Po¨¦tica del laberinto
Los juegos visuales de Escher ense?an lecciones valiosas sobre la percepci¨®n, pero lo que lo hace memorable es su fuerza po¨¦tica
De la exposici¨®n de Maurits Escher en el palacio de Gaviria de Madrid se sale un poco enloquecido. Yo fui a verla una ma?ana de mucha lluvia, y hacia cualquier sitio que miraba se me aparec¨ªan laberintos de repeticiones matem¨¢ticas, como si todav¨ªa estuviera delante de sus escalinatas imposibles o de esos mosaicos en los que danzarines o bufones blancos de cuerpos torcidos se yuxtaponen a danzarines o bufones iguales pero de color negro. En todo lo que ve¨ªa encontraba patrones visuales que se complicaban o se disolv¨ªan: paraguas negros sobre las cabezas de la gente, dise?os de baldosas en el pavimento, pelda?os en la estaci¨®n del metro que sub¨ªan y luego bajaban con un ritmo inverso pero tambi¨¦n id¨¦ntico.
Escher lo vuelve a uno sensible a las repeticiones geom¨¦tricas que organizan muchas facetas de la realidad y a la extraordinaria facilidad del cerebro para dejarse enga?ar por trucos visuales, a caer en trampas unas d¨¦cimas de segundo antes de advertir que lo son. Combinaba el rigor de muchos siglos de artesan¨ªa del grabado con una libertad de la imaginaci¨®n que pod¨ªa llevarlo a la cercan¨ªa con el surrealismo. Lo que m¨¢s lo distingue de los artistas de vanguardia que fueron m¨¢s o menos sus contempor¨¢neos es la propensi¨®n a la soledad y al mutismo y la dedicaci¨®n severa y absoluta al oficio. El artista de vanguardia quiere llamar la atenci¨®n sobre s¨ª mismo y hacer alarde de su audacia vital y de su irreverencia hacia cualquier tradici¨®n. Escher, en las fotos, en los autorretratos, es un caballero enjuto vestido con una formalidad de explorador o de naturalista antiguo, de catedr¨¢tico de alguna disciplina noble y dif¨ªcil. En su presencia hab¨ªa una intemporalidad muy parecida a la que hay en su arte. Parece un hombre del siglo XIX, o de esa era del XX que va del final de la guerra de 1914 al principio de la de 1939. Imaginarlo en su tiempo, en los a?os de la ocupaci¨®n alemana de Holanda, por ejemplo, de las deportaciones, de los bombardeos, del colaboracionismo, es tan dif¨ªcil como imaginarlo en Granada, donde estuvo en 1922 y luego en 1936, en mayo. Esas torres muy elevadas sobre precipicios que aparecen en sus grabados vienen sin duda de las torres de la Alhambra, igual que esos balcones a los que se asoman figuras meditabundas que lo mismo suenan a ilustraciones de cuentos que a personajes de capiteles medievales, o de barajas de naipes.
Escher lo vuelve a uno sensible a las repeticiones geom¨¦tricas que organizan muchas facetas de la realidad
Con su traje de franela de viajero, con sus pantalones bombachos, su perilla y sus gafas, Escher es en Granada un secundario en una historieta de Tint¨ªn, tan dedicado a observar en todo detalle los mosaicos nazar¨ªes que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor. Se asomar¨ªa a los balcones que dan al gran barranco del Darro y se acordar¨ªa de los pueblos italianos colgados de precipicios que hab¨ªa dibujado y grabado en sus viajes de a?os atr¨¢s. Con un gran cuaderno, con l¨¢pices de colores y acuarelas, dibujaba la variedad inagotable de combinaciones geom¨¦tricas que lo rodeaban por todas partes en los muros de la Alhambra. Escribi¨® que era asombroso que en tanta riqueza no hubiera la menor referencia a formas humanas ni animales, y muy pocas al mundo vegetal. Fue en la Alhambra donde concibi¨® la idea de un espacio completamente ocupado por formas que se repet¨ªan y variaban con arreglo a normas rigurosas, del todo objetivas, como las que gobiernan los crecimientos org¨¢nicos, las series de variaciones o las fugas de la m¨²sica barroca.
En el curso de su biograf¨ªa parece contenerse mucho m¨¢s tiempo que el de una sola vida. En las fotograf¨ªas de su primera juventud hay una pesadez decimon¨®nica, pero vivi¨® hasta 1972 y tuvo tiempo de asistir al estallido de la contracultura y de la psicodelia. No cuesta nada imaginar el juego que dar¨ªan sus grabados en combinaci¨®n con el LSD o con las efervescencias visuales inducidas por el hach¨ªs. Escher era un caballero antiguo con perilla blanca y chaquetas de tweed, pero le dio tiempo a ser admirado en vida por Pink Floyd, y hasta a negar a Mick Jagger el permiso para usar una de sus obras como portada de un disco. Da la impresi¨®n de que la suya fuera una vida centenaria, por todos los trastornos que se concentran a lo largo de ella: sorprende comprobar que muri¨® con 74 a?os.
En la m¨²sica de Bach, que Escher admiraba tanto, el rigor matem¨¢tico y la transparencia de las formas se corresponden con un estremecimiento de lo terrenal y de lo sagrado. Los juegos visuales de Escher ense?an lecciones valiosas sobre la percepci¨®n y transmiten intuiciones muy agudas sobre la geometr¨ªa y el espacio, pero lo que de verdad lo hace memorable es su maestr¨ªa t¨¦cnica y su fuerza po¨¦tica. Las vistas nocturnas de Roma que dibuj¨® y grab¨® en su primer viaje a Italia, a los veintitantos a?os, transmiten la sensaci¨®n maravillada de descubrimiento de quien camina por la ciudad desierta a altas horas de la noche y ve surgir a la vuelta de una esquina o al fondo de una plaza una gran iglesia barroca iluminada, las ruinas colosales de un monumento antiguo. Antes de aplicar f¨®rmulas geom¨¦tricas para subdividir un espacio abstracto, hab¨ªa prestado atenci¨®n al modo en que se superponen escalinatas, tejados, c¨²pulas, cornisas en el caser¨ªo apretado de una aldea de Italia, y a la repetici¨®n ordenada de las praderas y los campos de cultivo en su llanura holandesa. De las l¨ªneas recias y los bloques de tinta negra de las xilograf¨ªas pas¨® a la sutileza de l¨¢pices que parec¨ªan rozar apenas el papel, que dibujaban vol¨²menes con un tenue sombreado. A veces da la impresi¨®n de hacer grabados alemanes del siglo XVI y otras veces son como grabados japoneses: un estanque de agua lisa con hojas oto?ales posadas en ella, intercaladas con el reflejo de las ramas de los ¨¢rboles, con las figuras de los peces que nadan bajo el agua: el agua, su profundidad, lo que contiene, lo que flota en ella, lo que se refleja, todo en un solo golpe visual. Solo en la brevedad de un haiku caben tantas cosas juntas.
Escher. Palacio de Gaviria, Madrid. Hasta el 25 de junio.
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