¡®La piedra lunar¡¯, novela fundacional del g¨¦nero negro, genial y copiada hasta la saciedad
La obra de Wilkie Collins, ahora reeditada en espa?ol, es un monumento de una modernidad que acongoja
Dec¨ªa Borges a todo el que le quisiera escuchar que esta novela ¡°pertenece a la estirpe de los libros inolvidables¡±; en Sangre en los estantes Paco Camarasa asegura que su creador ¡°sab¨ªa someter al lector a una tensi¨®n constante, multiplicando los narradores y complicando inteligentemente sus intrigas¡±; T.S Eliot afirm¨® que se trata de ¡°la primera, la m¨¢s larga y la mejor de las novelas brit¨¢nicas contempor¨¢neas de detectives¡±. ?De qu¨¦ hablamos? Evidentemente, de La piedra lunar de Willkie Collins (Londres, 1824-1889), ahora reeditada por Navona en su colecci¨®n de Ineludibles, en una excelente edici¨®n con una nueva traducci¨®n de Jos¨¦ Luis Piquero.
Un diamante de procedencia legendaria, una familia acomodada, una hermosa joven y un robo sirven a Collins como excusa para desplegar una potencia narrativa y una capacidad para el di¨¢logo y el desarrollo de personajes inauditas. Con un lenguaje poderoso y una estructura moderna y copiada despu¨¦s hasta la saciedad, Collins nos lleva de la mano por este mundo victoriano de clase alta.
Las distintas voces que se suceden en la narraci¨®n, los puntos de vista cambiantes y la gran cantidad de personajes no quitan ni un gramo de inter¨¦s a esta novela fundacional. Las referencias de los propios narradores, protagonistas todos de la historia, a la narraci¨®n en s¨ª, a qui¨¦n va a contar el pr¨®ximo cap¨ªtulo o c¨®mo vamos a disfrutar con lo que viene son de una modernidad que acongoja.
El relato pasa del costumbrismo a lo procedimental, con voces unas veces hipn¨®ticas, otras pat¨¦ticas (la de la prima beata de los protagonistas es el mejor ejemplo), otras simplemente geniales. Resulta inolvidable Betteredge, sirviente leal de la familia, amigo del joven Franklin, cuya ¨²nica fuente de an¨¢lisis de la vida es el Robinson Crusoe, que lee y relee en manoseadas versiones hasta la saciedad y donde encuentra siempre una clave que explica la realidad. Por no hablar del sargento Cuff, ese caballero infalible obsesionado con el cultivo de rosas.
Excepto cuando inclduye algunas historias dentro de la historia, cuentos ex¨®ticos que no me interesan tanto, el ritmo no se resiente en ning¨²n momento durante las 560 p¨¢ginas. Collins era un maestro azuzado por la necesidad: si el lector no se enganchaba, el semanario donde publicaba (All year around, dirigido por un tal Charles Dickens) abandonaba la historia. S¨ª, como en las series de televisi¨®n que no pasan del tercer cap¨ªtulo pero hace siglo y medio.
Cuando llega el turno de Franklin, primo de la joven y bella Rachel, de la que est¨¢ perdidamente enamorado, y la historia se acerca lentamente a su resoluci¨®n, se ve la maestr¨ªa del autor para jugar con los personajes y con el p¨²blico. Cuando aparece en escena el insoportable Godfrey Ablewhite, pretendiente de Rachel, hombre de intachable reputaci¨®n, la hipocres¨ªa de la sociedad victoriana queda al descubierto, retratada de manera inmisericorde. Lo mismo ocurre cuando es el turno del servicio o de ciertos truhanes. Cuando entra en los detalles de los efectos del opio, al que Collins era algo m¨¢s que aficionado, se ve el descaro con el que era capaz de tratar cualquier tema.
Es una locura de libro. Es incre¨ªble que est¨¦ escrito en el siglo XIX, que todav¨ªa hoy muchos imitadores no se acerquen ni de lejos a su modernidad. Lean y disfruten.
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