Una hermana no tan peque?a
El Ensemble Resonanz inaugura la espl¨¦ndida Sala Peque?a de la Elbphilharmonie
Despu¨¦s de los fastos y la inusitada expectaci¨®n que despert¨® el mi¨¦rcoles la inauguraci¨®n de la Sala Grande de la Elbphilharmonie, este jueves le toc¨® el turno a la Sala Peque?a. Y, por fortuna, todo fue m¨¢s apacible, sereno y, en consecuencia, disfrutable. Hasta las impresionantes medidas de seguridad que mantienen bloqueado el edificio se hab¨ªan relajado un poco. No faltaron tampoco los discursos, m¨¢s breves esta vez, del alcalde socialdem¨®crata de Hamburgo, Olaf Scholz, y del brillante director art¨ªstico de ambas salas, el vien¨¦s Christoph Lieben-Seutter. La programaci¨®n que ha dise?ado para estos primeros meses de vida del espectacular edificio dise?ado por Jacques Herzog y Pierre de Meuron lo consagra como uno de los m¨¢s brillantes gestores musicales de la actualidad.
Su decisi¨®n de elegir al Ensemble Resonanz como conjunto residente de la Sala Peque?a constituye un acierto pleno. Radicado en Hamburgo, con una experiencia muy consolidada de m¨¢s de veinte a?os en la interpretaci¨®n de la m¨²sica de nuestro tiempo y una programaci¨®n pr¨®diga en ideas rompedoras para atraer a nuevos p¨²blicos, est¨¢ llamado a protagonizar en ella muchas tardes hist¨®ricas. Con una arquitectura mucho menos espectacular que su hermana mayor, y al margen del indudable magnetismo que seguir¨¢ ejerciendo el edificio en su conjunto, el p¨²blico llenar¨¢ la Sala Peque?a si su oferta de conciertos resulta lo suficientemente atractiva. De forma vagamente ovalada y con posibilidades de autotransformarse (la zona del p¨²blico ten¨ªa el jueves la caracter¨ªstica forma de pendiente descendente, pero es posible dejarla por completo plana y en l¨ªnea con el escenario), sus paredes se hallan recubiertas en este caso por elegantes paneles de madera, no de fibra de yeso, y est¨¢n llenos de protuberancias estriadas distribuidas irregularmente y dise?adas de nuevo por Yasuhisa Toyota, el genio japon¨¦s de la ac¨²stica arquitect¨®nica, presente asimismo en esta inauguraci¨®n. Y, a tenor de lo escuchado, habr¨¢ m¨²sicos casi dispuestos a pagar para poder tocar en un espacio tan extraordinario.
Una galer¨ªa superior circunda todo el per¨ªmetro de la sala y varios de los m¨²sicos del Ensemble Resonanz se situaron en ella antes del concierto. De hecho, mientras el p¨²blico acud¨ªa despreocupadamente a ocupar sus localidades, un pianista y una arpista tocaban en el escenario, al igual que hac¨ªan sus compa?eros en lo alto. Nadie parec¨ªa prestarles atenci¨®n y solo cuando se apagaron las luces se hizo el silencio, aunque la m¨²sica no se interrumpi¨® en ning¨²n momento, por lo que nadie podr¨ªa afirmar con certeza cu¨¢ndo comenz¨® exactamente a interpretarse Release, la composici¨®n del austr¨ªaco Georg Friedrich Haas que se estrenaba como p¨®rtico de este concierto inaugural. De hecho, la sensaci¨®n es que se produjo una transici¨®n imperceptible entre lo que semejaba ser m¨¢s una instalaci¨®n sonora en vivo y la interpretaci¨®n propiamente dicha de una composici¨®n musical.
A la arpista y el pianista fueron uni¨¦ndose progresivamente sobre el escenario tres violinistas, luego otros tres violines, dos violas, dos violonchelos y el director, Emilio Pom¨¤rico. M¨¢s tarde, un viol¨ªn y una viola, dos violines y una viola, y as¨ª sucesivamente hasta que dos contrabajistas completaron una plantilla total de 24 instrumentistas. Haas, el gran maestro actual de la microtonalidad, que ha declarado que lo que m¨¢s le interesa son todas esas notas que se encuentran ¡°entre las teclas del piano¡±, plantea una partitura pr¨®diga en ostinati, c¨¦lulas id¨¦nticas repetidas por todos o casi todos los instrumentistas, a veces de forma simult¨¢nea y otras con peque?os desfases entre unos y otros. Abundan tambi¨¦n los glissandi (deslizamientos progresivos y audibles de una nota a otra) lent¨ªsimos y largas notas mantenidas en pasajes de una est¨¦tica casi zen.
