¡®The Man in the High Castle¡¯ contra el fascismo en Estados Unidos

1962. El mundo est¨¢ dividido 15 a?os despu¨¦s del final de la II Guerra Mundial. Pero no como ocurri¨®, sino como lo imagin¨® el novelista Philip K. Dick [autor del libro en el que se basa tambi¨¦n Blade Runner] en ese mismo a?o en su novela El hombre en el castillo (editada por Minotauro en Espa?a). Europa, ?frica, el norte de Sudam¨¦rica y la mitad de Estados Unidos est¨¢n bajo el dominio o la influencia directa del gran Reich nazi. La costa oeste de EE UU, gran parte del sur de Am¨¦rica y Asia pertenecen de alguna u otra forma al Imperio japon¨¦s. S¨ª, las potencias del Eje ganaron una contienda en la que los estadounidenses nunca participaron por el asesinato del presidente Franklin D. Roosevelt. Es un mundo dominado por el miedo en el que Estados Unidos est¨¢ partido en tres: la costa oeste es japonesa, la este, nazi y el centro es un territorio neutral m¨¢s parecido al salvaje oeste que a otra cosa. Es el mundo tambi¨¦n de la serie The Man in the High Castle (sin traducci¨®n en castellano), cuyas dos primeras temporadas se pueden ver desde hoy al completo en Amazon Prime Video, con Alexa Davalos, Rufus Sewell y? Rupert Evans entre sus protagonistas.

La serie ha sido creada por el guionista y productor Frank Spotnitz (Expediente X, Los Medici), aunque en la tercera temporada, que est¨¢ en preparaci¨®n, ser¨¢?Eric Overmyer (Bosch) el showrunner. "Uno de los motivos por los que quer¨ªa adaptar The Man in the High Castle era porque creo que el impulso causado por el odio, el miedo y la intolerancia es, tristemente, universal y no algo restringido a Alemania durante la ¨¦poca nazi. Es algo que los estadounidenses en particular siempre sintieron que no les pod¨ªa pasar a ellos", cuenta Spotnitz a EL PA?S. La serie est¨¢ ambientada en los Estados Unidos de los a?os 60 del siglo pasado, pero la apariencia es de los 50, como si el desarrollo cultural se hubiese frenado: Elvis no se convierte en una estrella musical, Kennedy nunca llega a ser presidente y Marilyn Monroe le canta a Hitler por su cumplea?os. "Lo m¨¢s interesante para m¨ª sobre esta serie es que muestra un espejo distorsionado en el que podemos vernos mejor", comenta el productor.

Tanto en la novela como en la adaptaci¨®n televisiva, en la que se han creado nuevos personajes y se han cambiado situaciones, el poder tecnol¨®gico nazi es inmensamente mayor al de los japoneses. Y eso es una amenaza constante. Es un mundo fascista, en el que los jud¨ªos y los afroamericanos son perseguidos. Pero tambi¨¦n hay un movimiento de resistencia. "Otra cosa que me intrigaba de esta historia era la dificultad en identificar a los buenos y a los malos. Gente buena puede hacer cosas terribles cuando reaccionan al miedo. Y un hombre como el personaje de Rufus Sewell, el teniente general nazi estadounidense John Smith, puede ser un padre y marido adorable, pero a la vez capaz de abrazar una ideolog¨ªa malvada". "En muchas formas, ya sobrepasamos mucho la trama del libro en los primeros cap¨ªtulos", cuenta Spotnitz. "Es un libro maravilloso, pero es menos una narraci¨®n que un conjunto de personajes atrapados en una situaci¨®n. Cuando comenc¨¦ a adaptar la serie, tuve que pensar con cuidado c¨®mo preservar sus fascinantes ideas a la vez que otorgarle la deriva y el conflicto narrativo que una serie requiere".

La idea de Spotnitz para la serie no era situar a nazis y japoneses como malos y villanos, sino explorar las reacciones que se viven ante ideas, formas de vida y amenazas radicales. Sin citar al nuevo presidente de EE UU, Donald Trump, y preguntado por c¨®mo su pa¨ªs vivi¨® despu¨¦s del 11-S, Spotnitz habla sobre el miedo como idea principal:? "Es algo que distorsiona el juicio de la gente. Por eso es por lo que el terrorismo es una estrategia tan maligna, porque vuelve a la gente contra s¨ª misma. Debemos contemplar las amenazas a nuestro modo de vida como una oportunidad para recordarnos a nosotros mismos los valores por los que luchamos tan duramente y sobre los que nuestra civilizaci¨®n se construy¨®".

El productor, estadounidense de 56 a?os, aunque naci¨® en Jap¨®n, lleva varios a?os viviendo a medio camino entre Par¨ªs y Londres, donde tiene base su productora, Big Light. Vivir fuera de su pa¨ªs fue un activo a la hora de aproximarse a la adaptaci¨®n de The Man in the High Castle: "Soy un estadounidense por los cuatro costados, pero vivir fuera de mi pa¨ªs me ha dado la distancia y la oportunidad de compararlo con otras culturas. Aprecio mejor c¨®mo la gente se malinterpreta la una a la otra y cu¨¢nto se pierde en la traducci¨®n. Y tambi¨¦n ha fortalecido mi creencia de que todos compartimos una humanidad com¨²n. Es nuestra obligaci¨®n buscar y reafirmar la dignidad y los derechos de la gente en todos los contextos".