La Boca se reinventa a trav¨¦s del arte
Dos muestras recrean uno de los barrios m¨ªticos de Buenos Aires, cuna de pintores y tangueros
Pocos barrios de Buenos Aires tienen un car¨¢cter tan m¨ªtico. Jorge Luis Borges atribuy¨® en un poema a "embelecos fraguados en La Boca" la idea de que la capital argentina se fund¨® en sus orillas, algo que ¨¦l neg¨®. Los caf¨¦s y prost¨ªbulos boquenses fueron una de las cunas del tango. Tambi¨¦n, lugar de encuentro de dramaturgos, poetas y anarquistas. Este barrio portuario, poblado en sus or¨ªgenes por inmigrantes de Europa, en especial genoveses (a¨²n hoy se llama xeneizes, en dialecto, a los hinchas de Boca Juniors), se convirti¨® en uno de los faros culturales e intelectuales de la ciudad a finales del siglo XIX. Lleg¨® a declararse rep¨²blica independiente en 1882. En las d¨¦cadas siguientes, numerosos pintores, capitaneados por Benito Quinquela Mart¨ªn (1890-1977), inmortalizaron el incesante movimiento de mercanc¨ªas en el puerto y la vida en los alrededores del Riachuelo, poblados de astilleros, carpinter¨ªas y almacenes navales junto a casas precarias de chapa y madera donde viv¨ªan hacinados los reci¨¦n llegados. Sus calles fueron tambi¨¦n cantadas y filmadas. Ahora, La Boca homenajea con varias muestras a los artesanos, pintores, m¨²sicos y vecinos que hicieron famoso al barrio y, tras d¨¦cadas de deterioro, vuelve a reivindicar un lugar de peso en la escena cultural porte?a.
La Fundaci¨®n Proa, uno de los templos del arte contempor¨¢neo en Argentina, celebra su vig¨¦simo cumplea?os instalada en la que m¨¢s de 70 a?os atr¨¢s fue la sede de la Federaci¨®n de Obreros en Construcciones Navales. La contigua calle Caminito, actual epicentro tur¨ªstico de La Boca -con sus casas de colores, parejas de bailarines de tango y puestos de artesan¨ªas y souvenirs- fue primero un arroyo que desembocaba en el Riachuelo y despu¨¦s un ramal ferroviario que funcion¨® hasta 1928, cuando se inaugur¨® el Puerto Nuevo al norte de la ciudad. En la exposici¨®n Entre-nos. Cr¨®nicas de La Boca, Proa ofrece una antolog¨ªa del barrio. V¨ªdeos y fotograf¨ªas muestran el crecimiento y mutaci¨®n de ese barrio inmigrante y humilde. Tambi¨¦n se ve reflejado en los cuadros de Fortunato Lac¨¢mera, Eugenio Daneri, Orlando Stagnaro y P¨ªo Collivadino, entre otros. Por fragmentos seleccionados de pel¨ªculas desfilan inmigrantes, marineros y delincuentes, parte del imaginario boquense. Se exhibe su arquitectura ef¨ªmera, pensada para hacer frente a las habituales inundaciones, y aparecen retratadas dos de sus grandes pasiones, el f¨²tbol y el tango. En las tardes en las que Boca Juniors juega de local, el barrio se inunda del rugido colectivo de gol que sale desde La Bombonera y hace de contrapunto al solitario lamento tanguero.
"La Boca tiene la tradici¨®n cultural m¨¢s importante de Buenos Aires", asegura a EL PA?S Adriana Rosenberg, la directora de Proa. Recuerda que Quinquela no es solo su artista m¨¢s universal sino que "era muy de vanguardia en sus ideas y fue un l¨ªder absoluto en el cambio del barrio". Adem¨¢s de pintarlo, cre¨® escuelas, un hospital, un museo y un teatro que a¨²n perduran. Suyo fue tambi¨¦n el proyecto de recuperar Caminito tras el cese del servicio ferroviario y pintar las casas de los colores chillones que hoy son una de sus se?as de identidad.
El fot¨®grafo y artista pl¨¢stico Marcos L¨®pez expone Il Piccolo Vapore, la ¨²ltima cantina italiana que sigue en pie en la que fue conocida como esquina del pecado, el cruce de las calles Necochea y Su¨¢rez. Las sillas rojas, el cenicero atestado de colillas, la botella de Cinzano y el sif¨®n, p¨®sters de Carlos Gardel y la camiseta autografiada de Maradona forman parte del escenario recreado por L¨®pez "como gesto final de resistencia po¨¦tica ante el avance el progreso".
El barrio a¨²n se inundaba cuando se instal¨® Proa, recuerda Rosenberg, un personaje central de la recuperaci¨®n del barrio que ha sido nombrada ciudadana ilustre. La aparici¨®n de ese centro cultural de primer orden supuso un elemento rupturista y comenz¨® a atraer a p¨²blico que rara vez se acercaba al barrio. Ella explica que muchos aficionados al arte que jam¨¢s ir¨ªan a la Boca, un barrio deprimido del sur, acuden gracias a Proa. Sin ir m¨¢s lejos, la retrospectiva del suprematista ruso Kazimir Mal¨¦vich del a?o pasado fue la primera no solo en Argentina sino en toda Latinoam¨¦rica. Con el paso de los a?os han seguido sus pasos instituciones p¨²blicas, como La Usina del Arte, y galer¨ªas j¨®venes. "La ciudad lo nombr¨® Distrito de las Artes y empez¨® a fomentar que vengan los artistas. La Boca est¨¢ en pleno movimiento y crecimiento, pero a¨²n falta una organizaci¨®n m¨¢s planificada", se?ala la directora de Proa, una instituci¨®n que nace de la filantrop¨ªa de Paolo Rocca, uno de los empresarios m¨¢s ricos del pa¨ªs y esposo de Rosenberg.
Pese al resurgimiento del circuito cultural, existe a¨²n una gran lejan¨ªa simb¨®lica entre La Boca y el centro de Buenos Aires, que no se corresponde con los escasos 20 minutos que los separan en autob¨²s. El distanciamiento de los porte?os con el barrio se repite con las aguas que lo ba?an, eje de la muestra actual en el Museo Benito Quinquela Mart¨ªn, El arte que trajo el r¨ªo. La exposici¨®n se remonta a los primeros artistas, los talladores de figuras mitol¨®gicas, religiosas y pol¨ªticas en los mascarones de proa de las embarcaciones que sal¨ªan a navegar desde La Boca. Incluye poemas dedicados al Riachuelo, ¨®leos y aguafuertes de Quinquela Mart¨ªn y finaliza con intervenciones art¨ªsticas de denuncia sobre la situaci¨®n actual de uno de los r¨ªos "m¨¢s contaminados del mundo".
Tampoco es del todo fluida la circulaci¨®n entre las nuevas instituciones culturales y los habitantes del barrio, uno de los m¨¢s rezagados de Buenos Aires. Rosenberg admite que muchos ven "como un palacio" el edificio con forma de barco vidriado de Proa, pese a los 20 a?os transcurridos desde su inauguraci¨®n y su din¨¢mico programa educativo. Los primeros en apropiarse del espacio fueron los ni?os. El centro cultural forma parte de su paisaje, igual que el paseo peatonal construido una vez que La Boca dej¨® de inundarse. Del pasado portuario del barrio queda en pie el gigantesco puente transbordador en desuso y una multitud de obras de arte que lo ensalzan. La Boca lo tiene todo para reinventar el mito en el sur de Buenos Aires.
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