Medio siglo de la irrupci¨®n ¨¦pica y ed¨ªpica de The Doors
A principios de 1967 se edit¨® ¡®Break on through¡¯, el primer ¡®single¡¯ de un disco revolucionario por su sonido y sus planteamientos dionisiacos
Puedo recordar n¨ªtidamente la primera vez que escuch¨¦ a The Doors, a principios de 1967. En uno de sus programas de radio, ?ngel ?lvarez pinch¨® Break on through. Al otro lado de las ondas, la sensaci¨®n inmediata fue: "Esto suena diferente". Era extremadamente raro que aqu¨ª se pinchara un disco que (todav¨ªa) no hab¨ªa alcanzado el ¨¦xito en su pa¨ªs, pero resulta que ?lvarez, que volaba regularmente a Nueva York por su trabajo en Iberia, ten¨ªa contactos con Elektra Records. Y Elektra, sello folky en transformaci¨®n, era una compa?¨ªa venerada en Caravana, el club de mel¨®manos formado alrededor del locutor. Con el tiempo, las ca?as se volvieron lanzas: Jim Morrison fue vituperado en los boletines de Caravana por el desmadre de Miami en 1969: se supon¨ªa que se masturb¨® en p¨²blico; el pacato subtexto suger¨ªa que "as¨ª no se deben comportar nuestros artistas".
?De qu¨¦ modo sonaba diferente? Bien, la bater¨ªa de John Densmore en Break on through segu¨ªa patrones de bossa nova; uno pod¨ªa imaginar que hab¨ªa detr¨¢s un aspirante a tocar jazz. El ¨®rgano Vox Continental de Ray Manzarek era un instrumento de exploraci¨®n, alejado de los ecos religiosos del entonces dominante Hammond; todav¨ªa no sab¨ªamos que usaba un tecladito Fender Rhodes para imitar al bajo, aunque en algunos temas de The Doors se a?adi¨® un bajo de verdad. La guitarra de Robbie Krieger era limpia, l¨ªrica, econ¨®mica: tocaba sin p¨²a y se notaban sus estudios de guitarra espa?ola. Y luego estaba Jim.
As¨ª se forj¨® el sonido
Las maquetas previas al primer ¨¢lbum muestran a unos Doors livianos, con Manzarek tocando el piano y un Morrison que todav¨ªa no hab¨ªa hallado su vozarr¨®n. Cabe imaginar que endurecieron su sonido durante la temporada en que se enfrentaron al p¨²blico jaranero del Sunset Strip, aumentando el repertorio con la calenturienta Gloria, de Them. A pesar de todo, en agosto de 1966, cuando entraron en el estudio por cuenta de Elektra Records, todav¨ªa estaban algo verdes.
Fue el productor Paul A. Rothchild quien les puso firmes. Rothchild, que ya hab¨ªa lidiado con grupos problem¨¢ticos como la Paul Butterfield Blues Band, era una figura de tolerancia pero tambi¨¦n ejerc¨ªa su autoridad. Experto en liar cigarrillos de marihuana, les explic¨® que no quer¨ªa una banda de bar ni mucho menos un combo lounge, tocando jazz con poes¨ªa cantada. Deb¨ªan mirar dentro de s¨ª mismos, localizar sus demonios y proceder a exorcizarlos. Eso hicieron.
Morrison usaba su voz de bar¨ªtono de forma c¨¢lida, vocalizando con claridad. M¨¢s Frank Sinatra que Elvis Presley, por citar dos de sus influencias. F¨¢cil entender el hecho de que los hipsters de Nueva York, nucleados alrededor de Lou Reed y Velvet Underground, le detestaran desde el principio. Con su belleza, sus rasgos angelicales y su arrogancia, parec¨ªa un anuncio de las virtudes de la raza californiana. Excepto que no hab¨ªa tal cosa: nacido en el seno de una itinerante familia militar, Jim carec¨ªa de ra¨ªces hasta que se instal¨® en Los ?ngeles.
Un sector importante de la cr¨ªtica musical, comenzando por el patriarca Robert Christgau ("Morrison suena como un gilipollas"), carg¨® inmediatamente contra The Doors. Sospecho que a los Doors se les notaba mucho sus estudios: ven¨ªan de la UCLA, University of California at Los ?ngeles. Exhib¨ªan la munici¨®n intelectual proporcionada por sus profesores: invocaban desde el Teatro de la Crueldad de Antonin Artaud a los textos de Aldous Huxley (Las puertas de la percepci¨®n les proporcionar¨ªa su nombre). Conectaban con zonas obscuras de la cultura europea, con aciertos como recrear Alabama song, una pieza mal¨¦vola de Bertolt Brecht y Kurt Weill.
Les cre¨ªan unos pedantes pero los Doors eran simples hijos de la contracultura, con la obligada fascinaci¨®n por la India. Manzarek y Densmore se hab¨ªan conocido en clases de meditaci¨®n trascendental; su pieza m¨¢s ¨¦pica (y ed¨ªpica), The End, respond¨ªa a los esquemas de lo que entonces se conoc¨ªa como raga rock, m¨²sica inspirada por las piezas de Ravi Shankar.
Amor por el 'blues'
Se apreciaba tambi¨¦n la querencia por el blues, com¨²n a aquella generaci¨®n. Con una diferencia: mientras que la mayor¨ªa de sus coet¨¢neos usaban el blues para exhibiciones instrumentales, Morrison buscaba su sustrato, el impulso er¨®tico. Se plasmaba en sus versiones de la insinuante Back door man, de Howlin¡¯ Wolf, o la f¨¢lica Crawling King snake, de John Lee Hooker.
En una de sus mejores ocurrencias, Morrison describi¨® a los Doors como "erotic politicians". Es decir, estaban politizados, como buena parte de la juventud estadounidense, pero su principal preocupaci¨®n era el erotismo, como forma de conocimiento, como radical ruptura con la sociedad heredada de sus padres. Tras ese primer single conteniendo Break on through (to the other side), su declaraci¨®n de intenciones, impactaron con el segundo single sacado de The Doors.
Light my fire lleg¨® al n¨²mero uno, en una edici¨®n truncada, que eliminaba el sinuoso desarrollo de ¨®rgano y guitarra que parec¨ªa escenificar la intensa sesi¨®n de drogas y sexo sugerida por la letra. Ese recorte fue la ¨²nica concesi¨®n aceptada Jim Morrison, que cant¨® el texto original en el Ed Sullivan Show, ignorando la prohibici¨®n de los responsables del programa. Esta banda, intu¨ªamos, iba a ser refractaria a las componendas.
Babelia
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