Sonriendo a los cocodrilos
'Mac y su contratiempo', de Enrique Vila-Matas, es el ¨²ltimo libro de un joven sexagenario que sigue nadando con admirable ligereza por aguas procelosas
1. Cajas chinas
Pas¨¦ d¨ªa y medio absorbido en la lectura de Mac y su contratiempo (Seix Barral), de Enrique Vila-Matas, de modo que no me extra?¨® que mis sue?os tuvieran como protagonistas oblicuos al autor y su novela. So?¨¦ que Vila-Matas, con quien hab¨ªa estado conversando, me ofrec¨ªa pasar una temporada en su casa mientras ¨¦l sal¨ªa de viaje. La vivienda, que deb¨ªa de encontrarse en un pa¨ªs tropical, tal vez africano, consist¨ªa en una sola pieza, atestada de heter¨®clitos objetos, por cuyas numerosas ventanas entraba una luz cegadora. S¨®lo recuerdo que, despu¨¦s de bajar los estores para protegerme de la claridad, me dedicaba a curiosear sus cosas. Especialmente una mesa como de joyero, atiborrada de peque?os recuerdos cuyo significado no pod¨ªa calibrar: figuritas de cristal o pl¨¢stico, peque?os pu?ales, diminutas reproducciones de arte, fotos, programas de mano, frasquitos, pomos y cuentagotas, juguetes antiguos. Incongruentemente, en una de las fotos, que ten¨ªa la cualidad del v¨ªdeo (las im¨¢genes se mov¨ªan), el escritor, jovenc¨ªsimo, nadaba sonriente en un r¨ªo de color marr¨®n infestado de cocodrilos tambi¨¦n joviales. Cuando despert¨¦ pens¨¦ cu¨¢n a menudo los sue?os le trazan a uno el guion de lo que desea decir. Mac y su contratiempo es el ¨²ltimo libro de un joven sexagenario que sigue nadando con admirable ligereza por aguas procelosas; o, si se prefiere, una nueva y acabada entrega de esa inacabable novela, siempre distinta y sorprendente, que Vila-Matas lleva escribiendo desde que empez¨® a hacerlo. Un intransferible periplo por los intersticios de una ¡°realidad¡± de la que el autor sabe perfilar, con profundidad no exenta de humor e iron¨ªa, el n¨²cleo ¡ªtrascendente o irrisorio¡ª que la informa. De la misma manera que Mac, su protagonista, pretende reescribir (repiti¨¦ndola) la novela primeriza e imperfecta desechada por ?nder S¨¢nchez, su c¨¦lebre y envidiado vecino escritor, Vila-Matas reescribe casi 30 a?os m¨¢s tarde, y desde un ¨¢ngulo y una ambici¨®n diferentes, su novela (a¨²n) primeriza Una casa para siempre, en la que un ventr¨ªlocuo ¡ªes decir, un imitador de voces¡ª se enfrentaba con el problema de tener una ¨²nica voz y sospechar que no es del todo la suya. Lo que Vila-Matas ha aprendido, en el entretanto, es que uno no sabe qu¨¦ escribe hasta que lo escribe (o lo repite), y lo demuestra una vez m¨¢s en esta novela hipn¨®tica sobre la creaci¨®n literaria repleta de expl¨ªcitos homenajes a sus maestros, y en la que, a trav¨¦s de un narrador y un conjunto de personajes perfectamente vilamatianos, uno accede a esa ¨²ltima caja china que es la de la literatura.
2. Suicida
Era solo cuesti¨®n de tiempo que N¨®rdica publicara las Cartas finlandesas, de ?ngel Ganivet (1865-1898). Podr¨ªamos decir, parafraseando el motto de la editorial, que, como la nieve, Ganivet se sent¨ªa en el aire de su cat¨¢logo. Ahora lo hace en un volumen que incluye tambi¨¦n Hombres del norte, seis breves ensayos dedicados a otros tantos autores noruegos (entre otros, Bj?rnson, Ibsen, Hamsun) que le fascinaron y que el c¨®nsul granadino en Helsinki quiso dar a conocer a sus compatriotas. Cartas finlandesas es, quiz¨¢s, el mejor libro de viajes de una generaci¨®n ¨¢vida de reencontrarse con la naturaleza y en la que abundan los textos sobre excursiones y geograf¨ªas m¨¢s o menos literarias. La extra?eza ante el paisaje ajeno (pero no tanto: el escritor llega a decir que el mar helado le evoca la vega granadina) no le induce a un pintoresquismo forzado, sino a interrogarse con ir¨®nica seriedad acerca de lo diferente. A la vez zumb¨®n y perspicaz, sus cartas est¨¢n pensadas, en primer lugar, para el lector culto de casino que lee el peri¨®dico buscando tambi¨¦n una pizca de color local (aunque sea lejano). Y ah¨ª brilla este autor profundamente tradicionalista, y a la vez, y parad¨®jicamente, pesimista y regeneracionista, antidem¨®crata, antiliberal, antisocialista y, por tanto, radicalmente intempestivo. Me pregunto si el insigne granadino autor del Idearium espa?ol, que se suicid¨® dos veces arroj¨¢ndose al Dvina (de la primera fue rescatado), se habr¨ªa convertido a?os m¨¢s tarde al fascismo.
3. De cine
Mientras en Vistalegre se escenificaban los desgarros personalistas de una izquierda que creci¨® demasiado deprisa, en la Caja M¨¢gica (como ven, todo est¨¢ en los nombres, incluso la iron¨ªa) ¡°la casa com¨²n del centro derecha¡± refrendaba la b¨²lgara estolidez del eterno l¨ªder; en los rostros de algunos de los asistentes al XVIII congreso del PP pude ver (v¨ªa tele) expresiones de arrobo tan flagrantes que no pude evitar acordarme de las ovejas de la ¨¦gloga garcilasiana, tan atentas al ¡°cantar sabroso¡± de los pastores Salicio y Nemoroso que se olvidaban de pacer en el fresco y verde prado. Visto lo visto aqu¨ª y all¨ª, me temo que tendremos Rajoy para rato. Despu¨¦s de tanto empalago, me refugi¨¦ temporalmente en el ojeo y lectura diagonal de un par de recientes libros de cine. Filmish (Reservoir Books), del dibujante Edward Ross, es un interesante ¡°viaje gr¨¢fico por el cine¡± de car¨¢cter tem¨¢tico (me interes¨® el cap¨ªtulo sobre ¡°el poder y la ideolog¨ªa¡±) en el que se encuadran comentarios sobre m¨¢s de 300 pelis. M¨¢s enjundia tienen las Historias de Hollywood (Gallo Nero) de Daniel Fuchs (1909-1993), uno de los tres novelistas jud¨ªos (los otros dos fueron Henry Roth y Nathanael West) que llegaron a Hollywood durante los a?os treinta para colaborar en la adaptaci¨®n de algunas de sus propias obras. El libro, que re¨²ne art¨ªculos escritos tanto durante los dos a?os que Fuchs pas¨® all¨ª a finales de la d¨¦cada (trabajando, entre otros, con Faulkner) como despu¨¦s, est¨¢ repleto de juicios, an¨¦cdotas y observaciones impagables sobre los estudios y sus gentes (productores, directores, actores, actrices) que har¨¢n las delicias de los aficionados a la ¨¦poca m¨¢s dorada del cine.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.