Amor
El director ingl¨¦s Jonathan Nott cautiva a la Orchestre de la Suisse Romande de gira por Espa?a
Orchestre de la Suisse Romande
Obras de Schubert y Mahler.
XXII Temporada de Grandes Conciertos de Oto?o. Auditorio de Zaragoza, 30 de enero.
Hace casi 36 a?os, el escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez afirmaba en las p¨¢ginas de EL PA?S que las entrevistas eran como el amor, ¡°se necesitan al menos dos personas para hacerlas, y solo salen bien si estas dos personas se quieren¡±. Algo parecido podr¨ªa decirse, salvando las distancias, de las sinfon¨ªas. Su ¨¦xito en un concierto depende de la qu¨ªmica entre el director y la orquesta. Se puede llegar a la mayor perfecci¨®n sin alma, pero tambi¨¦n a la mayor elevaci¨®n sin cuerpo. El equilibrio precisa de amor mutuo. Bien lo sabe el director ingl¨¦s Jonathan Nott (Solihull, 1962) tras 16 a?os al frente de la Sinf¨®nica de Bamberg. En el libro Music as Alchemy, Nott confiesa a Tom Service sus tretas de persuasi¨®n orquestal. Llena su discurso de s¨ªmiles afectivos. Habla de un matrimonio en que un d¨ªa se grita y al siguiente se ama. E incluso reconoce utilizar lo que denomina ¡°estriptis¡±, es decir, acciones inesperadas durante el concierto que obligan a los m¨²sicos a reaccionar ante lo imprevisto. A huir del confort de lo trabajado en los ensayos y mantener la chispa de la creatividad.
Nott acaba de cambiar de orquesta, casi como quien cambia de pareja. Lleva un mes como titular de la Orchestre de la Suisse Romande (OSR) y est¨¢ inmerso en el consabido ¡°nos estamos conociendo¡±. Realiza esta semana su primera gira internacional como titular del conjunto suizo por seis ciudades espa?olas con Iberm¨²sica. De San Sebasti¨¢n a Oviedo, pasando por Zaragoza, Murcia y Alicante, pero con doble parada en Madrid donde actuar¨¢n hoy mi¨¦rcoles en los ciclos de Iberm¨²sica en el Auditorio Nacional. Tras el primer concierto en el Kursaal centrado en Beethoven, Nott dirigi¨® en Zaragoza un programa con dos sinfon¨ªas de Schubert y Mahler. Dos obras extremas en sus diferencias de tama?o y volumen, aunque hermanadas por la ra¨ªz austroh¨²ngara. La Quinta sinfon¨ªa, de Schubert, surgi¨® de los conciertos amateurs en Schottenhof y tiene una orquestaci¨®n m¨ªnima, que por no tener no tiene ni percusi¨®n. Nott luci¨® su habitual lenguaje de gestos cortos y el¨¢sticos. Consigui¨® esa tensi¨®n perpetua de donde surge su caracter¨ªstico cantabile. Y la OSR cant¨® con elegancia mozartiana en los dos primeros movimientos. En el tercero revel¨® la huella humor¨ªstica de Haydn, acelerando levemente el final de cada secci¨®n. Y se recre¨® en la sa?a rossiniana del Allegro vivace final, paladeando cada episodio, pero sin perder el gui¨®n musicalmente fascinante que impone aqu¨ª Schubert.
La Primera sinfon¨ªa, de Mahler, hizo que la OSR casi duplicase sus efectivos tras el descanso. Nott ejerci¨® de mahleriano acreditado haciendo que vi¨¦ramos esa luz misteriosa que inicia la obra. Todo camin¨® con exquisitez, alternando lo naturalista y lo cineg¨¦tico, pero en el desarrollo la tensi¨®n decay¨®. Fue un desencanto transitorio, pues todo remont¨® al final. El segundo movimiento se convirti¨®, a continuaci¨®n, en uno de los mejores momentos de la noche, con un perfecto ensamblaje de l?ndler r¨²stico y vals vien¨¦s. La marcha f¨²nebre destac¨® m¨¢s por el aroma de la m¨²sica klezmer que por la cita en modo menor de la canci¨®n Fr¨¨re Jacques; Nott la puso en manos de toda la secci¨®n de contrabajos en vez del solo indicado por Mahler. Fue quiz¨¢ la ¨²nica licencia sobre el papel, pues el director ingl¨¦s respet¨® cada una de las precisas indicaciones del compositor. Lo comprobamos con claridad en la transici¨®n Dall¡¯ Inferno al Paradiso del movimiento final, desde una terror¨ªfica explosi¨®n en Fa menor al luminoso cl¨ªmax final en Re mayor.
Garc¨ªa M¨¢rquez termina su referido art¨ªculo de 1981 arremetiendo contra el periodista que conf¨ªa en la grabadora para o¨ªrlo todo. ¡°Y se equivoca: no oye los latidos del coraz¨®n, que es lo que m¨¢s vale en una entrevista¡±. Lo mismo podr¨ªamos decir de este concierto. En ninguna grabaci¨®n se podr¨¢n registrar nunca los latidos del coraz¨®n de Nott y los m¨²sicos de la OSR, pero tampoco los del p¨²blico.
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