El gaucho Cisneros, azote de Fujimori y Sendero Luminoso, visto por su hijo
Renato Cisneros desnuda en un relato excepcional a quien estrech¨® lazos en Per¨² con golpistas suramericanos, desafi¨® a Fujimori y combati¨® a Sendero Luminoso
?Qui¨¦n no ha acudido al psic¨®logo para tratarse un descalabro amoroso, y ha terminado hurgando en las relaciones con sus padres? Que levante la mano quien no crea que, despu¨¦s de muertos, no ha descubierto facetas de sus seres m¨¢s cercanos que permanec¨ªan enmara?adas en el silencio¡ Renato Cisneros (Lima, 1976), hijo del gaucho Cisneros, es uno de ellos. Y el resultado de la autoterapia, La distancia que nos separa (Planeta), una obra que ha sacudido el Per¨², varios pa¨ªses latinoamericanos y llega a Espa?a desde el pa¨ªs donde su padre, militar en los a?os de plomo de Sendero Luminoso, no se andaba con contemplaciones.
Cuando, con 10 o 12 a?os, ca¨ªa por las casas de sus amigos, esperaba que le preguntaran a qu¨¦ se dedicaba su pap¨¢. Entonces respond¨ªa bien ufano: ¡°Es militar¡±. La afirmaci¨®n le hac¨ªa ganar prestigio en ciertos ¨¢mbitos nada sospechosos de izquierdismo. Sobre todo cuando se daban cuenta de que era hijo de Luis Federico Cisneros Vizquerra, aquel bravuc¨®n sin pelos en la lengua, capaz de justificar asesinatos y torturas a los terroristas de Abimael Guzm¨¢n, que coquete¨® con Videla y Pinochet, o revent¨® las pelotas bien a modo a Fujimori y a su fontanero Montesinos.
Hoy, su hijo, poeta, novelista, periodista, no lo llevar¨ªa tan a gala. Despu¨¦s de haber dedicado a?os a perseguir esa sombra de conspiraciones, maniobras, testarudeces, desaf¨ªos y aventuras amorosas que fue dejando el gaucho, si bien no ha disminuido el cari?o ni la comprensi¨®n filial, se ha abierto entre ambos una sima de desavenencias.
Son cuentas que expone sin la coartada de los tapujos en La distancia que nos separa, un libro que lleva publicadas cinco ediciones en su pa¨ªs y se ha convertido en uno de los fen¨®menos del a?o a nivel latinoamericano. ¡°Cuando m¨¢s dentro lo sent¨ªa, m¨¢s lejos de mi alcance estaba¡±, comenta Cisneros, que vive en Madrid. ¡°La clave para encontrar un tono distante fue abordarlo como personaje de novela, no como mi padre¡±.
La crudeza de su relato encuentra manera de escabullirse a veces mediante la ternura de algunos recuerdos. ¡°Uno ama a gente que desconoce¡±, comenta. ¡°Hay muchas cosas de ¨¦l que rechazo, no tengo pruebas de que participara en la Operaci¨®n C¨®ndor, por ejemplo, pero no me extra?ar¨ªa que hubiese colaborado ocultando a algunos de sus responsables en nuestra casa. Como hijo, eso lo considero abyecto, pero como personaje para mi escritura, fascinante¡±.
Le ha sorprendido lo que su figura lleg¨® a significar para la izquierda en Per¨². ¡°Un villano, un represor. Cuando era ni?o y adolescente, lo admiraba. Con los a?os, cruc¨¦ a la orilla contraria. Pero hay cosas que a¨²n me asombran de ¨¦l: su idealismo, por ejemplo. Cuando Fujimori lo encarcela, me conmovi¨® ese gesto digno que le hizo decidir entrar a prisi¨®n para dar una lecci¨®n a sus hijos¡±.
No le ha salido gratis el trabajo. Sobre todo cara a su familia. Entendiendo por familia que ¨¦l pertenece a la que tuvo con su segunda esposa, Cecilia Zald¨ªvar: ¡°En el caso de mis hermanos consangu¨ªneos y mi madre, ciertas cosas les han dolido. Pero han comprendido por qu¨¦ lo hice. En cuanto a mis otros hermanos, algunos lo han tomado como si el libro se tratara de una comisi¨®n de la verdad¡±.
Renato no esconde nada. Tira de la cuerda hacia sus abuelos para entender al gaucho, nacido en Argentina, ¡°de ah¨ª su lado tanguero, melodram¨¢tico¡±. All¨ª encuentra al ni?o inseguro y balbuceante. Despu¨¦s sigue el rastro de sus amores, entiende su condici¨®n de semental desbocado, irrefrenable¡ Lo enfrenta al fr¨ªo militar sin escr¨²pulos ante los enemigos, abierto conspirador, empe?ado en marcar de cerca a cada gobernante con la soberbia de quien carga las armas.
Lo acompa?a hasta su muerte, en 1995, de c¨¢ncer de pr¨®stata. ¡°Lo vi envejecer y morir, como se descascar¨® en los ¨²ltimos a?os y se alej¨® como personaje p¨²blico¡±. La enfermedad atac¨® a lo ¨²nico que no se pod¨ªa poner en duda: su masculinidad. ¡°Se niega a una extirpaci¨®n. Simplemente la vida no pod¨ªa llevarle la contraria y discutir su virilidad. As¨ª que decide morirse sin opci¨®n a cura¡±.
La literatura del padre
De la Carta al padre kafkiana al Philip Roth de Patrimonio o El olvido que seremos de H¨¦ctor Abad, la rica literatura sobre la huella del progenitor, no descansa. La distancia que nos separa pertenece a este g¨¦nero que Renato Cisneros reivindica ahora con derecho propio. "Creo que es m¨¢s rica que la que suele dar de s¨ª la dedicada a la madre. La mujer para un hijo siempre conlleva una certeza, en cambio, el padre, es, generalmente, un misterio". El sujeto proveedor, el que para menos por casa¡ "Adem¨¢s, lleva impl¨ªcita, entra?a, una indagaci¨®n sobre el poder. No ha sido casual esto para una generaci¨®n como la m¨ªa. El padre encarna la primera met¨¢fora del poder. En mi caso, adem¨¢s, no s¨®lo en la casa. Tambi¨¦n lo represent¨® p¨²blicamente". Aparte de los t¨ªtulos citados, para Cisneros han sido tambi¨¦n importantes libros como La invenci¨®n de la soledad, de Paul Auster, Tiempo de vida, de Marcos Giralt Torrente, Vida de este chico, de Tobias Wolff, Mi o¨ªdo en su coraz¨®n, de Hanif Kureishi, Experiencia, de Martin Amis, Zipper y su padre, de Joseph Roth o, por supuesto, la lectura de Juan Rulfo. El canon que gu¨ªa la herencia paterna en la escritura no se agota.
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