La filosof¨ªa y el ¡®macguffin¡¯
La obsesi¨®n de DC por lanzar su propio universo cinematogr¨¢fico expansivo a lo Marvel va a contrapelo y por eso fracasa
Hace unos d¨ªas, con la experta dosificaci¨®n que genera yonquis de la ficci¨®n impenitentes, Marvel nos mostraba unos segundillos de su nueva pel¨ªcula de Los vengadores. El microtr¨¢iler en cuesti¨®n se centraba en un macguffin bien conocido para todos los pros¨¦litos de la Gran M: las gemas del infinito, seis piedras poseedoras de una energ¨ªa c¨®smica inimaginable que convierten a su poseedor en una fuerza (casi) invencible. En esos breves segundos de marketing tuve uno de esos flashes de inspiraci¨®n que (en la mente de uno al menos) justifican un art¨ªculo. Entend¨ª por qu¨¦ la compa?¨ªa rival, DC Comics, va a perder, s¨ª o s¨ª, en esta batalla por los universos. Va a perder porque no es su guerra.
Tal vez suene demasiado petulante hablar de ontolog¨ªa cuando es de Spiderman, Batman y compa?¨ªa de quien hablamos. No lo creo, pero si quieren cambio lo petulante por lo cursi y hablar¨¦ del alma de DC y el alma de Marvel. Empiezo por la segunda, que me inspir¨® la reflexi¨®n. El alma de Marvel es el macguffin. Este t¨¦rmino, acu?ado nada menos que por Alfred Hitchcok, se refiere a ese artefacto de la ficci¨®n, literal o aleg¨®rico, que desv¨ªa la atenci¨®n del espectador, le da un objetivo y sirve como detonante de la trama. Hitchcock era un genio usando este tipo de recurso. Baste recordar la confusi¨®n de Con la muerte en los talones cuando al pobre Cary Grant le endilgan un macguffin humano, la identidad del inexistente George Kaplan. Marvel tambi¨¦n lo es.
Si analizamos la g¨¦nesis de los h¨¦roes marvelitas vemos que, casi siempre, ese origen se produce por una causa-efecto ligado a un macguffin. Radiaci¨®n para Hulk. Una ara?a para Spider-Man. Un gen an¨®malo para los mutantes de X-Men. Un martillo en el caso de Thor ¡ªrecordemos que la versi¨®n comiquera no lo establec¨ªa desde un principio como un dios, sino que encerraba a la deidad, como castigo en el cuerpo de un humano, David Blake¡ª. Y as¨ª hasta el infinito, como las gemas.
Lo que subyace en esta forma de construcci¨®n es que prima m¨¢s la vuelta de tuerca, el objetivo, la aventura, en definitiva, que los h¨¦roes en s¨ª. Los personajes de Marvel encajan en aventuras extraordinarias colectivas porque su propia concepci¨®n responde a la persecuci¨®n de un macguffin, un fulcro que representa el encuentro entre lo ordinario y lo extraordinario. En resumen, una gema del infinito.
Ahora reflexionemos brevemente sobre sus rivales, DC Comics, que no levanta cabeza, aunque algo de pasta haga, en su intenci¨®n de clonar la estrategia Marvel del universo compartido y las pel¨ªculas colectivas. Piensen en Wonder Woman, Batman, Superman. No hay macguffin por ninguna parte. No hay g¨¦nesis por choque entre lo ordinario y lo extraordinario. Wonder Woman, Batman y Superman son quienes son por su biograf¨ªa personal y no por el dedo divino del guionista que les da poderes extraordinarios por cualquier causa estramb¨®tica. Es su origen y los dramas vividos los que moldean su psique y su alma.
Esto provoca que las historias de DC funcionen tanto mejor cuando ahondan en lo ¨ªntimo. Aunque DC tambi¨¦n tiene su Crisis en las Tierras Infinitas, sus arcos argumentales que proponen choques c¨®smicos entre multitud de h¨¦roes ?¡ªninguno mejor, para mi gusto, que esa obra monumental de Alex Ross y Mark Waid, Kingdom come¡ª no son ni de lejos tan memorables como cuando profundizan en lo vertical. Es decir, un personaje en el foco y la m¨¢xima profundidad posible sobre ¨¦l. Un tratamiento, por pretenciosa que suene la palabra, eminentemente filos¨®fico. Las obras de Frank Miller o Alan Moore son buena prueba de c¨®mo brillan los h¨¦roes de DC cuando no tienen que compartir el foco con nadie m¨¢s. Las de Christopher Nolan, los mayores ¨¦xitos en la historia de la compa?¨ªa en su traslaci¨®n cinematogr¨¢fica, tambi¨¦n.
Esta diferencia creo que tiene una conexi¨®n directa con c¨®mo se concibieron ambos cosmos. Para o bien o para mal, las reglas del mundo que rigen Marvel dependen de un solo hombre: Stan Lee. Cierto es que luego apenas desarrollaba sus guiones, que delegaba hasta extremos abochornantes en dibujantes como Dikto o Kirby. Pero la concepci¨®n de Universo de idea feliz y de colaboraciones, al m¨¢s puro estilo MTV, parte de su mente. DC era y siempre ha sido una compa?¨ªa m¨¢s abierta a que la personalidad del artista se expresara en sus propios t¨¦rminos. Con lo cual esa visi¨®n global de Marvel no forma parte de su forma de entender la ficci¨®n. Est¨¢ impostada. DC ?¡ªporque ahora, desgraciadamente, los c¨®mics son, en cuesti¨®n de negocio, storyboards de futuras franquicias? cinematogr¨¢ficas¡ª necesita encontrar m¨¢s Christopher Nolan. Un Kevin Fiege, productor y vigilante del Universo Marvel, acabar¨ªa por matar el alma de la compa?¨ªa.
Siempre podr¨¢n encontrar excepciones a estos dos grandes modelos. Evidentemente, Alan Scott, aka Linterna Verde, es un h¨¦roe de g¨¦nesis marvelita. Y hay h¨¦roes en Marvel que simplemente son, como Tony Stark. Pero en l¨ªneas generales es f¨¢cil ver que las fuerzas tect¨®nicas que las dominan son muy diferentes. Antag¨®nicas, como su posici¨®n en el mercado. Marvel, desde luego, le est¨¢ dando sopas con honda desde hace un tiempo. DC, si quiere salir del c¨ªrculo vicioso de ser el segundo plato en esta obsesi¨®n por los universos colectivos, necesita recuperar radicalmente su esencia. Y apostar, personaje a personaje, por artistas que los amen.
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