El viajero John Berger
Sus libros no se parecen a ninguno, toman las formas m¨¢s diversas
¡°S¨ª, parti¨®¡±, me confirma una voz joven del otro lado del tel¨¦fono. La voz de su nieta.
La met¨¢fora es perfecta. John Berger no muri¨®. Simplemente se fue de viaje, otra vez, como cuando decidi¨® dejar la ciudad para irse a vivir m¨¢s cerca de la naturaleza.
Escribi¨® novelas que renovaron el g¨¦nero, como G., con la que gan¨® el Booker, o la trilog¨ªa De sus fatigas, un fresco de lo que ha significado el paso de la vida rural a la vida urbana ¡ªel camino inverso al tomado por ¨¦l¡ª, compuesta por Puerca tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag. O de A para X, que es a la vez una historia de amor, una novela epistolar y de denuncia pol¨ªtica. Sus libros no se parecen a ninguno, toman las formas m¨¢s diversas, como la asc¨¦tica cr¨®nica de un m¨¦dico rural en Un hombre afortunado. (Me llam¨® poco despu¨¦s de recibir nuestra edici¨®n: quer¨ªa que en la siguiente apareciera en cubierta tambi¨¦n el nombre de Jean Mohr, cuyas fotograf¨ªas acompa?aban el libro).
Nadie, salvo quiz¨¢ Susan Sontag (que lo admiraba), analiz¨® con mayor profundidad la fotograf¨ªa. Nadie tuvo una mirada m¨¢s aguda sobre la pintura. Su descripci¨®n de la foto de unos campesinos vestidos de domingo o de un Cristo de Antonello da Messina emociona tanto como Nacimiento, uno de sus poemas (¡°D¨ªganme qu¨¦ sangra./ No es el verano/ porque el verano se fue pronto¡¡±). Si a un escritor contempor¨¢neo se ajusta la etiqueta de ¡°comprometido¡±, sin duda es a ¨¦l. Pero Berger no necesita etiquetas. En sus ¨²ltimos libros tampoco se decid¨ªa por un g¨¦nero determinado: estaban compuestos de fragmentos en torno a un motivo. Un par de p¨¢ginas, un p¨¢rrafo, un dibujo hecho por ¨¦l (era un gran dibujante), m¨²sica incluso (no hab¨ªa mejor modo de escucharla, en ning¨²n dispositivo, que descrita por sus palabras): ¡°impresiones¡± en las que fund¨ªa el ensayo, el relato, la cr¨®nica, el dibujo y la poes¨ªa. Como el homenaje de despedida a su mujer, Rond¨® para Beverly. O El cuaderno de Bento. Lo busco en mi biblioteca y recorro las frases que he subrayado: ¡°Ser deseado es quiz¨¢ lo m¨¢s cerca que alguien puede estar de sentirse inmortal en esta vida¡±.
Lo vi s¨®lo una vez, en Barcelona, y lo que ahora recuerdo de ese d¨ªa no son sus palabras ¡ªhablaba muy poco¡ª, sino sus enormes ojos azules, su pelo blanco y su gran altura. Era un hombre hermoso, tanto que quise tomarle una foto. A¨²n la conservo, parece un actor de cine, con su gabardina y su pelo al viento. Finge escaparse, como si fuera a irse de la fotograf¨ªa. Para la cubierta de El cuaderno de Bento elegimos uno de sus dibujos: el de una puerta que ya es La Puerta. Est¨¢ entreabierta, invit¨¢ndonos a pasar. All¨ª nos espera siempre: adentro de sus libros.
Mar¨ªa Fasce es directora literaria de la editorial Alfaguara.
Babelia
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