La secci¨®n final est¨¢ planteada como un gigantesco ostinato colectivo que va muy poco a poco amainando y perdiendo fuerza hasta que se extingue por completo en el silencio. Haas vive un momento de esplendor art¨ªstico desde que se traslad¨® a vivir a Nueva York y se cas¨®, despu¨¦s de otros tres matrimonios previos fracasados, con la educadora sexual Mollena Williams. Un reportaje sobre ambos publicado el pasado a?o por The New York Times fue muy comentado m¨¢s all¨¢ de los ¨¢mbitos musicales. Release est¨¢ dedicado a la sex¨®loga y terapeuta sexual Barbara Carrellas, y el t¨ªtulo refleja a la perfecci¨®n ese juego constante de creaci¨®n y liberaci¨®n de tensiones, ya presente en la m¨²sica que sonaba mientras el p¨²blico entraba inadvertidamente a la sala. Haas sali¨® a recibir los muy justos aplausos con un informal look neoyorquino (zapatillas de deporte incluidas) y su aspecto rejuvenecido de ni?o travieso. Le acompa?aba en la sala, por supuesto, su contundente mujer, Mollena, autora del blog La negra pervertida.
Tras la pieza de Haas lleg¨® un cl¨¢sico de la modernidad, Alban Berg, y sus Siete canciones de juventud, con el aliciente a?adido de que la parte pian¨ªstica o la orquestaci¨®n original del austr¨ªaco fue sustituida por una excelente instrumentaci¨®n para conjunto de cuerda realizada por Johannes Sch?llhorn, que tambi¨¦n conoc¨ªa su estreno mundial en este concierto. Cuando se escuchan estas canciones del joven Berg es imposible no recordar la carta que envi¨® su maestro, Arnold Sch?nberg, a Emil Hertzka ¡ªdirector de Universal Edition, la editorial encargada de publicar sus propias composiciones¡ª el 5 de enero de 1910: ¡°[Alban Berg] es un compositor con un talento extraordinario. Pero el estado en que estaba cuando vino a m¨ª era tal que su imaginaci¨®n no pod¨ªa componer aparentemente otra cosa que no fueran canciones. Incluso el estilo de los acompa?amientos pian¨ªsticos de estas ten¨ªa algo del estilo cantable. Era absolutamente incapaz de escribir un movimiento instrumental o de inventar un tema instrumental. No puede imaginar qu¨¦ medios tuve que emplear para erradicar este defecto de su talento¡±.
La francesa Sandrine Piau sali¨® m¨¢s que airosa del reto de interpretar estas siete peque?as joyas de memoria, en alem¨¢n y ante un p¨²blico alem¨¢n. Posee una voz sin grandes posibilidades expresivas, pero saca el m¨¢ximo partido de todas las que tiene y su Berg fue cercano, intenso, so?ador y fuertemente po¨¦tico, sin cargar las tintas en algunos momentos que podr¨ªan calificarse de preexpresionistas. Emilio Pom¨¤rico, como ya hab¨ªa sucedido en Haas, demostr¨® ser un director con gestos tan claros y precisos como sus ideas y supo dar la densidad justa a las m¨®rbidas armon¨ªas del incandescente Berg juvenil.
El concierto se cerr¨® con una de las m¨¢s indiscutibles obras maestras del siglo XX: la M¨²sica para cuerda, percusi¨®n y celesta de B¨¦la Bart¨®k, concluida al poco de iniciada nuestra Guerra Civil y un presagio inequ¨ªvoco de los horrores que aguardaban a Europa. La constante escritura antifonal de la obra fue perfectamente reflejada por Pom¨¤rico, que ofreci¨® versiones irreprochables de los movimientos lentos (primero y tercero), mientras que falt¨® algo m¨¢s de incisividad y mordiente en los r¨¢pidos (segundo y cuarto). El Ensemble Resonanz demostr¨® la soberbia calidad de sus instrumentistas de cuerda, acompa?ados aqu¨ª por el Cuarteto de Percusi¨®n de Colonia. Tan solo el pianista (que no entendi¨® que el piano debe tocarse en esta pieza como un instrumento de percusi¨®n m¨¢s, acerado y cortante) desenton¨® claramente del resto y el p¨²blico estall¨® en aplausos al final: en pocas partituras se vive el acorde final como la muy necesaria liberaci¨®n de todas las tensiones precedentes. No es f¨¢cil escuchar una obra tan compleja y exigente tan bien interpretada. Qued¨® as¨ª bautizada, sin una sola obra alemana en el programa, una sala de una incontestable bondad ac¨²stica y que sabr¨¢ hacerse un hueco en la gran vida musical europea al margen de su glorioso envoltorio exterior y de la est¨¦tica impactante de la Sala Grande de la Elbphilharmonie. Tambi¨¦n aqu¨ª aguardan a los aficionados muchas tardes y noches de gloria.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.