escritores me interesaban porque era la fauna que me rodeaba en la Facultad. Me hac¨ªan sentir c¨®moda. Al final, me encargaron una foto para el libro de Horacio Verbitsky Robo para la corona. ?l llam¨® despu¨¦s a Forn y le dijo que estaba feliz con la fotograf¨ªa. Y me empezaron a pedir m¨¢s. En los ¨²ltimos a?os estoy haciendo el retrato m¨¢s austero posible. Todo se reduce a la iluminaci¨®n y la actitud del fotografiado. Nada de ambientaci¨®n.
¡°Puede ser un gesto o una luz, pero es importante que la instant¨¢nea agregue informaci¨®n que no ten¨ªas¡±
Si en sus retratos m¨¢s antiguos entran en cuadro otros elementos ¡ªuna soga con broches frente al rostro de Charlie Feiling; la mesa de billar a cuya esquina est¨¢ trepado Fogwill¡ª, en los de los ¨²ltimos a?os hay una eliminaci¨®n de todo lo que no sea el escritor: Alan Pauls mirando a c¨¢mara con gesto de inteligencia regia (¡°Alan tiene esa belleza un poco griega. S¨®lo hab¨ªa que poner una gran luz para que eso apareciera¡±); la poeta Diana Bellessi brotando desde un fondo oscuro como una especie de joya; Hebe Uhart sentada en una silla con la simpleza de un trozo de pan hasta que se presta atenci¨®n a los detalles: la mano extra?amente torsionada, la posici¨®n enigm¨¢tica de los pies (¡°Ella tiene un cuerpo esbelto, andr¨®gino. Se sent¨® as¨ª, y cuando la vi dije: ¡°Es esto¡±). Las fotos de Pauls, de Uhart, de Fogwill registran mucho m¨¢s que un cuerpo: son el rastro de una obra, de una forma de estar en el mundo y, con el tiempo, versiones cada vez m¨¢s definitivas de ellos mismos: son ellos mismos, pero eternos.
¡ªBusco que el retrato narre una partecita de esa persona. En algunos casos puede ser un gesto y en otros un rayo de luz, pero es importante que agregue algo de informaci¨®n que no ten¨ªas y que eso te produzca alg¨²n tipo de emoci¨®n est¨¦tica.
Huir de la pose de escritor
?En cu¨¢l foto Samuel Beckett es m¨¢s Beckett: en la de Cartier-Bresson donde mira fuera de cuadro, los ojos quemados por visiones ardientes, o en las que le hizo Richard Avedon, las manos en los bolsillos con un aire de cr¨ªtico de arte o profesor? ?D¨®nde es Ezra Pound m¨¢s Pound: en la foto de Cartier-Bresson, el pelo blanco sulf¨²rico, la lana del chaleco bajo un rayo de luz enferma e invernal, geri¨¢trica, o en la de Richard Avedon, la camisa abierta, el torso viejo desnudo, los ojos apretados en un gesto de dolor juvenil? ¡°Lo que se recuerda del escritor es la imagen que t¨² has ayudado a construir¡±, dice el fot¨®grafo espa?ol Pedro Madue?o. Recibir el llamado de alguno de estos fot¨®grafos interesados en los escritores puede ser, para un autor, una se?al: estoy, pertenezco, formo parte, soy. En La imagen del escritor, un v¨ªdeo del ciclo Soy c¨¢mara, del Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB), el escritor Quim Monz¨® dice: ¡°Buena parte de la adoraci¨®n que los lectores pueden sentir por el escritor viene de la imagen que este transmita. Por eso muchos escritores intentan no contaminarse con nada que sea banal, porque as¨ª mantienen un aura de superioridad, de soy un gran escritor tubercu?loso en una buhardilla¡±. Muchos no s¨®lo se niegan a cosas como las que Monz¨® acept¨® hacer con Pedro Madue?o ¡ªdisfrazarse de uno de los personajes de su novela, un viejo que se traviste¡ª, sino que hay reticencias radicales como las de Salinger o Thomas Pynchon, y caprichosas o coquetas como las de Nicanor Parra o Victoria Ocampo, que en alg¨²n momento decidieron que ya no: Parra no permite que le tomen fotos desde hace a?os y Victoria Ocampo se neg¨® fren¨¦ticamente, una vez pasado lo que ella consideraba el esplendor de su belleza.
Neruda no quer¨ªa que Sara Facio y Alicia D¡¯Amico lo retrataran. Cuando acept¨®, vivieron un mes en su casa
En 1978, el argentino Daniel Mord?zinski trabaj¨® como asistente en un documental sobre Borges. Un d¨ªa, durante el rodaje, le tom¨® una foto. Ahora, 38 a?os despu¨¦s, ha retratado a cientos de escritores que, en sus fotos, no aparecen junto a una biblioteca, sino jugando a los cowboys, o durmiendo junto a una marioneta, o se autoparodian burl¨¢ndose de los lugares comunes que circulan en torno a ellos: Vila-Matas pos¨® como un s¨¢tiro exhibicionista de s¨ª mismo, abriendo un sobretodo repleto de fotos suyas.
