Hablando de Mouawad
Oriol Broggi comenta la figura del dramaturgo liban¨¦s
Oriol Broggi es una suerte de embajador de Wadji Mouawad en Catalu?a. En 2012 dirigi¨® Incendis en el Romea, un gran ¨¦xito que repuso en su teatro de la Biblioteca, y luego vino Cels, que mont¨® en 2014. Har¨¢ un par de meses lleg¨® Un ob¨²s al cor, dirigida por su ayudante, Ferran Utzet: otro emocionante triunfo. Ahora comienza los ensayos de Boscos, la clausura de la tetralog¨ªa "La sangre de las promesas", que se ver¨¢ en marzo. "Una obra muy ambiciosa, muy extensa, muy dura", me dice, "que intenta explicar Europa entre la Gran Guerra y la ca¨ªda del muro". Le pido que me cuente c¨®mo es Mouawad y su relaci¨®n con ¨¦l. "Viv¨ªa en Toulouse cuando le conoc¨ª. Ahora vive en Par¨ªs, donde se encarga del Th¨¦?tre de la Colline. Viene de vez en cuando a Barcelona, para encerrarse a escribir: su novela ?nima naci¨® aqu¨ª. Al principio no fue f¨¢cil nuestra relaci¨®n. Yo estaba obsesionado con Incendis, hab¨ªa ido a Beirut con toda la compa?¨ªa, pero el Grec hab¨ªa cancelado el estreno de Tres histoires de Sophocle y ¨¦l no quiso volver a trabajar en Espa?a. Hubo muchas llamadas, muchos correos, y al fin, en 2011, me escribi¨® una carta preciosa: 'Mi enfado no tiene nada que ver contigo: nunca ir¨ªa en contra de un artista', y nos dio los derechos".
El encuentro, cuenta Broggi, tuvo lugar cuando a Mouawad le dieron el Premio Internacional Terenci Moix. "Es como una estrella de rock, siempre rodeado de secretarios y controles, pero vino a nuestro teatro para conocer a la compa?¨ªa, cuando hac¨ªamos Luces de bohemia. Nos dijeron 'solo cinco minutos' y se qued¨® una hora, tomando cervezas y charlando. Me pareci¨® un personaje magn¨¦tico, extremadamente inteligente, cercano al genio. Lo primero que percibes es su mirada, muy intensa, que me recuerda a la de Lorca. Es muy observador, no se le escapa nada. Y escucha con una atenci¨®n absoluta. Habla muy bajo; has de acercarte a ¨¦l. Educado pero distante, al menos aquella primera vez". La segunda tuvo lugar en el Lliure, en 2013, cuando vino a hacer Seuls, donde trabajaba como actor. "No, no ha visto nada nuestro. Le perturba ver sus obras. Me dijo: 'Lo hice una vez, en Jap¨®n. Fui a ver Incendios y no soport¨¦ el enfoque del personaje del abogado. Le quitaban su humor, su humanidad. Comprendo que una vez escrita la obra ya no es m¨ªa sino de quien la representa, pero¡'. El verano siguiente, cuando se mont¨® Soeurs en el Lliure, quedamos en su hotel y all¨ª se abri¨®. De pronto est¨¢bamos hablando de teatro, en general, de nuestras dudas y pasiones. Sus palabras ten¨ªan una enorme fuerza, como esos actores de Peter Brook que exhalan verdad solo con cruzar el escenario. Y sent¨ªa que cualquier cosa que yo dijera sonaba como una menudencia. Me daban ganas de pedirle: 'Espera, d¨¦jame apuntar esto. Y d¨¦jame seguirte y escuchar todo lo que dices'. Recuerdo dos frases: 'La gente cree que mis obras son muy crueles, pero se equivocan. Lo que pas¨® en el L¨ªbano y en Sabra y Chatila era indescriptiblemente peor'. Luego me dijo: 'Si diriges, has de intentar ser amable a todas horas. Si no lo eres en tu vida, no puedes decirle a un actor que respete el texto la pausa, el sentimiento tras la frase. Y si act¨²as, necesitas ser generoso para abrazar por igual la belleza y la ferocidad del mundo".
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