Elena, la mujer olvidada
La autora de la saga de 'Celia' escribi¨® una novela autobiogr¨¢fica que revela su relaci¨®n con la graf¨®loga Matilde Ras
Leo con cierta frecuencia declaraciones quejumbrosas de escritores j¨®venes (menos de escritoras): se lamentan de que su generaci¨®n (?oh, esa palabra!) no consigue tirar a los viejos e instalad¨ªsimos novelistas por el barranco de la jubilaci¨®n. Tienen raz¨®n en que los buenos tiempos, fugaces, en que la literatura proporcionaba estabilidad econ¨®mica pasaron, pero yerran el tiro si apuntan a sus mayores. Las vacas flacas han llegado para todos. Pero adem¨¢s, compararse insistentemente con los que tienen 20 a?os m¨¢s que t¨² es una perspectiva miope. Hay que mirar m¨¢s atr¨¢s para advertir a qu¨¦ pocos escritores la literatura otorg¨® una buena posici¨®n y cu¨¢ntos fueron los que cayeron en el olvido.
Acabo de cerrar las p¨¢ginas de una novela, Oculto sendero, de Elena Fort¨²n, que coloca nuestras quejas generacionales en su sitio. Fort¨²n, ya saben, la autora de la exitosa Celia de los a?os 20 y 30. Una de las escritoras m¨¢s populares de aquellos d¨ªas gracias a unos relatos infantiles ricos en chispeantes di¨¢logos, que hoy nos permiten colarnos en esa ¨¦poca y escuchar las voces de los ni?os, las madres, las chachas, los hombres, ese pueblo llano que no para de hablar. Habr¨¢ quien piense, ?por qu¨¦ recordar hoy a una escritora para ni?os? Porque lo hacen en todos los pa¨ªses que cuentan en su haber con una Richmal Crompton, un Mark Twain o un Roald Dahl: sus cr¨ªticos, menos encorsetados, entienden la inapelable influencia que un escritor para ni?os tiene en las futuras generaciones. Fort¨²n pose¨ªa un o¨ªdo absoluto, y no hay otra colecci¨®n que ofrezca di¨¢logos tan vivos como la suya. Escribi¨®, adem¨¢s, ya en su exilio porte?o, Celia en la Revoluci¨®n, un volumen asombroso sobre la guerra espa?ola que no vio la luz hasta los 80 y que ahora, en su renovada edici¨®n, debiera ser lectura recomendada en los institutos. Pero la poderosa raz¨®n, la m¨¢s urgente para no olvidar a Fort¨²n, es esa novela hasta ahora in¨¦dita, Oculto sendero, en la que, vali¨¦ndose de los trucos de la literatura para ocultar el yo, nos cuenta c¨®mo fue la vida de una mujer rara.
Elena Fort¨²n se disfraza de Mar¨ªa Luisa, pero da igual: se trata de ella misma contando la fatigosa existencia de una ni?a fantasiosa y poco femenina que desde la casilla de salida anda luchando contra lo que de las mujeres se espera. Es la historia de una mujer que quiso ser artista, aunque siempre fuera mirada con escepticismo, y que jam¨¢s quiso unir su vida a un hombre, aunque tuvo que hacerlo. Nunca he asistido, como en estas p¨¢ginas, al descubrimiento, en aquella ¨¦poca tan oscura, de la verdadera condici¨®n sexual. La protagonista, Mar¨ªa Luisa, siente su rareza gracias al asco, al asco que le da imaginar que tendr¨¢ que pasar la vida entreg¨¢ndose f¨ªsicamente a un hombre. Sufre la incomprensi¨®n que padecen las mujeres que no caben dentro del cors¨¦ femenino, que tienen inquietudes intelectuales, lo cual se considera como una tara que ahuyenta a esos posibles pretendientes que no las quieren demasiado listas. Mujeres con sue?os propios, no heredados. Elena-Mar¨ªa Luisa se casar¨¢ con un hombre de apariencia sensible, que una vez casado ser¨¢ igual de autoritario que otros. Se esperar¨¢ de ella que atienda la casa, que haga milagritos con el dinero, que no le lleve la contraria y que se preste, como desahogo sexual, cuando a ¨¦l le plazca. Ella sabe, desde el primer momento, que no desea un cuerpo de hombre, se sabe rara: ama la belleza y la armon¨ªa y la vida se le presenta vulgar y estrecha. Detesta esos corrillos en los que las j¨®venes hablan de plegarse a los ¨®rdenes de los maridos para obtener a cambio algo de paz. Ella quiere ser due?a de s¨ª misma, y es el contacto con otras mujeres que poseen su misma rareza lo que hace brotar un deseo reprimido pero presente desde la infancia: la atracci¨®n hacia el mismo sexo. La palabra lesbianismo no se nombra, pero articula esta novela que me deja con una melancol¨ªa que tarda en esfumarse. Qu¨¦ triste es. Recuerdo haber intuido en mi infancia la rareza de algunas mujeres, tambi¨¦n me veo a m¨ª misma como ni?a especial que no cumpl¨ªa con la encorsetada feminidad que se esperaba, y estoy segura de que hoy, ahora mismo, muchas otras ni?as peculiares estar¨¢n so?ando con un universo distinto al que les toc¨® en suerte. Termino el libro y en mi mente sobrevuelan dos preguntas: la primera, ?se enterar¨¢n las j¨®venes de que esta es una novela que les habla especialmente a ellas?, y la segunda, ?no querr¨¢n los hombres, por curiosidad, asomarse a los pensamientos de esas abuelas o esas madres que escuchaban sin derecho a r¨¦plica? Aunque nuestra realidad sea distinta, algo persiste: la condescendencia hacia la opini¨®n de las mujeres.
Imagino a Elena Fort¨²n, de vuelta del exilio, a?os 50, observando un pa¨ªs deprimente y deprimido, ajena a todo ya, dejando por escrito este pensamiento: ¡°A veces voy por la calle y veo mi sombra en el suelo y pienso que as¨ª la ver¨¦ ya, sola siempre¡±. Debi¨¦ramos, por hacer justicia, acompa?arla un poco en su paseo.
Babelia
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