¡ªPienso que la mejor manera de sacar a un autor de su pose de escritor es proponerle una nueva pose que rompa con los ¡°lugares comunes¡± de la literatura que son las bibliotecas o el escritor con la mano a lo Rodin. El humor y la iron¨ªa son temas centrales en mi trabajo. Soy consciente de que la frontera entre el humor y el rid¨ªculo es muy fina, y por eso intento no pasarla nunca. Si el autor sabe o intuye que ese retrato es un trato entre c¨®mplices, entonces puede salir una buena foto. La informaci¨®n circula r¨¢pido y los escritores conocen mi trabajo y saben que no hago trampa.
A la fot¨®grafa catalana Isabel Steva se la conoce como Colita, pero puede identific¨¢rsela m¨¢s f¨¢cil como autora de la foto de 1969 en la que Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez aparece con un ejemplar de Cien a?os de soledad sobre la cabeza. ¡°Garc¨ªa M¨¢rquez me dijo: ¡®Yo trabajo con un overol de trabajo¡±, cuenta Colita. ¡°Y dije: ¡®Te vienes con el overol¡¯. Y luego simplemente le puse un casco de trabajador¡±. El casco de trabajador fue el ejemplar de Cien a?os de soledad, y ese detalle hizo que la foto se replicara al infinito.
¡ªMi obsesi¨®n por los escritores viene de una frustraci¨®n personal: no tener talento para la escritura ¡ªdice la venezolana Lisbeth Salas¡ª. A veces aparece el v¨ªnculo de inmediato, pero la confianza no es garant¨ªa de que la foto va a quedar extraordinaria. A veces la distancia crea intimidad. En el misterio est¨¢ el verdadero pacto, como en la poes¨ªa ?¡ªSalas recuerda su intento de hacerle fotos en Barcelona a Alfredo Bryce Echenique. La cit¨® a las ocho de la ma?ana y ella fue con dos amigas¡ª. Bryce encendi¨® su tocadiscos y comenzamos a cantar boleros. Era un karaoke compartido con una persona que admir¨¢bamos. Salimos de su casa a las doce de la noche. No sali¨® ninguna foto que valiera la pena.
¡ªLos escritores desaparecen detr¨¢s del proceso creativo de sus obras ¡ªdice el fot¨®grafo alem¨¢n Ekko von Schwichow¡ª. A m¨ª me fascina encontrar la cara detr¨¢s de esas obras. Aunque a veces es muy dif¨ªcil entrar a una persona. Una vez viaj¨¦ horas para encontrarme a un Coetzee con cara de roca. La luz se iba y ni siquiera cuando le cont¨¦ que yo hab¨ªa nacido en Namibia tuvo alg¨²n tipo de reacci¨®n.
El italiano Basso Cannarsa ¡ªautor de retratos de Sebald, Bola?o, Iris Murdoch, Saramago, Doris Lessing, Vonnegut, Carlos Fuentes, Richard Ford¡ª empez¨® a tomar fotos tratando de imitar a un colega americano, Jerry Bauer, que fotografi¨® una galaxia de autores estadounidenses, desde Carver hasta Joyce Carol Oates.
¡ªYo le¨ªa muchos suplementos culturales, y todas las fotos de los escritores estaban tomadas por Jerry Bauer. Siempre la misma foto: vertical, plano americano. Y empec¨¦ a fotografiar a escritores para imitar a Jerry Bauer. Al principio era muy t¨ªmido. Me acuerdo lo tenso que fue el encuentro con Primo Levi, pocos meses antes de su suicidio. ?l respond¨ªa con buena disposici¨®n a mis requerimientos, que eran muy pocos. Me sent¨ªa muy inseguro. La foto es buena, pero un poco triste. Ahora paso m¨¢s tiempo hablando que fotografiando.
Donoso prohibi¨® la foto que Luis Poirot le hizo sin gafas. ¡°Aparec¨ªa como era: mitad ¨¢ngel, mitad hijo de puta¡±
El fot¨®grafo venezolano Vasco Szinetar es poeta ¡ªcinco libros publicados¡ª y empez¨® a tomar fotos en 1974 para registrar su entorno de amigos escritores.
¡ªYo quer¨ªa ser como ellos. Publiqu¨¦ el primer retrato de un poeta en El Nacional y fue el detonante. En 1981 retrat¨¦ a Cioran. No me sent¨ª intimidado, porque yo nunca he establecido relaciones de minusval¨ªa. Yo fui como si ¨¦l fuera amigo m¨ªo. Y en 1982 vino Borges a Venezuela. Se hizo una reuni¨®n en lo de Miguel Otero Silva. Yo me puse a hablar con Mar¨ªa Kodama y la convenc¨ª de que llevara a Borges al ba?o. Y ah¨ª le hice una foto en el espejo. Yo ya hab¨ªa empezado la serie de los espejos, y esa foto con Borges me permiti¨® entender que era un trabajo de largo aliento que me iba a tomar toda la vida.
Lo de los espejos hab¨ªa empezado con una historia de amor. En los a?os ochenta, Vasco estaba en Nueva York con una mujer. Para dejar testimonio, hizo unas fotos, ambos reflejados en el espejo. En 1981, cuando retrat¨® a Cioran, us¨® esa idea: Cioran en un segundo plano, ¨¦l asomando por abajo. Desde entonces, se autorretrat¨® en el espejo junto a casi dos mil autores: Vargas Llosa, Fernando Savater, Ida Vitale.
¡ªEs una indagaci¨®n sobre el tiempo en m¨ª. C¨®mo ese sujeto cambia de ¨¢nimos, envejece. El tema de la seducci¨®n es importante. Tienes que convencer a la gente en peque?os instantes. Yo soy un combatiente, un paparazi. Viajo mucho y cada vez que viajo llevo una lista: quiero ver a tal y tal. No es un trabajo. Es una obsesi¨®n.
El tiempo se acumula en las fotos y algunas terminan por ser casi una marca: esto soy yo y lo ser¨¦ para siempre. ?Qui¨¦n es m¨¢s Samuel Beckett: ¨¦l o la foto definitiva que de ¨¦l hicieron Cartier-Bresson o Richard Avedon? ?Qui¨¦n es m¨¢s Julio Cort¨¢zar: ¨¦l o el plano corto que le hizo la fot¨®grafa argentina Sara Facio, el cigarro en la boca, la corbata, la camisa, el saco, un atuendo tan poco Cort¨¢zar y, sin embargo, todo ¨¦l Cort¨¢zar a la en¨¦sima potencia?
¡ªCuando le saqu¨¦ esa foto, yo pensaba en el personaje de Rayuela, en Oliveira. Yo no le conoc¨ªa la cara a Cort¨¢zar. Hab¨ªa visto una foto en la que parec¨ªa su pap¨¢. Serio, con anteojos. Cuando lo conoc¨ª ten¨ªa una vivacidad de tipo joven, pero yo lo miraba y ve¨ªa a Oliveira.
Desde la mitad de los a?os sesenta, ella y su colega Alicia D¡¯Amico llevaron a cabo una prestidigitaci¨®n may¨²scula. Hicieron una lista.
¡ªComo yo hab¨ªa estudiado pl¨¢stica, todos nuestros amigos nos dec¨ªan: ¡°?Hagan fotos de pintores, con toda esa escenograf¨ªa la foto ya est¨¢ hecha!¡±. Y yo dec¨ªa: ¡°No. Es muy f¨¢cil. Quiero algo m¨¢s dif¨ªcil. ?Por qu¨¦ no hacemos escritores, que nos gustan tanto?¡±. Y entonces hicimos una lista.
Una lista de 25 escritores, entre los que figuraban Pablo Neruda, Miguel ?ngel Asturias, Borges, Fuentes, Vargas Llosa, Garc¨ªa M¨¢rquez, Cort¨¢zar, Severo Sarduy, Nicanor Parra, Onetti, Mario Benedetti, Juan Rulfo, Cabrera Infante. El proyecto era retratarlos; el criterio de selecci¨®n era ¡°los que nos gustan¡±; el resultado fue un caso de portentoso olfato editorial: el libro les tom¨® 10 a?os, se public¨® en 1974 bajo el t¨ªtulo Retratos y encuentros, y fue la prefiguraci¨®n del boom.
¡ªElegimos a esos autores porque los hab¨ªamos le¨ªdo. No porque nadie nos mandara ni porque tuvieran fama. Cuando les tomamos las fotos no eran conocidos. A Garc¨ªa M¨¢rquez no lo conoc¨ªa ni la madre. Hacer una foto de un escritor es dif¨ªcil. Lo interesante es hacer el rostro. Con el ¨²nico con el que no tuvimos una comunicaci¨®n agradable fue con Alejo Carpentier. ?l no quer¨ªa que estuviera Cabrera Infante. Dec¨ªa: ¡°Ese hombre es un gusano¡±. Y nosotros le dec¨ªamos: ¡°Es como si Borges nos dijera: ¡®Carpentier no puede estar porque es un comunista¡¯. No le vamos a hacer caso a Borges¡±. Dijo: ¡°Lo voy a pensar¡±. Pero al final acept¨®, quiso estar. A Neruda le mandamos algunas de nuestras fotos. Muchos lo hab¨ªan querido fotografiar, y ¨¦l no quer¨ªa. A nosotras nos dijo: ¡°Vengan ya, antes de que me arrepienta¡±. Nos quedamos como un mes y nos hizo ir a vivir a su casa. Yo entraba en lo que ¨¦l llamaba La Covacha, su estudio. No dejaba entrar a nadie, pero como no trabajo con luces y ten¨ªa una Leica que ni se daban cuenta¡
¡ª?Y te dejaba sacarlo mientras escrib¨ªa?
¡ªS¨ª. Yo le dec¨ªa: ¡°?No lo molesto, Pablo?¡±, y ¨¦l me dec¨ªa: ¡°No, te mueves como las mariposas¡±.
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